Dentro de cada uno de nosotros, hay un niño que almacena todos los momentos difíciles por los que hemos pasado, las frases que se quedaron grabadas y que le han dolido intensamente, las exigencias que hicieron que nos sintiéramos abrumados.
También están almacenadas todas las necesidades que no fueron satisfechas, las carencias de cariño, así como también el amor que recibimos, las caricias, las atenciones, los juegos, las palabras bonitas y esos recuerdos que quedan atesorados en nuestro corazón.
Y a pesar de que hemos crecido, que somos adultos, que aparentemente hemos logrado las metas que nos hemos trazado y que, en muchos casos, disfrutamos de una vida emocionalmente estable y aunque quizás las personas de nuestro entorno infantil, no están presentes ahora, las emociones siguen allí, aletargadas y tan solo una palabra, un tono de voz característico, es suficiente para que nos traiga de vuelta esos sentimientos adormecidos, tanto los buenos como los malos.
¿Quién es el Niño Interno?
El niño interno es el dueño de todas nuestras emociones, accionar y comportamientos y está a la sombra, permanece escondido en nuestro inconsciente, por lo que es poco probable que nos demos cuenta de ello.
Cuando esas emociones fueron negativas y no fueron sanadas en el momento que debían sanar, las vamos arrastrando a lo largo de nuestro crecimiento y suelen causarnos daño en nuestra adultez. Es por eso que es tan importante establecer una conexión con nuestras emociones, para así poder reparar ese pasado que aparece de vez en cuando y de manera abrupta para atormentarnos.En pocas palabras, nuestro niño interior es nuestro yo verdadero, nuestro yo herido, lastimado.
✔ Detrás de la prepotencia, de la arrogancia, hay un niñito que no se sentía querido.
✔ Detrás de una persona solitaria y ermitaña, hay un niñito que fue excluido.
✔ Detrás de la necesidad de caer bien a todo el mundo, hay un niño pequeño que fue rechazado.
✔ Detrás del enojo y la furia, hay un pequeño niño que fue abandonado.
Todos estos sentimientos están allí, aletargados, latentes, como una bomba de tiempo que, a la menor provocación, podría explotar.
Muchos pasan años buscando el amor, la aprobación y el respeto de otras personas. El niño interno busca fuera de sí, lo que siempre necesitó recibir durante su infancia: un trato amoroso por parte de los adultos que le rodeaban y que eran responsables de brindarle educación, alimento, valores, amor, para fortalecer su crecimiento físico, emocional y espiritual.
¿Cómo podemos sanar?
Una de las herramientas más poderosas y muy conocida en la psicoterapia, son las Constelaciones y las más conocidas son las Constelaciones Familiares y las Constelaciones de Pareja. Se pueden hacer en forma grupal o individual. A través de ellas, podemos viajar a nuestra infancia y ver cómo fuimos, cómo era nuestro entorno, nuestra casa, nuestros padres, nuestros juguetes. Es un proceso efectivo para la sanación.
Para que el tratamiento sea efectivo, es necesario revivir el sentimiento experimentado en esos momentos, entrar en contacto con ese dolor, con esas lágrimas y aunque el proceso sea muy fuerte, hay que hacerle frente y seguir hasta el final.
Es necesario enfrentarnos frente a frente con esos sentimientos, porque el dolor, el rencor, la ansiedad, la rabia que podamos estar experimentando en nuestro presente, en muchos de los casos, sin un motivo aparente y nos produce depresión, tristeza, la única manera de sanarlos, es haciéndoles frente.
Una de las formas más eficaces de sanación con las Constelaciones, es que al establecer esa conexión con nuestro pasado, debemos tratar a nuestro niño interno, como nos habría gustado ser tratados.
Una vez que logramos entrar en contacto, nos aconsejan que juguemos con él, que lo abracemos y le digamos que a partir de ahora todo va a estar bien; posteriormente, al concluir la terapia de Constelación, nuestro terapeuta nos ayudará a analizar qué vimos, qué sentimos y cómo lo podemos enfrentar.
Cuando se logra sanar esas viejas heridas, solo quedará una cicatriz interna como recordatorio de lo que nos pasó, pero que ya, con seguridad, no volverá a doler.
Vale la pena sanar nuestro niño interno y más que eso, es necesario hacerlo para curarnos, para mejorar nuestra calidad de vida, para equilibrar nuestras emociones y con esto, estaremos construyendo un camino sano para nuestro futuro.
Créditos:
📌 Escrito 100% de mi autoría.
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