(SPANISH)
Mirando la hecatombe
Autor: @nachomolina2
Se dice que al verdadero fin del mundo le preceden una cadena de eventos trágicos que son el anuncio de la hecatombe...
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Me estacioné a un lado de la carretera en el puesto de descanso. Bajé del automóvil y caminé al terraplén artificial que delimita la costa.
Se me hizo realmente incómodo conducir bajo aquel oscurecimiento parcial que vino a lugar, repentino, nublándose mi visión al punto de confundir las equidistancias, la percepción de los colores y el brillo natural.
Súbitamente, el ambiente pasó de ser soleado y tranquilo a convertirse en cromo, un tono, inexplicablemente, brumoso y pardo.
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Provocó, que el parabrisas del auto actuara como un deflector de la misma oscuridad, o más bien, como un retrato tenue de la penumbra en una tarde agonizante que suspicazmente se rendía al horizonte.
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La batiente de la brisa en la calzada de la autopista se tornó extremadamente fuerte, tanto, que retrasaba mis pisadas y me impedía llegar hasta la orilla.
También procuró que al bajarme del auto trastabillase en el hombrillo, aventando, sin querer, la portezuela.
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En cualquier dirección que yo mirara, estaba la maldita penumbra, vistiendo de sombras la circunvalación.
Mezclando el paisaje urbano con el marino y el rutinario congestionamiento vial con la paz de los sky surfers que hacían escalada sobre las olas.
Era común, que yo me detuviera en la cinta costera a presenciar a los artífices del peculiar deporte extremo, quienes ahora, parecían estar surfeando en las agitaciones del mismísimo mar negro.
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Cubriéndome la cara con una bufanda para protegerme de la polución, zigzaguee, en el terraplén, dirigiéndome a paso lento al rompeolas con la intención de ver más de cerca los parapentes.
Para la ocasión, debido al síntoma cáustico que abrazaba al horizonte, las bandas de los parapentes, las vi, difuminadas, como pequeños puntos perdidos en la lejanía.
Así mismo, detecté una línea inusual en medio del mar que separaba a los surfers de la zona de maniobra, marcando una distanciación gigante que los ponía fuera de foco a no menos de quinientos metros.
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Era una cresta liviana y prominente, crispada y cenicienta, que parecía recogerse, más y más.
Mantenía a los surfers apartados en un inminente vuelo sostenido que los arrastraba realmente lejos y a una altura increíble, haciendo de la práctica un espectáculo poco atractivo, absurdo, casi perturbador.
Una vez en la escollera, ya harto de la penumbra y del viento cruzado, me extrañó el hecho de no sentir el salpicadero habitual de la rompiente, ni escuchar el golpeteo de las aguas en la coladera del muelle.
En cambio, la polución era irrefrenable, sumado al zumbido del viento como llenando el vacío de un gran cañón a mitad de dos infinitos desiertos.
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Efectivamente, estaba yo parado al borde de un despeñadero.
Ya a estas alturas, la luminosidad era casi nula y de no ser por las farolas del alumbrado público no hubiera podido notar lo que tenía enfrente.
El lecho marino descubierto, me dejó ver las embarcaciones encalladas a fondo, algunas destruidas completamente, otras, volteadas sobre su propia cubierta.
Adicionalmente, los peces en la hondura de un charco de lodo salino, revoloteaban con ese sonido agonizante.
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El mar se había retirado cientos de metros de la costa dejando el golfo convertido en una brecha de caos.
Los sky surfers habían quedado varados a mar abierto, atrapados en la barricada interpuesta por la ola y sus parapentes se habían enredado unos con otros víctimas de una tromba marina que produjo el naufragio colectivo.
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Nada podía yo hacer para remediar todo aquello, además, era de suponer que las aguas del mar recobrarían nuevamente el espacio y quién sabe con qué consecuencias.
Fue así, cuando pensé en retirarme a ponerme a salvo dentro del coche.
Entonces, escuché una voz al pie del rompeolas. Alguien que desde el oscuro fondo marino me pedía ayuda.
Procedí acercarle un madero que encontré en la orilla y él lo usó de apoyo para escalar por las rocas.
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Una vez que estuvo en el terraplén me di cuenta, por su aspecto, de que se trataba de uno de los jóvenes surfistas que había logrado escapar a la marejada.
Entonces, dominado por una gran euforia y con una inmensa sonrisa, mística, casi demencial, me dijo:
_ ¿Qué te parece el inicio del caos? ¿No es realmente maravilloso?
No supe que responder. Ni siquiera entendí el porqué de su exaltación, al contrario, pensé que debería estar agradecido de seguir con vida.
Entonces, continuó:
_ Nunca imaginé que así sería el final de los tiempos, después de todo, un surfer se desliza hasta en la cresta del mismo apocalipsis. ¿Y tú? ¿Estás preparado para el fin del mundo?
Sin más, el joven tomó una tabla de surf que había en la orilla. Volvió a saltar al vacío y luego, corriendo en la oscura explayada se unió nuevamente a los surfistas caídos.
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No sé decir, cómo las últimas palabras de aquel joven, me impactaron en gran manera, me llenaron de júbilo, dejándome sin voz y despojándome hasta del último sentimiento de fe.
Con un gesto de resignación y en el más rotundo silencio que puede guardar un ser humano cuando entiende la inminencia de la catástrofe.
Por primera vez, me sentí tan profundamente solo. Sentí que se acababa hasta la última molécula de oxígeno y el cielo fue ocupado en los cuatro puntos cardinales, por la inconmensurable masa ígnea de un cometa que estaba a punto de tocar la tierra.
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@nachomolina2
venezuela
2022
(ENGLISH)
Looking at the catastrophe
Author: @nachomolina2
It is said that the true end of the world is preceded by a chain of tragic events that are the announcement of the catastrophe...
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I parked on the side of the road at the rest stop. I got out of the car and walked to the artificial embankment that delimits the coast.
It made me really uncomfortable to drive under that partial darkness that suddenly came to place, clouding my vision to the point of confusing the equidistances, the perception of colors and the natural brightness.
Suddenly the atmosphere went from sunny and calm to chrome, an inexplicably hazy shade of brown.
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It caused the windshield of the car to act as a deflector of the darkness itself, or rather, as a dim portrait of the gloom on a dying afternoon that suspiciously surrendered to the horizon.
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The blowing of the breeze on the roadway of the highway became extremely strong, so much so that it delayed my steps and prevented me from reaching the shore.
He also tried to make me stumble on my shoulder when I got out of the car, accidentally throwing the door.
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In any direction I looked, there was the damn gloom, dressing the ring road in shadows.
Mixing the urban landscape with the seascape and the routine traffic congestion with the peace of the sky surfers who climbed on the waves.
It was common for me to stop on the coastal strip to witness the architects of the peculiar extreme sport, who now seemed to be surfing in the turmoil of the black sea itself.
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Covering my face with a scarf to protect me from the pollution, I zigzagged along the embankment, heading slowly towards the breakwater with the intention of getting a closer look at the paragliders.
For the occasion, due to the caustic symptom that embraced the horizon, I saw the bands of the paragliders, blurred, like small points lost in the distance.
Likewise, I detected an unusual line in the middle of the sea that separated the surfers from the maneuvering area, marking a giant distance that put them out of focus at no less than five hundred meters.
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It was a light and prominent crest, twitching and ashen, which seemed to be gathered up, more and more.
It kept the surfers apart in an imminent sustained flight that dragged them really far and to an incredible height, making the practice an unattractive, absurd, almost disturbing spectacle.
Once at the breakwater, already fed up with the gloom and the crosswind, I was surprised by the fact that I did not feel the usual splash of the surf, nor hear the pounding of the waters in the drain of the pier.
Instead, the pollution was unstoppable, added to the hum of the wind as if filling the void of a great canyon in the middle of two infinite deserts.
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Indeed, I was standing on the edge of a cliff.
Already at this point, the luminosity was almost nil and if it hadn't been for the streetlights, I wouldn't have been able to notice what was in front of me.
The uncovered seabed allowed me to see the boats completely aground, some completely destroyed, others capsized on their own deck.
Additionally, the fish in the depth of a puddle of saline mud, fluttered with that dying sound.
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The sea had receded hundreds of meters from the coast, leaving the gulf a chaotic gap.
The sky surfers had been stranded in the open sea, trapped in the barricade interposed by the wave and their paragliders had become entangled with each other, victims of a waterspout that caused the collective shipwreck.
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I couldn't do anything to remedy all that, besides, it was to be supposed that the sea waters would recover space again and who knows with what consequences.
It was like that, when I thought about retiring to get safe inside the car.
Then, I heard a voice at the foot of the breakwater. Someone who from the dark seabed asked me for help.
I proceeded to bring him a piece of wood that I found on the shore and he used it as a support to climb the rocks.
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Once he was on the embankment I could tell by his appearance that he was one of the young surfers who had managed to escape the swell.
Then, dominated by great euphoria and with a huge, mystical, almost insane smile, he told me:
_ What do you think of the beginning of chaos? Isn't it really wonderful?
I didn't know what to answer. I didn't even understand the reason for his exaltation, on the contrary, I thought that he should be grateful to be still alive.
So, he continued:
_ I never imagined that this would be the end of time, after all, a surfer slides even on the crest of the apocalypse itself. And you? Are you prepared for the end of the world?
Without further ado, the young man took a surfboard that was on the shore. He jumped back into the void and then, running on the dark beach, he joined the fallen surfers again.
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I don't know how the last words of that young man impacted me greatly, they filled me with joy, leaving me speechless and stripping me of even the last feeling of faith.
With a gesture of resignation and in the most resounding silence that a human being can keep when he understands the imminence of the catastrophe.
For the first time, I felt so deeply alone. I felt that the last oxygen molecule was running out and the sky was occupied in the four cardinal points by the immeasurable igneous mass of a comet that was about to touch the earth.
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@nachomolina2
venezuela
2022
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