EL BURRO COBARDE
¿Por qué debo aguantar pacientemente
este acerbo sufrir de vida esclava?
Se preguntaba el burro en son doliente
la noche que el insomnio lo embargaba.
¿Por qué si con trabajos me esclaviza
yo debo obedecerle sin quejarme?
¿Por qué debo aceptarle la paliza
que sin motivo alguno quiere darme?
¿No me he visto del agua en el espejo
que tengo un cuerpo enorme y arrogante;
que siendo mi verdugo un pobre viejo
comparado con él soy un gigante?
¿Y me ha de someter un hombre estúpido
que apenas en dos patas se sostiene,
si yo tengo dos más, pues soy cuadrúpedo
y las puedo mover según conviene?
¡Ya no he de aguantar más, me lo prometo!
Mañana apenas despuntar el día
será testigo el mundo que le meto
tamaña golpiza en singular porfía.
Se ha de arrepentir quien turbó mi calma,
si mi puño vengador lo alcanza,
pues le haré sentir en cuerpo y alma
el fuego abrasador de mi venganza.
¡En defensa propia, como un valiente,
he de iniciar mañana una gran guerra
y muy a mi pesar al día siguiente
no quedará hombre vivo aquí en la tierra!
Y así estuvo durante largas horas
rumiando su amenaza el muy grosero,
hasta que afuera se asomó la aurora
y oyó la voz mandona del granjero.
Temblaba viendo que traía el tirano
el garrote con que respetar se hacía,
y el burrito pensó que no era sano
ponerse a disputar por tontería.
Y pronto reaccionando aquel marrajo
se dijo tembloroso y asustado:
Ni me repugna a mí cualquier trabajo
ni para ir a la guerra soy soldado.
Ya se sabe, lector, que son cobardes
los valientes que ocultan sus complejos
con amenazas mil y con alardes
cuando el peligro ven bastante lejos.
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Texto e imagen de Tomás Jurado Zabala
Gracias por sus amables lecturas
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Una fábula muy moderna; se presta para aplicársela a muchos jefes.