☘️ Dulce cómo es @iriswrite me arranca un texto y una confesión personal para su iniciativa en #holoslotus.
☘️ Siento que esta comunidad va convirtiéndose en una especie de confesionario, que al desnudar nuestras experiencias, pueden contribuir al crecimiento personal y a la guía espiritual de otras personas.
Paraíso
Mis padres no tenían tantos estudios. Éramos seis hermanos: primero nacimos los tres varones y luego las tres hembras. Vivíamos a mitad de un marabuzal, cerca de un riachuelo, y las frutas eran nuestro paraíso. Cerca de nosotros vivían nuestros tíos y mi abuela. Nunca nos faltó el amor, aunque los lujos brillaban por su ausencia.
Espinas
Nuestra casa era pequeña, de tablas ya cansadas de soportar soles y aguaceros, pero siempre oliendo a café recién colado y a frituras de maíz. El marabuzal nos rodeaba como un ejército de espinas, pero entre sus ramas se escondían mangos dulces, guayabas perfumadas y caimitos que te pintaban la boca de morado. Para nosotros, ese monte no era una barrera, sino un mundo por explorar.
Los varones —mis hermanos menores— eran los reyes de las travesuras. Trepaban árboles como monos, pescaban biajacas en el riachuelo con sus propias manos y a veces volvían a casa con los pantalones rotos y las rodillas llenas de tierra. Las tres hembras, eran más tranquilas, pero igual de aventureras. Juntaban flores silvestres para hacer "tés" imaginarios o jugaban a las maestras con una pizarra vieja que alguien había regalado a papá.
Mamá y Papá.
Mamá era maga. Convertía harina de maíz y un huevo en una cena para ocho, tejía calcetines con lana reciclada y curaba nuestras enfermedades con hierbas del patio. Pero su mayor poder era hacer que cada uno de nosotros se sintiera el favorito.
Papá era un hombre de manos callosas y sonrisa ancha. Trabajaba desde antes del amanecer, arando la tierra ajena por un salario que apenas alcanzaba. Pero cada noche, al regresar, su primer gesto era contar cabezas: "Uno, dos, tres... cuatro, cinco, seis. Todos ahí". Y entonces respiraba tranquilo.
A veces traía sorpresas escondidas en los bolsillos del pantalón: un puñado de caramelos de miel, una bolsa de semillas de girasol tostadas o —en días milagrosos— un pedazo de chocolate que partía en seis porciones iguales con su navaja. Nos miraba mientras lo repartía, orgulloso de su sistema infalible: "El que se queje, pierde su trozo". Y nadie se quejaba nunca.
Riachuelo
El río era nuestro mejor aliado en los días de calor. No era grande ni profundo, pero para nosotros era un océano. Allí aprendimos a nadar —más a golpes y ahogadillas que con técnica—, y a pescar con anzuelos hechos de alambres. Mamá nos regañaba cuando volvíamos empapados, pero papá solo soltaba una carcajada y decía: "Déjelos, que el agua quita lo malcriado".
Regalos invisibles
Nunca hubo cumpleaños con pasteles ni Navidades con juguetes nuevos. Pero recuerdo el día que papá nos llevó a ver el primer arcoíris después del aguacero y nos dijo que era un puente hacia Dios.
También recuerdo las veces que mamá nos envolvía en una misma sábana durante las tormentas, contándonos chistes para que no oyéramos los truenos.
En las noches, al acostarnos, escuchábamos a nuestros padres rezar en voz baja: "Gracias por estos seis ángeles".
Hoy, años después, entiendo: no éramos pobres. Éramos ricos en miradas que sabían decir "te veo", en besos que curaban moretones del alma, en un hogar donde el amor no se dividía... se multiplicaba.
Abuela
La abuela vivía a dos casas de la nuestra, y su hogar era el lugar donde las historias cobraban vida. Por las noches, nos sentábamos en el suelo de su sala, con las piernas cruzadas y los ojos bien abiertos, mientras ella nos hablaba de aparecidos, de campesinos valientes y de amores que el tiempo no pudo borrar.
—"Cuidado con el ánima sola del camino", nos decía mientras señalaba hacia lado profundo del marabú, "anda buscando compañía, y a los niños despistados se los lleva".
Nosotros, entre asustados y emocionados, corríamos a casa en grupo, riendo pero sin voltear atrás... por si acaso.
Amor
No teníamos juguetes caros, ni zapatos nuevos cada año, ni televisor. Pero teníamos algo que valía más: el amor de una familia unida. Los domingos, los tíos llegaban con sus hijos y la casa se llenaba de risas. Los mayores jugaban dominó bajo la sombra del mango, las mujeres cocinaban en el fogón de leña y nosotros, los niños, inventábamos mil juegos hasta que el sol se cansaba y se iba a dormir.
A veces pienso en ese tiempo y sonrío. La vida era sencilla, pero hermosa. El marabuzal, que para otros era solo un matorral de espinas, para nosotros fue el escenario de una infancia llena de magia. Y aunque el tiempo nos llevó por caminos diferentes, siempre llevo dentro ese paraíso de frutas dulces, de río fresco y de noches llenas de cuentos... donde el amor nunca faltó.
☘️ ©Texto Original y Exclusivo para #HolosLotus.
☘️ Imágenes, banco gratuito en Pixabay.
☘️ Traducción Google Traductor.
EN ENGLISH
☘️ Sweet as she is, @iriswrite drew out this personal confession and text for her #HolosLotus initiative.
☘️ I feel this community is becoming a kind of confessional—where baring our souls and experiences may help others grow spiritually and emotionally.
Paradise
My parents didn’t have much formal education. There were six of us siblings: first, the three boys, then the three girls. We lived in the middle of a thicket of thorny marabú, near a creek, and the fruit trees were our paradise. Our uncles and grandmother lived close by. We never lacked love, though luxuries were nowhere to be found.
Thorns
Our house was small, its wooden planks weary from years of sun and rain, yet always smelling of freshly brewed coffee and fried corn cakes. The marabú surrounded us like an army of thorns, but hidden among its branches were sweet mangoes, fragrant guavas, and star apples that stained our mouths purple. To us, that wilderness wasn’t a barrier—it was a world waiting to be explored.
The boys—my younger brothers—were kings of mischief. They climbed trees like monkeys, caught tiny fish in the creek with their bare hands, and often came home with torn pants and muddy knees. The three girls were calmer but just as adventurous. They gathered wildflowers to brew imaginary "teas" or played teacher with an old chalkboard someone had given Dad.
Mom and Dad
Mom was a magician. She turned cornmeal and a single egg into dinner for eight, knitted socks from recycled yarn, and cured our illnesses with herbs from the yard. But her greatest power was making each of us feel like the favorite.
Dad had calloused hands and a wide smile. He worked before dawn, tilling other people’s land for wages that barely stretched far enough. But every night, his first act was to count heads: "One, two, three... four, five, six. All here." Only then would he relax.
Sometimes, he’d pull surprises from his pockets: a handful of honey candies, a bag of roasted sunflower seeds, or—on miraculous days—a piece of chocolate, meticulously divided into six equal parts with his pocketknife. He’d watch us as he handed them out, proud of his foolproof system: "Whoever complains loses their share." And no one ever complained.
The Creek
The creek was our refuge on hot days. It wasn’t deep or wide, but to us, it was an ocean. There, we learned to swim—more through splashing and dunking than technique—and fished with hooks made of bent wire. Mom scolded us when we came home soaked, but Dad just laughed and said, "Let them be—water washes away spoiled moods."
Invisible Gifts
There were no birthday cakes or new Christmas toys. But I remember the day Dad took us to see the first rainbow after a storm and told us it was a bridge to God.
I remember Mom wrapping us all in one bedsheet during thunderstorms, cracking jokes so we wouldn’t hear the thunder.
At night, as we drifted off, we’d hear our parents whisper in prayer: "Thank you for these six angels."
Now, years later, I understand: we weren’t poor. We were rich in glances that said "I see you," in kisses that healed soul-deep bruises, in a home where love didn’t divide—it multiplied.
Grandmother
Grandma lived two houses down, and her home was where stories came alive. At night, we’d sit cross-legged on her floor, eyes wide, as she told tales of ghosts, brave farmers, and loves that even time couldn’t erase.
—"Beware the lonely soul on the path," she’d warn, pointing toward the dark thicket of marabú. "It seeks company, and distracted children are easy prey."
Half-terrified, half-thrilled, we’d sprint home in a pack, laughing but never looking back... just in case.
Love
We didn’t have fancy toys, new shoes every year, or a TV. But we had something far greater: the love of a tight-knit family. On Sundays, our uncles and cousins would visit, filling the house with laughter. The adults played dominoes under the mango tree, the women cooked over the wood-fired stove, and we kids invented games until the sun grew tired and slipped away.
Sometimes, I think back and smile. Life was simple but beautiful. That marabú thicket—just a tangle of thorns to others—was the stage for a childhood brimming with magic. And though time has scattered us down different paths, I still carry that paradise within me: of sun-warmed fruit, of cool creek water, of nights steeped in stories... where love was always enough.
☘️ © Original Text, exclusively for #HolosLotus.
☘️ Images: Free stock from Pixabay.
☘️ Translation Google Translate.
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STOP
Hermoso, cuantos momentos lindos en algunas palabras. Qué bonito
el primer arcoíris después del aguacero y nos dijo que era un puente...
Con una familia así se forman seres maravillosos como ya se percibe lo eres.
Sencillamente hermosa experiencia la que nos relatas.
¡Felicitaciones por ello!
Por Dios, @marabuzal, me has hecho llorar a esta hora de la noche. Cuan conmovedoras tus historias, vivencias y cuanto amor y sencillez en tu entorno familiar. Muchas gracias por compartirlo con nosotros 🙏😘🌹👏👏👏
✨
Lamento tus lágrimas y en ellas siembro un pétalo de esperanzas 💜Qué hermosas palabras. Te agradezco tanto este comentario como la tierra sedienta agradece al cielo cuando envía sus mensajes, @kpoulot.
😘🙏
Es un gusto enorme leerte.
Tu eres el puente a mi infancia, a mis noches oscuras y juegos con cuquitas y collares y sombrillas de higuereta. Gracias por esta lectura que me deja así hasta leyendo en inglés. 💜🤍
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Felicidades 🥉🥈🥇
🥳🥳🥳🥳🥳
❤️❤️ muchas gracias. Me hace muy feliz saber que mis publicaciones pueden acompañar a las personas que se acercan a tus iniciativas.
Ser premiado ya es una fiesta!!
Buen post, gracias por compartir.
@tipu curate 8
Muchas gracias!!
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