Juan Ernesto, se despidió de su madre y de los hermanos reunidos en medio de la sala de la humilde casa, entre abrazos y lágrimas. Tomó la mochila con sus pocas pertenencias y salió del hogar. El sol todavía no aparecía en el horizonte, aquel lunes de septiembre y el frío de la madrugada los hizo temblar. Caminó sin mirar atrás, con un nudo en la garganta que se desató, momentáneamente, cuando tuvo que hablarle al señor que lo llevaría escondido entre los encerados que, de regreso, taparían las verduras y los vegetales, el próximo jueves.
Ir escondido en esos camiones se había convertido en la única opción para llegar hasta la frontera e intentar salir del país, sin muchos requisitos. En los encuentros de amigos, Juan Ernesto los escuchaba planear el viaje, sin decir una palabra, pero sus pensamientos iban y venían. Las dudas lo acechaban y lo paralizaban. Sin embargo, ver a su madre agobiada por la crítica situación que estaban viviendo, lo hizo olvidarse de sus temores y tomó la decisión. Uno de esos días de planes, les dijo que se iría con ellos en el próximo viaje.
Así, desde hacía un tiempo, los domingos se convirtieron en días de despedidas, de hasta luegos sin tiempo. Los lunes amanecían con una atmósfera triste por las ausencias. Siempre se iba uno de ese grupo de amigos y salía de madrugada, sin que nadie se diera cuenta. El vacío lo sentían la familia y los más cercanos. Los lunes eran días de tristezas y de miedos. Sucumbían como en un duelo.
El trayecto se hizo lento, pesado. La distancia aumentaba el desasosiego en Juan Ernesto, solo tenía en su mente que debía hacer ese viaje para salvar a su familia, aunque él no fuera un héroe.
Juan Ernesto said goodbye to his mother and siblings gathered in the middle of the living room of the humble house, between hugs and tears. He took his backpack with his few belongings and left the house. The sun had not yet appeared on the horizon that Monday in September and the early morning chill made them shiver. He walked without looking back, with a lump in his throat that was untied, momentarily, when he had to talk to the man who would take him hidden among the waxed that, on the way back, would cover the vegetables and greens, next Thursday.
Hiding in those trucks had become the only option to get to the border and try to leave the country, without many requirements. In meetings with friends, Juan Ernesto listened to them plan the trip, without saying a word, but his thoughts came and went. Doubts haunted him and paralyzed him. However, seeing his mother overwhelmed by the critical situation they were living, made him forget his fears and he made the decision. One of those days of planning, he told them that he would go with them on the next trip.
Thus, for some time now, Sundays became days of farewells, of until then without time. Mondays dawned with a sad atmosphere because of the absences. One of the group of friends would always leave in the early hours of the morning, without anyone noticing. The emptiness was felt by the family and those closest to them. Mondays were days of sadness and fear. They succumbed as if in mourning.
The journey became slow, heavy. The distance increased Juan Ernesto's uneasiness, he only had in his mind that he had to make that trip to save his family, even though he was not a hero.
Luego de un largo viaje, Juan Ernesto y sus amigos se instalaron en un país nuevo, con muchas expectativas y el ferviente deseo de apoyar a sus familias desde allá. Fueron acogidos por buenas personas. Comenzaron a trabajar y poco a poco pudieron reunir dinero para enviar a su tierra natal. El viento sopló a su favor y todos los muchachos salieron adelante con muchos sacrificios y perseverancia.
Juan Ernesto destinaba la mitad de su sueldo para su mamá y con la otra parte subsistía, sin lujos, solo le alcanzaba para cubrir sus necesidades básicas. Por las noches de insomnio, pensaba en el calor de su hogar, en el abrazo de su mamá. Y sonreía, con satisfacción, cuando recordaba las palabras que su madre se esmeraba en decirle cada vez que hablaban. Pese a los malos tiempos, ella se mostraba optimista y muy agradecida por lo que él le mandaba, e intentaba no preocuparlo con sus achaques.
Un día, Juan Ernesto salió de su trabajo con mucho malestar, hacía noches que no dormía bien. Se sintió muy débil y no quiso caminar solo hasta su residencia. Se sentó en el banco de la plaza que era punto de encuentro con sus amigos, para tomar aire y reponerse. A él le gustaba ese lugar y se quedaba mirando las flores que como campanitas adornaban la plaza.
After a long journey, Juan Ernesto and his friends settled in a new country, with many expectations and the fervent desire to support their families there. They were welcomed by good people. They began to work and little by little they were able to raise money to send back to their homeland. The wind blew in their favor and all the boys got ahead with many sacrifices and perseverance.
Juan Ernesto used half of his salary for his mother and with the other half he subsisted, without luxuries, it was only enough to cover his basic needs. During sleepless nights, he would think of the warmth of his home, of his mother's embrace. And she smiled, with satisfaction, when she remembered the words her mother took great pains to tell her every time they spoke. Despite the bad times, she was optimistic and very grateful for what he sent her, and tried not to worry him about her ailments.
One day, Juan Ernesto left work feeling very ill, he had not slept well for several nights. He felt very weak and did not want to walk home alone. He sat down on the bench in the square that was a meeting point with his friends, to get some air and recover. He liked that place and would stare at the flowers that adorned the square like little bells.
Nunca se sabe cuando la maldad está cerca, pero existe. Aquel día, el joven la vio de cerca, pero no tenía malicia para reconocerla.
Se le acercó una mujer a preguntarle qué le pasaba, él le respondió casi sin aliento y cuando vio que era extranjero, se alejó sin decir palabras. Juan Ernesto levantó la mirada y la vio entrar en el matorral donde estaba la mata de campanitas. A los pocos minutos, ella regresó con un té en la mano, indicándole que lo tomara. Sin pensarlo, el joven lo aceptó y se lo tomó. La mujer desapareció.
Juan Ernesto empeoró. Estaba muy agitado, se levantaba y se volvía a sentar. Estaba helado, vomitó. Los transeúntes lo miraban de reojo, pero nadie se acercaba. Cayó al suelo. Uno de los amigos, llegó a la plaza como habían convenido. Ahí lo encontró tendido en el suelo. Cuando intentó levantarlo, Juan Ernesto empezó a convulsionar. El amigo asustado pidió ayuda, llegaron unos agentes policiales y lo llevaron a un hospital. El diagnóstico fue intoxicación con floripondio. Los médicos dijeron que si se hubieran demorado un poco más, la historia hubiera sido otra y comentaban, también, que no era el primer extranjero que llegaba con esos síntomas.
Con los días, Juan Ernesto mejoró y volvió a la plaza. Se sentó a observar a la gente, quería encontrar a la mujer del té. A lo lejos, vio el matorral con los floripondios. Sintió un escalofrío en todo el cuerpo cuando cerca del matorral percibió el aroma de esas flores. Se alejó rápidamente y llamó a su madre. Quería escuchar esa voz que era alivio para cualquier malestar.
Juan Ernesto pensaba, con mucha tristeza, en la maldad de aquella mujer que usa los bellos floripondios para acabar con el deseo de superación de los inmigrantes.
You never know when evil is near, but it exists. That day, the young man saw her up close but had no malice to recognize her.
A woman approached him to ask him what was wrong, he answered her almost breathlessly and when he saw that she was a foreigner, he walked away without saying a word. Juan Ernesto looked up and saw her enter the bush where the bush of bells was. A few minutes later, she returned with a tea in her hand, telling him to drink it. Without thinking, the young man accepted it and drank it. The woman disappeared.
Juan Ernesto got worse. He was very agitated, got up and sat down again. He was frozen, he vomited. Passersby looked at him out of the corner of their eyes, but no one approached him. He fell to the ground. One of his friends arrived at the square as they had agreed. There he found him lying on the ground. When he tried to pick him up, Juan Ernesto began to convulse. The frightened friend called for help, police officers arrived and took him to a hospital. The diagnosis was floripondium intoxication. The doctors said that if they had taken a little longer, the story would have been different, and they also commented that he was not the first foreigner to arrive with these symptoms.
As the days went by, Juan Ernesto got better and returned to the plaza. He sat down to watch the people, he wanted to find the woman with the tea. In the distance, he saw the thicket of floriponds. He felt a shiver all over his body when near the thicket he smelled the scent of those flowers. He quickly moved away and called his mother. He wanted to hear that voice that was a relief for any discomfort.
Juan Ernesto thought, with great sadness, of the wickedness of that woman who uses the beautiful floripondios to put an end to the immigrants' desire for self-improvement.
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Wuao, de verdad si hay maldad en este mundo pero los buenos somos mas.
Un abrazo amiga @aurodivys
Así es, mi querida amiga, gracias a Dios los buenos somos más y la gente que actúa con maldad tiene lo suyo de vuelta. Un abrazo, gracias por pasar. Un abrazo.
@aurodivys excelente narrativa, podre Juan Hernesto. Todo es experiencia de vida. Lamentable lo que tuvo que vivir. Gracias por compartir