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— ¿Hace cuántos años que no vienes por acá, Verónica? ¿Diez años?
La pregunta le hizo girar la cabeza hacia atrás para mirar a su acompañante.
— La última vez que vine al pueblo fue hace como doce años, cuando visité a mis tíos por la muerte de mi prima Penélope. —Respondió, con un nudo en la garganta.
Para Verónica, Penélope se había convertido en esa hermana que nunca tuvo por haber crecido juntas desde pequeñas, creándose una complicidad única entre ambas, de esas donde solamente hacía falta una mirada para comprender lo que la otra estaba pensando. Compartieron su niñez y adolescencia juntas, pero cuando llegó el momento de estudiar una carrera universitaria, tuvieron que separarse al tener sueños distintos, mientras que Penélope quería convertirse en paramédica, Verónica quería estudiar medicina y allí en su pueblo no podía, teniendo que mudarse a la Capital. A medida de que sus respectivas obligaciones crecían su comunicación fue disminuyéndose hasta el punto donde no se llamaban durante meses, a duras penas se mandaban un mensaje preguntándose como estaban.
Cuando su tía la llamó informándole que su prima había muerto, no lo podía creer, pues habían quedado en verse dos días después luego de múltiples intentos fallidos por lograr una fecha donde ambas estuviesen libres. En un principio iba a ser allí en el pueblo, sin embargo se terminaron decidiendo porque Penélope pasara una semana con ella pues en la Capital había más actividades con las cuales divertirse. Lo que más le dolía era que la habían encontrado desnuda en un terreno baldío, su cuerpo presentaba signos de haber sido abusada sexualmente y tenía una nota escrita con su misma sangre, clavada justo en la zona del pecho donde se encuentra el corazón, que decía: ‘Todo en esta vida regresa. Nos vemos en el infierno.’
— Todos la extrañamos, han sido unos meses duros, ya no podemos sentirnos seguros acá hasta que no agarren al animal que le hizo eso.
— Sí… —Murmuró, ausente— ¿Cómo has estado, Tomás? ¿Sigues viviendo con Moisés? No lo he visto por allí desde que llegué y esto es un pueblo pequeño.
— Oye, está bien, probablemente no haya salido de su taller desde hace una semana, está haciéndole un trabajo al motor del Pastor Jeremías, creo que me dijo que le dañó la caja y tiene que hacérsela nueva, algo así.
— ¿Tu hermano es mecánico? —Preguntó, deteniéndose debajo de un árbol.
— Es el único del pueblo, en realidad.
Ambos se echaron a reír.
— Se suponía que me regresaba hoy a la Capital, pero cuando fui a arrancar el carro no me quiso prender y he estado toda la mañana intentando ver qué es lo que le pasa pero no se me da la mecánica.
— La casa de mi hermano queda cerca de la casa de nuestro profesor de química, Ignacio, ¿te acuerdas de ese señor?
— Sí, el que nos quiso aplazar la materia porque nos burlamos de su calva.
— Sigue siendo igual de insoportable, no se aguanta nada. Pero unas dos cuadras más allá a mano derecha se encuentra el taller de Moisés.
— Me voy a acercar por allá a ver si tu hermano puede ir a revisar mi carro. De verdad te lo agradezco, Tomás.
Caminar, en un pueblo tan pequeño como aquel, era una de las formas de movilización más comunes entre sus habitantes porque puedes llegar a cualquier sitio en unos cuantos minutos sin que supusiera un gran esfuerzo. Esa misma dirección que le habían dado se encontraba a seis minutos, máximo diez si caminaba a un paso ligero, pero como ya estaba acostumbrada al ritmo de la Capital donde se debía usar el carro para todo, recordó que también tenía la opción de usar una de las bicicletas públicas que estaban a disposición de quien las necesitara, por lo que tomó una a pesar de que se sentía culpable porque en el fondo simplemente estaba siendo perezosa, sentimiento que se le pasó al momento de llegar a su destino en la mitad del tiempo que había pensado que llegaría y sin una sola gota de sudor.
— ¿Hola? ¿Estás aquí, Moisés? Es Verónica, una amiga de tu hermano.
Dejando la bicicleta tirada en la entrada de la pequeña casa, se aproximó a la puerta con su teléfono en la mano y tocó dos veces, pero no escuchó ninguna respuesta. Esperó por un par de minutos antes de volver a golpear, acercándose a una de las ventanas para ver si podía notar algo que le indicara si había alguien adentro, sin tener ningún éxito puesto que estas se encontraban protegidas por persianas. Chasqueó los dientes como señal de molestia por estar desperdiciando tiempo, mirando a su alrededor y dándose cuenta de la existencia de una puerta a un costado de la casa que parecía dar hacia la parte trasera. Esta se encontraba entreabierta, dándole paso a un estrecho pasillo repleto de maleza y latas de cerveza vacías, llenándola de cierta sensación de asco que pudo soportar por sus largos turnos trabajando en urgencias, donde se veía de todo.
— Moisés, es Verónica, una amiga de tu hermano. Me dijo que podía venir a preguntar si me podrías revisar el carro, tiene una falla y necesito ayuda. —Trató de nuevo.
Cuando llegó finalmente a la parte trasera de la casa, le resultó inevitable pegar un grito al encontrarse frente a frente con un hombre que no conocía, pero que por la forma en la que se encontraba vestido, con ropa vieja y cubierta de grasa, supuso que se trataba del hermano de Tomás, de cuya apariencia tenía un vago recuerdo de su adolescencia, pero no podía decir que se acordaba.
— ¡Dios! Podrías haberme dicho que estabas aquí, te he estado llamando desde hace rato, Tomás me dijo que podría encontrarte acá. —Dijo con una mano en el pecho.
—No esperaba visitas. —Respondió escueto, dándole una calada al cigarrillo que sostenía.
— Sí, lo sé, lo siento, no quise entrar sin permiso, pero necesito irme hoy a la Capital y mi carro no quiere encender, no sé qué tiene. Tomás me dijo que tal vez podrías ayudarme, que eras el mecánico del pueblo y todo eso, yo por supuesto que te pagaré.
Haciendo un sonido de comprensión, Moisés se dio la vuelta y caminó hasta una mesa, en donde había una jarra de agua y dos vasos.
— ¿Sabes si has presentado alguna otra falla antes de que no arrancara?
La mirada de Verónica se paseó por el lugar, había muchas piezas y partes de carros que se veían como simple chatarra esparcidas por todos lados, además de basura, colillas de cigarrillo y más latas de cerveza vacías. Tan concentrada en sus propios pensamientos se encontraba que no se dio cuenta cuando Moisés regresó con los dos vasos de agua en sus manos, uno extendido en su dirección para que lo tomara, pero ella simplemente se le quedó mirando con una duda visible en sus ojos… no le gustaba estar allí, quería irse, aunque eso significara quedarse un par de días más en el pueblo.
— No, gracias, de verdad, es que no tengo sed, creo que va a llover y el clima está fresco, hace hasta un poco de frío, ¿no crees?
Moisés dejó de ofrecerle el vaso con agua mientras asentía.
— La semana pasada estuvo así y llovió toda la noche, el clima en la mañana estuvo muy frío, fue muy agradable. —Comentó, dándole una última calada al cigarrillo para tirarlo al suelo, pisándolo fuertemente.
— Mira, sé que debes estar ocupado, Tomás me dijo que estabas trabajando en un motor y no quisiera quitarte tampoco mucho tiempo sin avisar, mejor vengo otro día.
No le dio a tiempo a responder, Verónica volteó a penas las palabras salieron de su boca con ese nerviosismo que no podía ocultar, regresándose sobre sus pasos con prisa. Podía escuchar que Moisés le estaba diciendo algo a sus espaldas, pero en lo único que podía pensar era en llegar a su casa de nuevo, salir de allí ran rápido como pudiese, sus pies luchando por enredarse con las latas de cerveza vacías que se interponían en su camino. Justo al llegar al otro extremo del pasillo que daba hacia el frente de la casa, se encontró a Tomás.
— ¡Tomás! No sabes cuánto me alegra verte. —Le dijo, mirando hacia atrás por sobre su hombro.
— ¿Ah sí?
Dos segundos después, Tomás empujó a Verónica contra la pared mientras le colocaba un trapo en el rostro y le impedía moverse.
— Lo que se hace se paga, Verónica, de eso no te va a quedar duda. —Susurró en su oreja.
Eso fue lo último que Verónica escuchó antes de desmayarse.
Continuará…
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"It's been how many years since you've been here, Veronica, ten years?"
The question made her turn her head back to look at her companion.
"The last time I came to town was about twelve years ago, when I visited my aunt and uncle for my cousin Penelope's death." She replied, with a lump in her throat.
For Veronica, Penelope had become the sister she never had because they had grown up together since they were little, creating a unique complicity between them, the kind where only a glance was needed to understand what the other was thinking. They shared their childhood and adolescence together, but when the time came to study a university career, they had to separate because they had different dreams, while Penelope wanted to become a paramedic, Veronica wanted to study medicine and could not do it in her hometown, having to move to the capital. As their respective obligations grew, their communication diminished to the point where they did not call each other for months, barely sending each other a message asking how they were doing.
When her aunt called her informing her that her cousin had died, she could not believe it, as they had arranged to meet two days later after multiple failed attempts to find a date where they would both be free. At first it was going to be there in town, however they ended up deciding that Penelope would spend a week with her because in the Capital there were more activities to have fun with. What hurt her the most was that she had been found naked in a vacant lot, her body showed signs of having been sexually abused and she had a note written in her own blood, nailed right in the area of her chest where the heart is located, which read: 'Everything in this life returns. See you in hell.'
"We all miss her, it's been a rough few months, we can't feel safe here anymore until they catch the animal that did that to her."
"Yeah..." She murmured, absent minded. "How have you been, Tomas, are you still living with Moses? I haven't seen him around since I got here and this is a small town."
"Hey, he's fine, he probably hasn't been out of his shop for a week, he's doing some work on Pastor Jeremiah's engine, I think he told me he damaged the box and has to make it new, something like that."
"Your brother is a mechanic?" She asked, stopping under a tree.
"He's the only one in town, actually."
They both burst out laughing.
"I was supposed to go back to the Capital today, but when I went to start the car it wouldn't start and I've been trying all morning to see what's wrong with it but I'm not good at mechanics."
"My brother's house is near the house of our chemistry teacher, Ignacio, do you remember that man?"
"Yes, the one who wanted to put us off the subject because we made fun of his bald head."
"It's still just as unbearable, you can't stand anything. But about two blocks away on the right hand side is Moisés' garage.
"I'm going to go over there and see if your brother can check my car. I really appreciate it, Tomás."
Walking, in a town as small as that one, was one of the most common forms of mobilization among its inhabitants because you could get anywhere in a few minutes without a great effort. That same address she had been given was six minutes away, maximum ten if she walked at a brisk pace, but as she was already used to the pace of the Capital where you had to use the car for everything, she remembered that she also had the option of using one of the public bicycles that were available to anyone who needed them, so she took one even though she felt guilty because deep down she was simply being lazy, a feeling that passed the moment she arrived at her destination in half the time she had thought she would arrive and without a single drop of sweat.
"Hello? Are you here, Moses? It's Veronica, a friend of your brother's."
Leaving the bicycle lying in the driveway of the small house, she approached the door with her phone in her hand and knocked twice, but heard no answer. She waited for a couple of minutes before knocking again, approaching one of the windows to see if she could notice anything to indicate if anyone was inside, without any success since these were protected by blinds. She clicked her teeth as a sign of annoyance for wasting time, looking around and noticing a door on the side of the house that seemed to lead to the back of the house. This was ajar, giving way to a narrow hallway filled with weeds and empty beer cans, filling her with a certain sense of disgust that she was able to endure from her long shifts working in the ER, where she saw everything.
"Moses, it's Veronica, a friend of your brother's. She said I could come and ask if you could check my car, it has a fault and I need help." She tried again.
When she finally reached the back of the house, she found it inevitable to gasp as she came face to face with a man she didn't know, but from the way he was dressed, in old clothes covered in grease, he guessed it was Tomas' brother, whose appearance he had a vague memory of from his teenage years, but couldn't say she remembered.
"God! You could have told me you were here, I've been calling you for a while now, Tomas told me I could find you here." She said with a hand on her chest.
"I wasn't expecting visitors." He replied tersely, taking a puff on the cigarette he was holding.
"Yes, I know, I'm sorry, I didn't mean to go in without permission, but I need to leave today for the Capital and my car won't start, I don't know what's wrong with it. Tomas told me that maybe you could help me, that you were the puelo mechanic and all, I will of course pay you."
Making a sound of understanding, Moses turned and walked to a table, where there was a pitcher of water and two glasses.
"Do you know if you presented any other faults before it wouldn't start?"
Veronica's gaze wandered around the place, there were many car parts and pieces that looked like simple scrap metal scattered all over the place, plus trash, cigarette butts and more empty beer cans. So focused on her own thoughts was she that she didn't notice when Moses returned with the two glasses of water in his hands, one extended in her direction for her to take, but she just stared at him with a doubt visible in her eyes... she didn't like it there, she wanted to leave, even if it meant staying a couple more days in town.
"No thanks, really, I'm just not thirsty, I think it's going to rain and the weather is cool, it's even a little cold, don't you think?"
Moses stopped offering her the glass of water as she nodded.
"Last week it was like this and it rained all night, the weather in the morning was very cold, it was very nice." He commented, taking a last puff on the cigarette to throw it on the ground, stomping on it heavily.
"Look, I know you must be busy, Tomas told me you were working on an engine and I wouldn't want to take up too much of your time either without warning, I'd better come another day."
She didn't give him time to answer, Veronica turned around as soon as the words left her mouth with that nervousness she couldn't hide, retracing her steps in a hurry. She could hear Moses saying something behind her back, but all she could think about was getting home again, getting out of there as fast as she could, her feet struggling to tangle with the empty beer cans that got in her way. Just as she reached the other end of the hallway leading to the front of the house, she found Tomas.
"Tomas! You don't know how glad I am to see you." She said to him, looking back over her shoulder.
"Oh yeah?"
Two seconds later, Tomas pushed Veronica against the wall as he placed a rag over her face and prevented her from moving.
"What goes around comes around, Veronica, of that you'll have no doubt." He whispered in her ear.
That was the last thing Veronica heard before she passed out.
¡Muchas gracias!
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Gracias por escribir en Writing Club. Feliz Día de Reyes
Para mí es un placer compartir mis historias en la comunidad.
Feliz Día de Reyes para usted también.