-No entiendo mami, ¿Por qué tenemos que irnos?- Su madre apoyó una rodilla en el suelo para ponerse a la altura de su hija. - Sofi, querida, ya hablamos de esto, la casa ya no es nuestra, y la nueva familia está por llegar, por eso.-
-¿Y a dónde vamos a ir? Se podía distinguir miedo en su voz, miedo a lo desconocido quizás.
-No conozco el lugar, pero dicen que es muy lindo allí. Y papá nos va a estar esperando - dijo y le beso la mejilla con fuerza - él se fue primero para encontrarnos un lindo sitio.
La niña pareció tranquilizarse con las palabras de su madre - ¿Puedo llevar mis muñecos?-
-Solo a Toby - respondió señalando el oso de peluche que la niña tenía entre sus brazos. Ella lo apretó con fuerzas. Amaba ese peluche y nunca iba a ningún lado sin él.
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En ese momento se oyó la puerta principal abrirse, e inmediatamente después los pasos y las voces de los nuevos ocupantes.
-Vamos, amor, es hora - Dijo su madre a la vez que se levantaba y le tendía la mano a su hija.
-Voy a extrañar esta casa - dijo Sofía mientras bajaban las escaleras de la mano. Se podía ver la melancolía y la tristeza que se dibujaba en el rostro de su madre. - Lo sé, amor - pasó los dedos por la cabeza de su hija - lo sé -.
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Al llegar al pie de la escalera vieron a los miembros de la familia Patterson, quienes ya se encontraban en el hall de entrada.
-Buenos días - saludó Mónica.
-Es una linda casa - fue la única respuesta de la Sra. Patterson.
-Sí que lo es - Mónica volteo su cabeza para contemplar por última vez la que había sido su casa, tantas alegrías había tenido entre sus cuatro paredes. Le vinieron a la mente miles de recuerdos; el sillón, donde habían pasado noches interminables de cine; la cocina, donde cada domingo de la madre su pequeña y su esposo hacían un enchastre preparando su famosos “desayuno de la madre”, y que de alguna manera se las arreglaban para dejar todo fuera de su lugar, y que ella pasaba toda la tarde acomodando con una sonrisa en su rostro; su habitación, donde había pasado tantas noches de intimidad con su amado, y la de su hija, donde habían compartido entre los tres miles de aventuras.
Esos días habían terminado ahora, desde luego habría noches de películas y pilas de libros donde ellas irían, pero no estaba segura de que fuera a ser lo mismo.
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-Hasta luego- dijo, sin esperar respuesta y sin soltarse las manos caminaron hasta la puerta. Antes de abrirla cerró los ojos y respiró hondo, sintió como una lágrima rodaba por su mejilla. -¿Estás bien, mami? - abrió los ojos y vio los de su hija que la miraban curiosa - Si, amor - Se secó la cara con la manga de su camisa y estirando la mano tomó el picaporte, lo hizo girar y la puerta se abrió despacio.
Un resplandor brillante atravesó el umbral y su luz llenó la sala. Ambas debieron cerrar sus ojos para protegerlos de la luz, aun así, la luz era cálida y al tocar la piel de Monique le produjo una alegría que desbordó su alma, una sonrisa apareció en su cara y nuevamente lágrimas brotaron de sus ojos, aunque esta vez ella estaba feliz, ya no tenía dudas ni miedos.
Sintió su cuerpo cada vez más ligero, como si se desvaneciera en el aire, hasta que ya no sintió nada más.
Luego, silencio absoluto.