En Español:
"Ha Vuelto"
Hace varios días mi vida se tambaleó, la idea de su regreso, de su fatal encontronazo con nosotros, solo me hacía sentir malestar. Veinte años de masacres y fieras luchas, y no me perdono aún a haber formado parte de ellas. Esas cosas no se olvidan fácilmente, ver hombres morir quemados, o en el más crudo invierno, ver sus rostros despedazados sin ningún tipo de arreglo, ningún arreglo para sus familias. Lamento cada día ser un soldado, pero sin embargo, recuerdo el pasado. En el cual peleamos por un ideal, limpiar al mundo de las tiranías de reyes asesinos, que aún urgan por los huesos de los pobres, en busca de restos para alimentar su apetito insaciable. Pero todo se torció, él, él nos traicionó. O eso creo, quizás esté equivocado, pero un soldado, siempre sirve al deber. Y el deber, es detenerlo ya. Aunque el miedo más sincero, inunde mi cuerpo mientras el usurpador universal nos observa.
Tras unos minutos de escrutinio, los ojos de la bestia se arquearon, aquél demonio decidió dar el primer paso, dejando a sus efímeras huestes atrás. Emprendió una lenta marcha hacia nuestros fieros mosquetes, como si el universo girase en torno a él, haciendo que el tiempo se dilatara, y la tensión se apropiase del lugar. El silencio fue tal, que se apoderó rápidamente de todas las almas presentes, podría jurar que los animales, y hasta el viento, callaron mientras él caminaba rumbo a nosotros. Solo lograba discernir el latir de mi corazón, mientras el sudor provocado por mis nervios y un fiero sol, bañaban en aguas mi herramienta de muerte. Llegó un momento, que por fin logré escuchar algo que no fueran mis latidos, pero era terrorífico solo de oírlo. Eran sus pasos, cada vez más cerca de mi pelotón. Que parecían los pasos de un gigante, por el crujir de las hojas ante sus botas, como otrora crujieran naciones, ante el paso de sus ejércitos. Y lo recuerdo como si fuera ayer, porque yo era parte de ese ejército.
Que irónico que una criatura de su estirpe, se viera acorralada al final por su propia creación diabólica. Nosotros, su ejército de mil batallas, que lo encumbramos al poder y la gloria de su persona, o fue al revés, esa duda siempre molestaba en mi cabeza. ¿Acaso fuimos nosotros, o sus mentiras, o algo superior, lo que nos convirtió en los más temidos e invencibles soldados de todo el mundo?. Que hacíamos temblar la tierra con nuestro paso, logrando que nuestros enemigos llorasen bajo el redoble de nuestros tambores, y que el cielo se abriera de par en par, para anunciar una nueva victoria. La mezcla de sentimientos se volvía cada ves más confusa en mí, a medida que sus pasos se acercaban. Era como golpes de cañones que me recordaban estelas del pasado de mi vida. Mi primera batalla, el primer muerto, mi hermano de pólvora y cañón en mis manos agonizando, y el recuerdo sublime de la primera victoria.
Maldito seas Bonaparte, pienso en mi interior con la mayor rabia posible, como logras que mi mente se torne en revuelta de avispero. Solo alcanzo a pensar la idea concreta, de que debo seguir apuntándole, más mis manos empiezan a temblar. Los pasos al fin se detienen, el devorador de naciones yace frente a nosotros, mirada desafiante y cuerpo sereno, manos entrecruzadas y gabardina abierta. Como si no tuviera miedo, como si no tuviera ningún tipo de sentimientos, solo nos observa fijamente. Para rematar, el silencio se ha tornado pesado, el clima que se respira y siente, es una tortura para todos mis sentidos. Finalmente, el oficial de mayor rango reacciona ante la arenga del Mariscal Ney, ordena preparar las armas ante el inminente baño de sangre que se avecina.
Las fuerzas que están detrás del monstruo reaccionan, y desenfundan sus rifles en tono amenazante. Sin embargo, me percato de algo inconcebible, los perros de caza del tirano, no son soldados. Quizás unos mil hombres, repartidos entre una insípida guardia real y campesinos. Mis ojos no logran entender, mi mente me estará jugando una mala pasada, acaso Bonaparte será un brujo y hechizó a esos pobres ciudadanos. Después de tantas penurias, guerras y destrucción, como demonios pueden estar empuñando sus utensilios de cosechas y armas rudimentarias en contra de nosotros, defendiendo precisamente al maldito. El que nos abandonó en la muerte blanca, quien nos sepultó a lo largo y ancho de Europa, que quebró los ideales de la revolución. Que terrible motivación, puede inspirar a estos hombres, a defender al verdugo mayor, y dirigirse ante sus inminentes muertes, bajo nuestro fuego militar.
Vuelvo a la realidad, pero no gracias al grito de “Fuego” que tanto anhelo. Un golpe de rifles al piso, que chocan con la tierra como cruces de cementerio, destrozan nuestros nervios. La orden ha sido emitida por la mano de la bestia. De inmediato, un grito fuerte y directo, rompe la calma que nos había invadido, “Ninguna gota de sangre francesa será derramada hoy”, pronuncia Napoleón. Su gabardina ondea con el viento con mayor fuerza, su pecho se nos descubre, sin títulos o condecoraciones, solo tela blanca. Avanza unos pasos, la orden por parte del general de ponernos en guardia es acatada al momento. El, se detiene, alza la vista ante nuestras cabezas, y la fija en nuestros ojos. Que terrible resolución, que valentía, que personaje, siento que al que juzgan es a mí, y él, él es el juez.
Soldados…yo los reconozco... si alguno quiere matar a vuestro emperador…aquí me tienen
Esas palabras rompieron mi voluntad, un hombre indefenso, sin armas, ante nuestros pies. Ya no, no veo un monstruo, no veo un dictador, ni siquiera un usurpador. Veo a un hombre, veo algo perdido, veo una idea, un ser como yo, y como mis hermanos de lucha, veo aquel héroe que nos guió a la gloria, veo al hombre que dio su pecho al fuego cargando nuestra insignia, veo a Napoleón. En un abrir y cerrar de ojos, los estándares impíos de nuestra fuerza caen, él, esboza una pícara sonrisa. El silencio cae ante el atronador ruido, las armas abren fuego hacía el cielo, los hombres corren ante sus enemigos y se abrazan, no lo puedo creer, el lo ha vuelto a hacer. La alegría a conquistado a la oscuridad y la muerte, los hermanos se reconcilian, y solo escucho un coro unánime a todo pulmón.
“El Emperador Ha vuelto”
In English:
"HE HAS RETURNED"
Several days ago my life reeled, the idea of his return, of his fatal encounter with us, only made me feel uneasy. Twenty years of massacres and fierce struggles, and I still do not forgive myself for having been part of them. Such things are not easily forgotten, to see men burned to death, or in the harshest winter, to see their faces torn to pieces with no mending, no mending for their families. I regret every day being a soldier, but nevertheless, I remember the past. In which we fought for an ideal, to cleanse the world of the tyrannies of murderous kings, who still scavenge for the bones of the poor, in search of scraps to feed their insatiable appetite. But everything went wrong, he, he betrayed us. Or so I think, maybe I'm wrong, but a soldier always serves his duty. And duty, is to stop him now. Although the most sincere fear, floods my body while the universal usurper watches us.
After a few minutes of scrutiny, the eyes of the beast arched, that demon decided to take the first step, leaving his ephemeral hosts behind. He began a slow march towards our fierce muskets, as if the universe revolved around him, causing time to dilate and tension to take over the place. The silence was such that it quickly took hold of all the souls present, I could swear that the animals, and even the wind, were silent while he walked towards us. I could only discern the beating of my heart, while the sweat caused by my nerves and a fierce sun, bathed my tool of death in water. There came a moment when I finally managed to hear something other than my heartbeat, but it was terrifying just to hear it. It was their footsteps, closer and closer to my platoon. It sounded like the footsteps of a giant, because of the crunching of the leaves before his boots, as nations once crunched before the passing of their armies. And I remember it as if it were yesterday, because I was part of that army.
How ironic that a creature of his lineage should be cornered in the end by his own diabolical creation. We, his army of a thousand battles, who raised him to the power and glory of his person, or was it the other way around, that doubt always nagged in my head. Was it us, or his lies, or something higher, that made us the most feared and invincible soldiers in all the world? That we made the earth tremble with our step, making our enemies weep under the roll of our drums, and the sky open wide, to announce a new victory. The mixture of feelings became more and more confused in me as their footsteps drew nearer. It was like cannon shots that reminded me of trails from my life's past. My first battle, the first dead, my gunpowder and cannon brother in my hands in agony, and the sublime memory of the first victory.
Damn you Bonaparte, I think to myself with the greatest possible rage, as you make my mind turn into a hornet's nest. I only manage to think of the concrete idea that I must continue aiming at him, but my hands begin to tremble. The steps finally stop, the devourer of nations lies in front of us, defiant look and serene body, hands intertwined and open trench coat. As if he had no fear, as if he had no feelings whatsoever, he just stares at us. To top it off, the silence has become heavy, the climate that is breathed and felt, is a torture for all my senses. Finally, the highest ranking officer reacts to Marshal Ney's harangue, he orders to prepare the weapons before the imminent bloodbath that is coming.
The forces behind the monster react, and draw their rifles in a threatening tone. However, I notice something inconceivable, the tyrant's hunting dogs are not soldiers. Perhaps a thousand men, divided between an insipid royal guard and peasants. My eyes fail to understand, my mind is playing a trick on me, maybe Bonaparte is a sorcerer and he bewitched those poor citizens. After so many hardships, wars and destruction, how the hell can they be wielding their harvesting tools and rudimentary weapons against us, defending precisely the cursed one. The one who abandoned us in the white death, who buried us throughout Europe, who broke the ideals of the revolution. What terrible motivation can inspire these men to defend the greatest executioner, and to address their imminent deaths under our military fire.
I return to reality, but not thanks to the cry of "Fire" that I long for. A thud of rifles on the ground, crashing to the earth like cemetery crosses, shatter our nerves. The order has been issued by the hand of the beast. Immediately, a loud and direct shout, breaks the calm that had invaded us, "No drop of French blood will be shed today," pronounces Napoleon. His trench coat flutters in the wind with greater force, his chest is revealed to us, without titles or decorations, only white cloth. He advances a few steps, the order from the general to put us on guard is immediately obeyed. He stops, looks up before our heads, and fixes his gaze on our eyes. What a terrible resolution, what bravery, what a character, I feel that I am the one being judged, and he, he is the judge.
Soldiers...I recognize you...if any of you want to kill your emperor...here I am...here I am.
Those words broke my will, a helpless man, unarmed, at our feet. No longer, I do not see a monster, I do not see a dictator, not even a usurper. I see a man, I see something lost, I see an idea, a being like me, and like my brothers of struggle, I see that hero who led us to glory, I see the man who gave his breast to the fire carrying our insignia, I see Napoleon. In the twinkling of an eye, the ungodly standards of our force fall, he, sketching a mischievous smile. Silence falls before the thunderous noise, the guns open fire towards the sky, the men run before their enemies and embrace each other, I can't believe it, he has done it again. Joy has conquered darkness and death, the brothers reconcile, and I only hear a unanimous chorus at the top of my lungs.
"The Emperor has returned"
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