Hispaliterario 28 / Un cadáver en la playa (Español-English)

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Un cadáver en la playa

—¿Cómo llegó ese cadáver hasta aquí, Juancho?

La Sargento Berta Ramírez había perdido el brillo que da las rutinas producto de una vida feliz, la que tanto le celebraban sus compañeros en la ciudad, pero hoy su semblante mostraba las huellas de una soledad infligida por su compañero Francisco, que prefería revolcarse con otras mujeres, como ella lo decía y no tenía tiempo para atenderla.

—Usted sabe Sargento Ramírez, que, por las mañanas, cuando salgo de mi casa, me vengo al trabajo caminando por la playa, me detengo un rato en el acantilado para agarrar aire fresco y oír el golpe de las olas sobre las piedras.

—Vaya al grano oficial Juancho, No le ponga tantas flores.
—Sí, Sargento, tiene razón, es que la lengua se me va solita. Como le decía, vi un bulto negro bamboleándose entre las olas y me pareció raro. Usted sabe cómo cuidamos la playa aquí en el pueblo, creí que era basura, esperé un rato para ver si el agua lo sacaba hacia la playa y así fue.
—¿Lo revisó?
—Eso me dio grima, pensé en los demonios, hasta me vine en vómito. No faltaron los mirones, les dije que se pusieran lejos, que era algo maligno, contagioso y se fueron, no quedó nadie.
—Lo que hace las creencias, ¿no es así Juancho?
—Así es, aquí somos muy supersticiosos.

Francisco no lo podía creer, cuando llegó a la casa, el silencio presente le barrió los pensamientos, se quedó helado y hasta se le pasó la borrachera. Se dio cuenta de que ahora sí lo había cumplido, se había marchado. Nunca le dio importancia a sus reclamos, pensaba que eran simples berrinches de una mujer celosa

¿A quién llamar ahora? ¿A clara, a Gloria, a Elda? Nombres de chicas con las cuales solo se divertía. Berta Ramírez era su oficial al mando de su corazón, la mujer que él había escogido para formar una familia, era su flor exclusiva, no podía entender lo que había pasado.

—¿Por qué te fuiste? Ahora sé cuánto te necesito Berta Ramírez.

Francisco se sentó frente al espejo y lloró.

Aquel evento le cambió la vida, dejó de reunirse con sus amigas y compañeros de parranda, lo que lo convirtió en objeto de burla. Decidió averiguar a dónde se había marchado, hablaría con el alguacil, su viejo amigo.

—Francisco, ella está en San Quintín, allí dirige la comisaría; es un lugar solitario, pero de bonitas playas. Casi nunca ocurre nada allí. ¿Qué le hiciste a la Sargento Ramírez, muchacho?
一 Nada viejo, solo fue un malentendido.
一 Si te vas en lancha hacia allá, 一 dijo el viejo, señalando con el dedo, 一 dónde se esconde el sol, te vas a encontrar con el pueblo, es algo lejos, pero, es más cerca que irse por la montaña.
Francisco miró como las olas se movían y en sus ojos el mar se fue metiendo.

—No cargaba ningún documento, Sargento. Algunos bichos del agua aprovecharon y comieron algo, pero, parece que no les gustó la carne quemada.

—¿Le dio la vuelta? ¿Buscó bien?
— No, Sargento, solo lo arrastré hasta acá, para que el agua no se lo volviera a llevar.
—¡Póngase unos guantes y hágalo! ¡Es una orden!

El oficial Juancho frunció el entrecejo, pero obedeció la orden. Le dio la vuelta, vio que tenía una parte de la espalda sin quemaduras y entre las paletas, vio una mancha rojiza.

—¡Mire sargento! Parece un lunar, tiene forma de luna en creciente.

Ella lo miró detenidamente y sus recuerdos traspasaron el agua que la separaba de la ciudad.
—Tiene razón, la luna se salvó del fuego o lo que haya quemado a este ser. La muerte siempre deja algún indicio, algo que sirva para identificar un cadáver.

La Sargento Berta Ramírez se acercó más y tocó aquella mancha rojiza con sus dedos, realizó un recorrido, como si caminara por un sendero ya conocido. Quizás si encontrara otras señales, 一 pensó, 一 otros símbolos. Ella retuvo unas lágrimas y obligó a sus ojos a perderse en el horizonte.

—¿No encontró más nada, Juancho?

—No, solo carne chamuscada, puro carbón, y ahora ¿qué hacemos, Sargento?
—Pues llevarlo al cementerio y darle cristiana sepultura.
一¿Le pasa algo Sargento? Está muy pensativa.
—Ese símbolo de la luna me trae recuerdos. ¿Qué crees que le sucedió a este hombre Juancho?

El oficial Juancho se encogió de hombros. Ella recordaba aquel símbolo como algo íntimo con el que sus dedos jugueteaban, esa luna rojiza que la hacía soñar en esos momentos de insomnio, que la estremecía en un placer extraño, mientras él roncaba, luego de llegar de sus noches de parranda y deleitarse con sus otras mujeres. Quería salir corriendo, llamar a la comisaría de la ciudad y que le dieran alguna noticia de Francisco.
Tenía que ser fuerte y mantener la calma, no mostrar ninguna debilidad frente a su subalterno. Ella había salido de la ciudad para olvidar y comenzar una nueva vida en aquel pueblo.

—Juancho, haga todo lo pertinente para sepultar a este desconocido. ¡Qué cosas, señor Juancho, hasta el mar sabe arreglar los olvidos!

Lo que nunca supo la Sargento Berta Ramírez, fue que Francisco había cambiado su vida, se había convertido en una sombra recorriendo la ciudad y terminaba sus días, sentado en el muelle con una botella de licor y mirando donde la línea del horizonte se perdía. Hasta que un día decidió cruzar el mar para encontrarla y rentó una vieja lancha de un amigo que ya no la usaba.

—Revise muy bien esa lancha, Francisco, hombre precavido, vale por dos y si eso que vas a hacer te sirve para que vuelva el hombre que eras, pues valdrá la pena. Cerciórate bien que todo esté en orden, — le remarcó el viejo, cuando le hacía entrega de la lancha.

—¡Claro viejo! ¡Claro que lo haré!
Francisco lo dijo entusiasmado, compró todo lo que necesitaba, incluyendo licor suficiente para soportar la travesía. Decidió salir durante la noche, para que nadie lo viera partir. El mar estaba calmado, sabía que eran como 5 horas de viaje, pero eso no le importó y se echó a la mar.

Luego de varias horas de navegación, más de la mitad del trayecto, el motor de la lancha se apagó.

—¡Ahora qué te pasa lancha del carajo! ¿Cómo me vas a hacer esto en medio del mar? ¡Es que no te das cuenta, tengo que llegar hasta el otro lado! ¡Tengo que buscarla, volverla a tener conmigo! ¡Me vas a echar la partida para atrás!

Sé sentó a mirar la luna y las estrellas en el cielo y a consumir licor de una manera descontrolada, de repente se levantó alterado y pateaba el motor, gritaba con desesperación, empezó a golpear con fuerza, rompió el tanque del motor y las chispas saltaron, incendiando todo.

—¡No puede ser! ¿Ahora qué voy a hacer?...

La brisa marina empezó a soplar fuerte y las olas parecían reaccionar. Nadie escuchó la explosión, nadie vio como una fogata florecía en la noche, solo las olas alteradas eran las únicas testigos en aquella soledad
.
—¡Juancho! ¿Ya está todo listo?
—¡Si Sargento Ramírez! Ahora ese desconocido pertenece a la tierra. Hasta le canté un responso.

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A corpse on the beach

—How did that corpse get here, Juancho?

Sergeant Berta Ramirez had lost the brightness that gives the routines product of a happy life, the one that her colleagues in the city celebrated so much, but today her face showed the traces of a loneliness inflicted by her partner Francisco, who preferred to have sex with other women, as she said, and did not have time to attend to her.

—You know, Sergeant Ramirez, that, in the mornings, when I leave my house, I come to work walking along the beach, I stop for a while at the cliff to get some fresh air and listen to the sound of the waves hitting the rocks.

—Get to the point, officer Juancho, don't put so many flowers on it.
—Yes, Sergeant, you're right, it's just that my tongue runs off by itself. As I was saying, I saw a black lump swaying in the waves and it seemed strange to me. You know how we take care of the beach here in town, I thought it was garbage, I waited for a while to see if the water would take it to the beach and it did.
-Did you check it?
—That gave me the creeps, I thought of demons, I even came in vomit. I told them to stay away, that it was something evil, contagious, and they left, no one was left.
—What beliefs do, isn't it Juancho?
—That's right, we are very superstitious here.

Francisco could not believe it, when he arrived at the house, the present silence swept away his thoughts, he froze and he even got over his drunkenness. He realized that now he had done it, he had left. He never gave any importance to her claims, he thought they were simply the tantrums of a jealous woman.

Who to call now, Clara, Gloria, Elda? Names of girls with whom he only had fun. Berta Ramirez was his heart's commanding officer, the woman he had chosen to form a family, she was his exclusive flower, he couldn't understand what had happened.

—Why did you leave? Now I know how much I need you, Berta Ramirez.

Francisco sat in front of the mirror and cried.

That event changed his life, he stopped meeting with his friends and party companions, which made him an object of ridicule. He decided to find out where she had gone, he would talk to the bailiff, his old friend.

—Francisco, she's in San Quintín, she runs the police station there; it's a lonely place, but it has beautiful beaches. Almost nothing ever happens there. What did you do to Sergeant Ramirez, boy?
一 Nothing old man, it was just a misunderstanding.
一 If you go there by boat, 一 said the old man, pointing with his finger, 一 where the sun goes down, you'll find the town, it's a bit far, but, it's closer than going down the mountain.
Francisco looked at how the waves were moving and in his eyes the sea was getting in.

—I wasn't carrying any documents, Sergeant. Some critters in the water took advantage and ate something, but it seems they didn't like the burnt meat.

—Did you turn it over? —Did you look hard?
— No, Sergeant, I just dragged him over here, so the water wouldn't carry him away again.
—Put on some gloves and do it! —That's an order!

Officer Juancho frowned, but obeyed the order. He turned him around, saw that he had a part of his back without burns and between the paddles, he saw a reddish stain.

—Look sergeant! It looks like a mole, it's shaped like a crescent moon.

She looked at it carefully and her memories crossed the water that separated her from the city.
—You're right, the moon was saved from the fire or whatever burned this being. Death always leaves some indication, something that serves to identify a corpse.

Sergeant Berta Ramirez moved closer and touched that reddish stain with her fingers, she made a tour, as if she were walking along an already known path. Perhaps if she found other
signs, 一 she thought, 一 other symbols. She held back a few tears and forced her eyes to lose themselves in the horizon.

—Didn't you find anything else, Juancho?

—No, just scorched flesh, pure charcoal, and now what do we do, Sergeant?
—Well, take him to the cemetery and give him a Christian burial.
一Is something wrong, Sergeant Ramirez? I see her very thoughtful.
—That moon symbol brings back memories. —What do you think happened to this man, Juancho?

Officer Juancho shrugged his shoulders. Berta Ramirez remembered that symbol as something intimate that her fingers played with, that reddish moon that made her dream in those sleepless moments, that made her shiver in a strange pleasure, while he snored, after coming in from his nights of partying and pleasuring himself with his other women. She wanted to run out, call the city police station and get some news about Francisco.
She had to be strong and stay calm, not show any weakness in front of her subordinate. She had left the city to forget and start a new life in that town.

—Juancho, do everything necessary to bury this stranger. What a thing, Mr. Juancho, even the sea knows how to fix forgetfulness!

What Sergeant Berta Ramirez never knew, was that Francisco had changed his life, he had become a shadow walking around the city and ended his days, sitting on the pier with a bottle of liquor and looking where the horizon line was lost. Until one day he decided to cross the sea to find her and rented an old boat from a friend who was no longer using it.

—Francisco, a cautious man, is worth two, and if what you are going to do will help you return to the man you were, it will be worth it. Make sure everything is in order, — the old man remarked as he handed him the boat.

—Of course, old man, of course I will!
Francisco was enthusiastic, he bought everything he needed, including enough liquor to support the crossing. He decided to leave during the night, so that no one would see him leave. The sea was calm, he knew it was about a 5-hour trip, but he didn't care and set sail.

After several hours of sailing, more than half of the trip, the motorboat's engine died.

—How are you going to do this to me in the middle of the sea? Don't you realize, I have to get to the other side! I have to look for her, I have to get her back with me! You're going to throw me back!

He sat down to look at the moon and the stars in the sky and to consume liquor in an uncontrolled way, suddenly he got up upset and kicked the engine, he shouted with desperation, he started to hit hard, he broke the engine tank and the sparks jumped, setting everything on fire.

—It can't be! What am I going to do now?

The sea breeze began to blow hard, and the waves seemed to react. No one heard the explosion, no one saw how a bonfire bloomed in the night, only the disturbed waves were the only witnesses in that solitude.

—Juancho! Is everything ready?
—Yes, Sergeant Ramirez! Now that stranger belongs to the land. I even sang him a responso.

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Si Francisco hubiera cambiado de vida a tiempo no habría perdido ni su mujer ni su vida. Es ficción pero con otros detalles esta historia puede haber sido parte de muchas vidas reales. Buen relato, @silher. Éxito en el concurso.

Gracias por tu valioso comentario,uno alimenta la ficción con hechos reales, aprecio tu valoración. Saludos.

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Muy bueno tu relato. Me gustó bastante.

Muchas gracias por comentar y valorar mi post. Saludos.

Excelente relato 👌👏👏👏

Gracias, aprecio tu valoración, saludos.

Una historia de amor y dolor.
@tipu curate 4

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