Don Santos y sus granadas (ENG-BR Version)

in Writing Clublast month (edited)


photo_2025-02-05_16-13-39-removebg-preview.png

No puedo recordar entre las pocas memorias que tengo pero algo que mi mente no deja de pensar es en esa puerta de cabillas pulidas y pintadas de un bello cobre que podía confundirse con el óxido de la vejez. Una vejez que ha sido de mis más remontadas aventuras de pequeño y quiero compartir contigo si lo estás leyendo.

Eran enormes, ambas puertas simbolizan la grandeza de un herrero extranjero cuya travesía en una maleta, evitó que una guerra acabara con su vida, pero a sabiendas que tendría que comenzar de cero ante la soledad y a la inocencia.

Así que de la calle tomó trapos para lavar pies cubiertos de cuero, pulirlos de tal forma que el brillo deslumbrase la mirada cuyos ojos pertenecientes de los caballeros agradecidos por su labor. Hasta que uno de ellos, con un ángel en su oído le hizo rescatarle de la calle con las pocas cosas que tenía en un bolso.

De ese modo el pequeño se llamó santos, pues a su pasado mismo tan turbio tuvo que olvidar incluso su real nombre hasta que su memoria con el tiempo se convenció de que nació para ser perteneciente de un nombre que sería vociferado por muchos ante su talento.

Pero ante ello, se estableció en una pequeña familia cuya curiosidad por su vida no se podía siempre evadir.

-Pequeño, ¿Qué es eso que escondes allí?- pregunta el mayor quien se dispuso a acercarse con tal amabilidad que santos inmediatamente le tuvo una respuesta el cual le conmovió - es mi familia - dice mientras de sus manos se deslumbran unas pequeñas semillas de un fruto desconocido para el hombre mayor.

En ello el señor tomó un matero de esos viejos que tenía tras su hogar para ayudar al pequeño santos a sembrar lo que para él era su vida, su familia y aquello que habia dejado atras, pues parece ser que tiene más valor incluso que la poca ropa y objetos plateados que traía en su bolso.

Con el tiempo Santos fue creciendo y junto a quien ya consideraba su padre construyeron la primera herrería de la ciudad donde vivían, y de la cual todos hablaban pues Santos tenía un talento innato para crear bellezas metálicas.

Con el éxito de la tienda, Santos compró su casa, cuya herreria fueron construidas con sus manos, desde una bella puerta con ventana móvil, hasta una gran mesa metálica que sostenía un pesado y cristal vidrio donde su hija y su esposa se sentarian a comer.

A las afueras de su patio había frutos y flores, pero uno en particular seguía creciendo sin mostrar aún su identidad. Y para ese entonces llegó a pensar que lo mejor era cortarlo de raiz y sembrar algo que pudiera darle algo de color a su vasto jardin.

tocan el portón

Ese sería yo distrayendo sus pensamientos con mi visita. Aunque sus puertas siempre estaban sin seguros para mi era difícil de abrir, pues no solo eran majestuosamente grandes, también lo eran muy pesadas.

-Hola bambino - le escucho decir mientras deja a un lado la manguera con la cual regaba sus árboles y flores. La verdad es que era un lugar mágico como si estuviese fuera de la ciudad, algo campestre lleno de sombras pero miles de colores también.

Cada semana visitaba a Don Santos y a decir verdad era divertido correr por el pasillo que construyó con sus árboles, pues no había cielo que ver mientras caminabas hasta donde es su casa, pues el mirar de arriba era el disfrutar de plantas enredaderas de uvas y de las ramas de árboles llenos de un fruto estrella que poco me gustaba probar, pues me arrugaba el rostro como lo arrugado que DOn santos estaba.

Mis visitas empezaban con el vasto colorido de su jardín hasta llegar a una silla mecedora donde cerraba los ojos para ambos disfrutar de viejos sonetos que le hacían recordar su infancia, y era en esos momentos en que lo veía afligido pero a la vez como un roble.

-Abuelo, ¿y ese?- le señalo a lo lejos de lo que podía ver en la cúspide del árbol algo como una pelota de béisbol pero roja, algo que nunca había visto.

Don Santos se queda sin palabra alguna más que el caer de sus lágrimas que iban siendo retiradas por sus dedos. Yo no lo entendía, pero con los días el árbol fue sacando más frutos y estos iban creciendo.

Recuerdo que una vez quise tomar una pero él se negó diciendo que no era el momento, y pues yo ya no sólo me deleitaba con su música y la brisa producida por el movimiento del mimbre.

Fue entonces uno de esos días que toque la puerta y nadie salía, aunque para ese entonces ya tenía fuerzas para abrir las grandes puertas cuyo color realmente ya se estaba oxidando aunque poco se notaba.

-Abuelo- grite entre el vasto jardín mientras caminaba hacia su casa. Al abrir la puerta lo encuentro solo en su gran mesa con varios de esos frutos cuyo nombre seguía siendo desconocido para mi.

-¿Cómo pude olvidarlos?- menciona el anciano mientras toma un cuchillo para cortar uno de los frutos. Para mi sorpresa sus manos se mancharon de un rojizo que confundí con la sangre misma y pensé que se había cortado.

photo_2025-02-05_16-14-09-removebg-preview.png

Lo que había adentro era realmente hermoso y extraño, se trataba de pequeñas semillas cubiertas de algo entre rojo y rosas. Me senté a su lado en silencio, mientras me invitó a comer la mitad.

-¡Puaj!- hago una expresión de desagrado, mientras él se ríe de mí - Bambino, toma las semillas y comelas, lo blanco solo dejalo alli- menciona para luego no solo enseñarme a comer dicha fruta, también para contarme la historia de su vida pasada y lo que la granada significó para él.

-Mamá, gracias- dice llorando una vez más, para luego ambos quedar en total silencio mientras tomábamos cada semilla y la degustabamos.

Seguro para él dicho fruto que llamó familia representaba lo único hermoso de lo que pudo haber resguardado de la guerra y de su lejana aventura.

ENGLISH VERSION


photo_2025-02-05_16-13-39-removebg-preview.png

I can't remember among the few memories I have but something that my mind can't stop thinking about is that door of polished and painted rafters of a beautiful copper that could be confused with the rust of old age. An old age that has been one of my most memorable adventures as a child and I want to share it with you if you are reading this.

They were huge, both doors symbolize the greatness of a foreign blacksmith whose journey in a suitcase, prevented a war to end his life, but knowing that he would have to start from scratch in the face of loneliness and innocence.

So from the street he took rags to wash leather-covered feet, polishing them in such a way that the shine dazzled the gaze whose eyes belonged to the gentlemen grateful for his work. Until one of them, with an angel in his ear made him rescue him from the street with the few things he had in a bag.

In that way the little one was called santos, because to his very past so murky he had to forget even his real name until his memory with the time was convinced that he was born to be belonging of a name that would be vociferated by many before his talent.

But before that, he settled in a small family whose curiosity about his life could not always be evaded.

-Little boy, what is that you are hiding there- asked the older man who approached him with such kindness that santos immediately had an answer which moved him, ‘it is my family,’ he said while from his hands dazzled some small seeds of a fruit unknown to the older man.

The man took one of those old pots he had behind his home to help the little Santos to sow what for him was his life, his family and what he had left behind, because it seems to have more value even than the few clothes and silver objects he had in his bag.

As time went by, Santos grew up and together with the man he considered his father, they built the first blacksmith shop in the city where they lived, and which everyone talked about because Santos had an innate talent for creating metallic beauties.

With the success of the store, Santos bought his house, whose ironworks were built with his own hands, from a beautiful door with a movable window, to a large metal table that held a heavy and crystal glass where his daughter and his wife would sit to eat.

On the outskirts of his yard there were fruits and flowers, but one in particular was still growing without showing its identity. And by this time he thought it best to cut it down and plant something that would give some color to his vast garden.

knock on the gate

That would be me distracting his thoughts with my visit. Although their gates were always unlocked for me it was difficult to open, for not only were they majestically large, they were also very heavy.

-Hello bambino - I hear him say as he puts aside the hose with which he watered his trees and flowers. The truth is that it was a magical place as if it were outside the city, something rural full of shadows but also thousands of colors.

Every week I visited Don Santos and to tell the truth it was fun to run through the corridor he built with his trees, because there was no sky to see as you walked up to where his house is, because looking up was to enjoy the vines of grapes and the branches of trees full of a star fruit that I did not like to taste, because it wrinkled my face as wrinkled as DOn santos was.

My visits would begin with the vast colorfulness of his garden until I reached a rocking chair where he would close his eyes to both enjoy old sonnets that reminded him of his childhood, and it was in those moments that I would see him grieving but at the same time like an oak tree.

-Grandfather, what's that one?- I point to what I can see in the distance at the top of the tree, something like a baseball but red, something I had never seen before.

Don Santos was speechless, except for the fall of his tears that were being removed by his fingers. I didn't understand it, but as the days went by, the tree began to bear more fruit and the fruit was growing.

I remember that once I wanted to take one but he refused saying that it was not the right time, and I was not only delighted with his music and the breeze produced by the movement of the wicker.

It was then one of those days that I knocked on the door and nobody came out, although by that time I had the strength to open the big doors whose color was already rusting although it was hardly noticeable.

-Grandfather- I shouted through the vast garden as I walked towards his house. When I opened the door I found him alone at his big table with several of those fruits whose name was still unknown to me.

-How could I forget them- says the old man as he takes a knife to cut one of the fruits. To my surprise his hands were stained with a reddish color that I mistook for blood and I thought he had cut himself.

photo_2025-02-05_16-14-09-removebg-preview.png

What was inside was really beautiful and strange, it was small seeds covered with something between red and pink. I sat next to him silently, as he invited me to eat half of it.

-Puaj!- I make an expression of displeasure, while he laughs at me - Bambino, take the seeds and eat them, the white just leave it there- he mentions to then not only teach me how to eat the fruit, but also to tell me the story of his past life and what the pomegranate meant to him.

-Mom, thank you- he says crying once again, and then we both fall into total silence as we take each seed and taste it.

Surely for him the fruit he called family represented the only beautiful thing he could have kept from the war and his distant adventure.

BR Version


photo_2025-02-05_16-13-39-removebg-preview.png



Não consigo me lembrar entre as poucas lembranças que tenho, mas algo em que minha mente não consegue parar de pensar é naquela porta de vigas polidas e pintadas de um belo cobre que poderia ser confundido com a ferrugem da velhice. Uma velhice que foi uma das minhas aventuras mais memoráveis quando criança e que quero compartilhar com você, caso esteja lendo isto.


Elas eram enormes, ambas as portas simbolizando a grandeza de um ferreiro estrangeiro cuja viagem em uma mala impediu que uma guerra acabasse com sua vida, mas sabendo que teria de começar do zero diante da solidão e da inocência.


Assim, da rua, pegava panos para lavar pés cobertos de couro, polindo-os de tal forma que o brilho ofuscava os olhares cujos olhos pertenciam aos senhores agradecidos por seu trabalho. Até que um deles, com um anjo no ouvido, fez com que ele o resgatasse da rua com as poucas coisas que tinha em uma sacola.


Assim, o menino passou a ser chamado de santos, pois seu próprio passado turbulento fez com que ele tivesse que esquecer até mesmo seu nome verdadeiro, até que sua memória acabou por convencê-lo de que ele havia nascido para pertencer a um nome que seria vociferado por muitos diante de seu talento.


Mas, diante disso, ele se estabeleceu em uma família pequena, cuja curiosidade sobre sua vida nem sempre podia ser evitada.


-Menino, o que é isso que você está escondendo aí?”, perguntou o homem mais velho que se aproximou dele com tanta bondade que Santos imediatamente teve uma resposta que o comoveu: ‘É a minha família’, disse ele, enquanto de suas mãos saíam algumas pequenas sementes de uma fruta desconhecida pelo homem mais velho.


O homem, então, pegou um daqueles potes velhos que tinha atrás de sua casa para ajudar o pequeno Santos a semear o que para ele era sua vida, sua família e o que havia deixado para trás, pois parecia ter mais valor até mesmo do que as poucas roupas e objetos de prata que tinha em sua bolsa.


Com o passar do tempo, Santos cresceu e, junto com o homem que considerava seu pai, construíram a primeira ferraria da cidade onde moravam, da qual todos falavam porque Santos tinha um talento inato para criar belezas metálicas.


Com o sucesso da loja, Santos comprou sua casa, cujas ferragens foram construídas com suas próprias mãos, desde uma bela porta com uma janela móvel até uma grande mesa de metal que sustentava uma pesada mesa de vidro onde sua filha e sua esposa se sentavam para comer.


Nos arredores de seu quintal havia frutas e flores, mas uma em particular continuava crescendo sem ainda mostrar sua identidade. A essa altura, ele achou melhor cortá-la e plantar algo que desse um pouco mais de cor ao seu vasto jardim.


Eles batem no portão.


Isso seria eu* distraindo seus pensamentos com minha visita. Embora seus portões estivessem sempre destrancados, era difícil para mim abri-los, pois, além de serem majestosamente grandes, também eram muito pesados.


*-Olá, bambino - eu o ouço dizer enquanto coloca de lado a mangueira com a qual regava suas árvores e flores. A verdade é que era um lugar mágico, como se estivesse fora da cidade, algo rural, cheio de sombras, mas também de milhares de cores.


Toda semana eu visitava Don Santos e, para dizer a verdade, era divertido correr pelo corredor que ele construiu com suas árvores, pois não havia céu para ver quando se caminhava até a casa dele, já que olhar para cima era apreciar as videiras de uvas e os galhos das árvores cheios de uma carambola que eu não gostava de provar, pois enrugava meu rosto como Don Santos era enrugado.


Minhas visitas começavam com o vasto colorido de seu jardim até chegar a uma cadeira de balanço onde ele fechava os olhos para apreciar sonetos antigos que o faziam lembrar de sua infância, e era nesses momentos que eu o via triste, mas ao mesmo tempo como um carvalho.


*-Aponto para o que posso ver ao longe, no topo da árvore, algo parecido com uma bola de beisebol, mas vermelho, algo que eu nunca tinha visto antes.


Don Santos ficou sem palavras, exceto pela queda de suas lágrimas que estavam sendo removidas por seus dedos. Eu não entendia, mas com o passar dos dias a árvore começou a dar mais frutos e os frutos estavam crescendo.


Lembro-me de que uma vez eu quis pegar um, mas ele se recusou, dizendo que não era o momento certo, e então não fiquei apenas encantado com sua música e a brisa produzida pelo movimento do vime.


Foi então que, em um daqueles dias, bati na porta e ninguém saiu, embora eu já tivesse forças para abrir as grandes portas, cuja cor já estava enferrujada, embora quase não fosse perceptível.


-Avô”, gritei pelo vasto jardim enquanto caminhava em direção à casa dele. Quando abri a porta, encontrei-o sozinho em sua grande mesa com várias daquelas frutas cujo nome ainda era desconhecido para mim.


Como eu poderia esquecê-las?”, diz o idoso enquanto pega uma faca para cortar uma das frutas. Para minha surpresa, suas mãos estavam manchadas com uma cor avermelhada que confundi com sangue e pensei que ele havia se cortado.


photo_2025-02-05_16-14-09-removebg-preview.png



O que havia dentro era realmente bonito e estranho, pequenas sementes cobertas com algo entre vermelho e rosa. Sentei-me ao lado dele em silêncio, enquanto ele me convidava a comer metade.


*-Bambino, pegue as sementes e as coma, a parte branca é só deixar lá”, ele diz e então não só me ensina a comer a fruta, mas também me conta a história de sua vida passada e o que a romã significava para ele.


*-Mamãe, obrigado”, ele diz chorando mais uma vez, e então nós dois ficamos em silêncio total enquanto pegamos cada semente e a provamos.


Certamente, para ele, a fruta que chamava de família representava a única coisa bonita que poderia ter guardado da guerra e de sua aventura distante.

banner_hiver_br_01.png

Delegate your HP to the hive-br.voter account and earn Hive daily!

🔹 Follow our Curation Trail and don't miss voting! 🔹

Sort:  

Bzzzrrr, eu adorei essa história, @roadstories! Seu poder de evocação é incrível! A porta de vigas polidas e o menino Santos me lembram de minhas próprias memórias de formaças e aventuras na Hive. #hivebr

AI generated content



banner_hiver_br_01.png

Delegate your HP to the hive-br.voter account and earn Hive daily!

🔹 Follow our Curation Trail and don't miss voting! 🔹

Your post was manually curated by @shiftrox.

Obrigado por promover a comunidade Hive-BR em suas postagens.

Vamos seguir fortalecendo a Hive

Metade das recompensas dessa resposta serão destinadas ao autor do post.

Vote no @perfilbrasil para Testemunha Hive.

¡Magnífico!
¡Quisiera leer más!