Una de las cosas que siempre me planteo cuando analizo temas de naturaleza profundamente filosófica, es cómo podemos asociar o reconciliar lo que sabemos y lo que hacemos con lo que sentimos. Esto es un tema importante, y es acerca de lo cual he venido a hablarles hoy.
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Las emociones en el enfoque filosófico de nuestra vida
Ahora, resulta interesante entender que las emociones juegan un papel fundamental en las posiciones que asumimos ante cualquier tema en la vida; aunque esto puede resultar escandoloso y difícil de aceptar por muchas personas. Y la verdad es que no es un tema sencillo, pero debemos de entender que cualquier posición filosófica que sostengamos, sobre cualquier cosa, puede tener mucho de razonable o lógico, y aún así puede que no lo aceptemos y no nos llene en el fondo; y esto sucede porque realmente no hemos confrontado nuestras propias emociones al respecto.
Pues, más desconcertante todavía es darnos cuenta de que esto sucede también con cualquier decisión que tomamos en nuestra vida. Dado que sabemos muy bien que la razón primordial de la filosofía es que logremos fijar una posición sobre el todo basándonos en la razón, es importante considerar las implicaciones de esto. Aunque si me lo preguntan, al menos desde mi punto de vista, la razón primordial de la filosofía es que logremos la felicidad; pero haciendo uso de nuestra razón, de nuestro intelecto, al explicarnos racionalmente todo.
Entonces, filosofar es, como he dicho en muchas oportunidades, tomar una posición de razón ante todo lo real, pero con la felicidad como fin último. Pero esto es más fácil de decir que de practicar y eso hemos de reconocerlo.
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Los calificativos que te dan cuando pretendes asociar la filosofía con las emociones
Pretender (como lo hago yo), asociar las emociones con nuestra filosofía o forma de entender la realidad y el todo; resulta chocante para muchos, ya que les suele crear sentimientos encontrados. Y es derivado de que se supone que muchos asocian la filosofía con la plena objetividad, pero si eso fuera así ya no sería filosofía, sería ciencia; y hay que diferenciar este punto muy bien.
Y estoy consciente de que al afirmar lo que acabo de decir, muchos me llamarán "hedonista"; y probablemente tengan algo de razón, ya que siento afinidad por quien fue el filósofo Epicuro y su manera de ver la vida. O sea, comparto parte de la visión existencial de Epicuro, con respecto a la creencia de que todo lo que mantenemos y sostenemos a nivel filosófico no solo debe apoyarse en la razón, sino en el carácter práctico y su utilidad para conducirnos a la vida que queremos. Y (al menos hasta donde yo sé), todos los seres humanos aspiramos a lograr la felicidad. ¿O no es así?
Otros me llamarán "loco" o me darán cualquier otro tipo de calificativos al conocer la postura filosófica que estoy exponiendo en este post; pero no me importa, ya que a mucha gente le encanta estereotipar aquello que realmente no entiende, en un afán por disminuirlo o menospreciarlo. Pero en esa práctica, dicha gente se convierte en necia e ignorante y se condena a seguir siéndolo siempre.
Pero (volviendo al tema central), en este esquema o ámbito de funcionamiento de las cosas, tenemos que las emociones vienen muchas veces a obstaculizar nuestro crecimiento, nuestro éxito y nuestra felicidad, cuando debería ser lo contrario, o sea, cuando deberían contribuir para nuestro crecimiento, felicidad y éxito, pero hay que aclarar que esto ocurre si no tenemos cuidado. ¿Y por qué exactamente ocurre eso? En pocas palabras, es porque muchas veces los seres humanos tenemos el mal hábito de engañarnos a nosotros mismos.
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Confrontar nuestras emociones: La valentía
Hay temas sobre los que nuestras emociones (y el hecho de confrontarlas) juegan un papel fundamental, y uno de ellos es, como ya he dicho, nuestra filosofía de vida. Y esto resulta muy indispensable entenderlo a cabalidad ya que, por su naturaleza, tiene implicaciones existenciales muy grandes. Siendo así que no hay forma de escapar a nuestras emociones, ya que las mismas tienen repercusiones en nuestra manera de ver la vida, lo que a la vez influye en nuestras decisiones y nuestro comportamiento en general.
La sinceridad que se requiere para realizar este esfuerzo de confrontar nuestras emociones no es poca, ya que una de la materias pendientes de todos los seres humanos suele ser siempre entender lo que sentimos más allá de sesgos y vacilaciones. Y es tal la importancia de confrontar nuestras emociones, que muchas veces ni siquiera somos capaces de comprenderlo en toda su plenitud.
Pero para ponerlo a modo de ejemplo; pensemos en un joven en edad universitaria que no logra entrar en la universidad por más que lo intenta. Luego de dos, tres, cuatro, cinco intentos, finalmente ingresa en una carrera cualquiera (al cabo de un par de años) y entonces su camino universitario empieza.
Ahora, resulta que en el fondo a ese joven no le gusta esa carrera, ya que no le llena, no le gusta, y por lo tanto no debería estar estudiándola; pero no lo sabe; y aunque a veces percibe que no es lo suyo, se esfuerza en sobremanera por salir adelante. Y ante ello, uno podría pensar que dicho joven es valiente, por hacer algo que contraría sus emociones, pero no es asunto de valentía, sino de falta de entendimiento.
Dicho joven se da cuenta poco a poco, de que en el fondo no se siente muy feliz con la carrera que está estudiando, pero piensa en la desesperación que sintió antes de ser aceptado en la universidad y siente aversión a volver a sentirse así, y al no saber si va a poder ingresar en la carrera que quiere (o peor aún, tal vez resulta que ni siquiera sabe aún qué carrera quiere estudiar realmente); se asusta y se paraliza.
La explicación es muy simple y es que dicho joven no puede reconciliar lo que siente y lo que piensa con lo que hace. Por lo que no está confrontando sus propias emociones, lo que le traerá como consecuencia que no podrá destacar en su ejercicio como estudiante, muy probablemente nunca destacará como profesional (una vez que se gradúe); y lo que quizás es lo peor de todo, es que nunca se sentirá satisfecho ni feliz con lo que logre en el ámbito de esa carrera.
Y es una lástima cuando ello ocurre, porque otro gallo cantaría si dicho joven entendiera que debe estudiar lo que realmente es de su agrado, incluso si ello requiere de realizar grandes esfuerzos y sacrificios personales. Por lo que si dicho joven confrontara sus miedos, y entendiera que no debe estudiar nada distinto a aquello que le interesa y que realmente le llama la atención, entonces podría destacar en lo que hace y ser feliz tanto en sus estudios, como en su ejercicio profesional; lo que a la postre contribuiría en su felicidad general.
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¿Cómo saber si estamos confrontando nuestras emociones?
Con todo lo que he explicado, todo el mundo podría preguntarse cómo podemos saber si estamos realmente confrontando nuestras emocionees o no. Y la respuesta es, entendiendo cómo nos sentimos ante nuestras decisiones y elecciones personales; y como entiendo que un solo ejemplo (el que di hace un rato), puede ser insuficiente, pongamos otro. Suponga el caso de una persona que esta sola (sin pareja) y se convence a sí misma de que le gusta la soledad y que la prefiere por sobre todas las cosas.
Si esto es cierto dicha persona se sentirá plenamente dichosa ante su postura, decisión y modo de vida. Pero si no es así, dicha persona se sentirá profundamente infeliz, por no tener la valentía de asumir que no sabe y no quiere estar sola. Y lo mismo aplica para el caso de la gente que encuentra una pareja cualquiera, aunque en el fondo no sea afín a ella, solo porque cree que no podrá resistir la soledad ni la presión social.
Así que entender cómo nos sentimos y confrontarlo con la realidad, es la clave para ser exitosos y felices en la vida; y quien diga lo contrario, se equivoca.
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El punto central aquí: Confrontrar nuestras propias emociones es necesario
Los ejemplos que he dado en este post son tan solo algunos de los tantos que podríamos pensar al respecto de este tema; pero el punto central en todo esto es que confrontar nuestras propias emociones es necesario para todo ser humano que quiera realmente ser feliz, y que ello requiere de honestidad y de una gran valentía por nuestra parte. Honestidad para explorar dentro de nosotros mismos lo que sentimos, lo que queremos, y lo que nos puede causar felicidad; y valentía para hacer todo lo necesario para lograr lo que sentimos que deseamos.
Aún así, es obvio que confrontar nuestras propias emociones puede resultar algo de lo más espeluznante para mucha gente, ya que significa hacerle frente a nuestros miedos, preocupaciones, y a nuestros más bajos pensamientos; pero el único camino para tener éxito y felicidad en nuestras acciones es la valentía que nos permitirá actuar como debemos. La honestidad para con nosotros mismos y la valentía, son dos factores que nos permitirán reconciliar nuestro sentir, con nuestro pensar y nuestro actuar.
¿Qué opinas sobre el tema tratado? Por favor comenta.
Gif creado por @piensocrates
Es una excelente reflexión.
Y creo que en la vida hay que ser muy valiente para enfrentar lo que uno es, historicamente, emocionalmente y, en sus valores.
Me encantó esta reflexión @piensocrates
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