A veces reviso mi correo electrónico para ver si encuentro algún mensaje de ella. Reviso todas las carpetas, sobre todo la de spam. Me da miedo pensar que me escriba y yo no pueda estar presto a responderle. Es que, nadie sabe esto, cuando estábamos en la universidad nos escribíamos mucho, al principio lo intentamos por correspondencia, pero las cartas nunca llegaban por el mal servicio del correo, como es bien sabido.
Entonces decidimos, jóvenes románticos que eramos, usar el correo electrónico para comunicarnos. Nada de mensajes de texto ni muchos menos whatsapp, que para ese entonces ni existía. Nos escribíamos cartas, largas cartas donde nos contábamos nuestros sueños, el miedo compartido al futuro, las expectativas con nuestros estudios; escribíamos sobre los libros que nos gustaban, intercambiábamos opiniones sobre arte, cine, música...
La distancia se fue interponiendo de a poco. A pesar de que nos veíamos a diario, sentíamos esa necesidad de escribirnos cartas. Yo le confesaba mis más profundo miedos, y ella me hablaba de los misterios sin resolver de su tierra. Un buen día le escribí lo que nunca se le debe escribir a alguien que quieres mucho pero sabes que no tendrás la certeza de estar para siempre con esa persona, porque además la palabra "para siempre" en realidad refleja la brevedad de una relación y lo fugaz que es la vida ante la tragedia.
Así fue como poco a poco nos distanciamos. Yo todavía le escribo cartas, pero no recibo respuestas. A veces me desespero y pienso que ya no hay ninguna posibilidad, a pesar de que la veo caminando por el parque, o en la universidad; he asistido a un par de sus clases sin que ella se dé cuenta para evitar un sobresalto, y a veces salgo huyendo si siento que se ha dado cuenta de que estoy allí.
No estoy seguro de si leerá mis cartas o las borrará, y tampoco estoy seguro de si ella me responderá. A pesar de eso, sigo aquí, tecleando las palabras de otra carta que le escribo asegurándole que nunca la he olvidado y que extraño esos días de antaño cuando eramos jóvenes y fingíamos ser felices.
Fuente
Correspondence
Sometimes I check my email to see if I can find any messages from her. I check all the folders, especially the spam folder. I dread the thought of her writing to me and I can't be ready to answer her. It's just that, nobody knows this, when we were in college we wrote each other a lot, at first we tried by correspondence, but the letters never arrived because of the bad mail service, as is well known.
So we decided, young romantics that we were, to use email to communicate. No text messages, much less whatsapp, which didn't even exist back then. We wrote letters to each other, long letters where we told each other our dreams, our shared fear of the future, our expectations with our studies; we wrote about the books we liked, we shared our opinions about art, cinema, music....
The distance got in the way little by little. Even though we saw each other every day, we felt the need to write letters to each other. I would confess my deepest fears, and she would tell me about the unsolved mysteries of her land. One day I wrote her what you should never write to someone you love very much but you know that you will never be with that person forever, because the word “forever” really reflects the briefness of a relationship and how fleeting life is in the face of tragedy.
That's how we gradually drifted apart. I still write her letters, but I receive no replies. Sometimes I despair and think there is no chance anymore, even though I see her walking in the park, or at the university; I have attended a couple of her classes without her realizing it to avoid a startle, and sometimes I run away if I feel she has noticed I am there.
I'm not sure if she'll read my letters or delete them, and I'm not sure if she'll respond to me either. Despite that, I'm still here, typing the words of another letter I write to her assuring her that I have never forgotten her and that I miss those days of yesteryear when we were young and pretended to be happy.
Magnífico texto al modo de confesión epistolar, en el que recoges muy gratamente ese estado de incertidumbre emocional que nos despierta la experiencia del enamoramiento en el pasado. Saludos, @edujo.