MI VOZ EN MI CONTRA || MY VOICE AGAINST ME || [ESP - ENG] || Writing Club Contest

in Writing Club3 years ago (edited)


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Un estrecho de emociones del calibre de mis llamas, desconcertadas por mi alma indocta de su estancia. Asfixiado entre el cumulo de escombro ocasionados indirectamente en la Salina del Uyuni, incrustado de virutas de hierro por los improperios más allá de ese espejo. Un sentir clásico, estar rodeado entre compañeros criados por una generación que no adoptó el respeto. Las infancias suelen ser divertidas, emocionantes ¡Y sí que la fue! Pero solo a mis 4 años, cuando esa extraña “maña”, como le decían mi propia familia, pero siendo un crío, ni maldecir se me era permitido, mis derechos arrebatados, ocasionando el declive del lóbulo frontal. Todo por los troncos en mi río de colores que bloqueaban mis cantos y que solo se entendía el gris, volviéndome poco a poco inaudible, empezó a aparecer ese trastorno, sumando los traumas y todas esas cosas por la que todas las personas pasan ¿Cierto?

Fui herido entre silabas, extrañas e incierta, males puestos como punzadas en mi cuello trasmitiendo un peso permanente, aspirando al cabizbajo de mis desolados y crudos esfuerzos de luchar contra mis yacimientos, desconociendo los daños que hacía cuando explotaba de rabia cada vez que regresaba del colegio. Las reminiscencias no cesan a los que ya han caído por los malos; aumentado el peso, el miedo, la furia y con ella el desespero.


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Manos con dedos en alza, adjetivos en desorden y obligaciones ofuscadoras; era mi vivir diario en todos los años que me la pasé estudiando, volviéndome rígido y cada vez más gris, aunque tuve la suerte de encontrarme con Sam en mi camino escolar, un brillo en mi vida de sufrimiento mortal; alguien loco e imprevisto, que, a pesar de no llevar el peso de una condición, extrañamente también era marginado, y es ahí cuando te das cuenta que no todo el tiempo es tu culpa, las personas por sí son así; crueles, despiadadas y sin ninguna consideración de empatía ¡A él solo le encantaba la magia!

Sam la tenía peor; un día tranquilo en el que se escuchaba el viento chocar con las hojas de los árboles, del cual las ganas solo disponían de ver por la ventana el tiempo pasar. Estamos en el recreo hablando de nuestras aficiones por el anime, los videojuegos y de las chicas que nos hacían hacer chillidos cada vez que nos miraban y, de la nada, un grupo de muchachos del grado superior en la primaria vienen y nos hablan, diciéndonos raros, inservibles, estúpidos, que no servimos de nada y que el mundo nos odia, en este punto de mi vida creo que lo último que dijo es verdad. El más grande, el líder del grupo, se le acerca a Sam y le empieza a dar leves palmadas en la cara, Sam estaba conteniendo las lágrimas. El líder con una sonrisa malévola le da ferozmente una cachetada, terminando en risas entre sus esbirros. Era algo que se repitió desde entonces, cada día hasta que, Sam ya no pudo más.


FUENTE

¿Vivir con todo eso? Penitencia sin crimen y castigos perfectos con reflejos de fantasmas y agonías silenciosas. Las personas cuando no soportan buscan estrategias para sentirse seguros, y Sam ya tenía el problema en claro para eliminarlo, a mí. Todos me miraban cómo el policía del 21 de marzo del 60 observaba aquellas personas en una marcha pacífica, con odio y un aborrecimiento injustificado. Sam lo sabía, ese grupo intentaba dejar en claro que quienes se juntan conmigo, su destino iba a ser peor que el mío.

A medida que fueron pasando los días, la distancia se acoplaba al punto de la ignominia, empezando las burlas contra mí a mano del propio Sam, mi amigo, aquel que me apoyaba en las terapias y el que hizo que mi madre se sintiera aliviada, «¡Por fin un amigo!», demostraba ella con una sonrisa sorpresiva cuando lo conoció. Todo era para bien ¿No? Mi papel era el del marginado, el suyo de un niño normal, con aficiones increíbles y con sueños cumplibles...

Como auroras negras en el medio día, nacen las actitudes incoherentes e incontrolable del verboso deleznable. Pasaron los años, fui cambiando a un desesperanzado, amante del cigarro y de la desmañada excusa de ser sin más, cuando solo es la muestra obtusa de lo que es la represión sumándole la soledad.

Azotes de partes de huincas sin despojos de virtudes, vedando discretamente las costas de mi regocijo con los entes de la noche que despilfarran mis decorosos anhelos al basurero, pudriendo las normativas; empezando la psicosis. Estar en el liceo y con este terror fue lo que me conllevo a malgastar mi ser, más en los momentos de las exposiciones, que, aún dominado y aprendido el tema, era incontrolable. Desarrollando aquellas estrategias odiadas desde el quinto año de primaria; alejándome y buscando excusas, fingiendo y adoptando nuevas actitudes cuando la necesitaba. Aplicadas también en mis deseos lascivo, pues iba creciendo, deseando el tacto humano. Lo lograba, conseguía a quien me gustaba, vivía el momento, pero no dejaba de sentirme solo, como si pegara un papel intensamente coloreado que trasmitía con sus colores a un papel en blanco que duro toda su vida maleado por el sol.

Aun gozando con todo eso, las voces no cesaban y los recuerdos volvían; los golpes, los insultos, las burlas y la traición. Eran voces que por las noches me estrangulaban, en las que imaginaba que alguien entraría a mi habitación y me golpearía sin cesar alguna, como se le hicieron a Sam. La culpa por lo que él paso nunca se irá, sabiendo que fui el inicio de muchos males, el gasto desperdiciados en terapias por mi madre, el abandono de mi padre y el odio de mis familiares. No lo soportaba más, era algo que no sucumbía, esa idea atractiva y tan calmante, una que cambiaría el mundo de muchos para bien.

El amanecer en la terraza era mi ritual después de consumir tres cajas de cigarros en la madrugada, los rayos solares de esa hora siempre me daban soplo de seguir, pero lo vivido me ha carcomido de manera que el aguante de mis nudillos se ha disipado, ya la lucha contra esa nube en mi espalda había acabado. Sabía que la espasmofemia nunca se alejaría, que permanecería hasta el día de mi muerte, y así fue. Me despedí de mi madre antes de que se fuera a dormir con un fuerte abrazo, un beso en la frente y con la mayor gratitud por haberme tenido paciencia. Era hora, la luz tocando mis pies al borde del edificio, el ultimo cigarro en mi boca y mi vista al horizonte, sabiendo que por fin podré descansar.


English



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A strait of emotions of the caliber of my flames, bewildered by my soul indocta of its stay. Asphyxiated among the accumulation of debris caused indirectly in the Salina del Uyuni, encrusted with iron shavings by the expletives beyond that mirror. A classic feeling, being surrounded by peers raised by a generation that did not embrace respect. Childhoods are usually fun, exciting, and yes it was! But only when I was 4 years old, when that strange "maña", as my own family called it, but being a kid, I wasn't even allowed to curse, my rights taken away, causing the frontal lobe to decline. All because of the trunks in my river of colors that blocked my songs and that only the gray was understood, turning me little by little inaudible, this disorder began to appear, adding the traumas and all those things that all people go through, right?

I was wounded between syllables, strange and uncertain, evils placed like pricks in my neck transmitting a permanent weight, aspiring to the crestfallen of my desolate and crude efforts to fight against my deposits, unaware of the damage I did when I exploded with rage every time I returned from school. Reminiscences do not cease to those who have already fallen for the bad guys; increased weight, fear, fury and with it despair.


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Hands with fingers raised, adjectives in disarray and obfuscating obligations; it was my daily living in all the years I spent studying, becoming stiff and increasingly gray, although I was lucky enough to meet Sam in my school path, a brightness in my life of mortal suffering; someone crazy and unexpected, who, despite not carrying the burden of a condition, was strangely also an outcast, and that's when you realize that it's not all your fault all the time, people are just like that; cruel, ruthless and without any consideration of empathy He just loved magic!

Sam had it worse; a quiet day when you could hear the wind rustling the leaves on the trees, and the only thing we wanted to do was to look out the window and watch the weather go by. We are at recess talking about our hobbies of anime, video games and the girls that made us squeal every time they looked at us and, out of nowhere, a group of boys from the upper grade in elementary school come and talk to us, telling us weirdos, useless, stupid, that we are useless and that the world hates us, at this point in my life I think the last thing he said is true. The biggest one, the leader of the group, comes up to Sam and starts slapping him lightly on the face, Sam was holding back tears. The leader with a malevolent smile fiercely slaps him in the face, ending in laughter among his henchmen. It was something that was repeated from then on, every day until, Sam could not take it anymore.


SOURCE

To live with all that? Penance without crime and perfect punishments with reflections of ghosts and silent agonies. People when they can't stand it look for strategies to feel safe, and Sam already had the problem clear to eliminate it, me. Everyone looked at me as the policeman of March 21, 1960 watched those people in a peaceful march with hatred and unjustified loathing. Sam knew it, that group was trying to make it clear that those who join me, their fate was going to be worse than mine.

As the days went by, the distance was coupled to the point of ignominy, starting the taunts against me at the hand of Sam himself, my friend, the one who supported me in therapies and the one who made my mother feel relieved, "Finally a friend!", she demonstrated with a surprised smile when she met him. It was all for the best, wasn't it? My role was that of the outcast, hers that of a normal kid, with incredible hobbies and fulfilled dreams...

Like black auroras in the middle of the day, the incoherent and uncontrollable attitudes of the verbose and uncontrollable of the verbose and delectable were born. Years went by, I changed to a hopeless, cigarette lover and the gauche excuse of being without more, when it is only the obtuse sample of what repression is, adding loneliness to it.

Scourges of huinca parts without virtue spoils, discreetly banning the coasts of my rejoicing with the entities of the night that squander my decorous yearnings to the garbage dump, rotting the regulations; starting the psychosis. Being in high school and with this terror was what led me to waste my being, more in the moments of the expositions, which, even when I had mastered and learned the subject, was uncontrollable. Developing those strategies hated since the fifth year of primary school; moving away and looking for excuses, pretending and adopting new attitudes when I needed it. Applied also in my lascivious desires, as I was growing up, desiring human touch. I succeeded, I got the one I liked, I lived the moment, but I still felt lonely, as if I was gluing an intensely colored paper that transmitted with its colors to a blank paper that lasted all its life maligned by the sun.

Even enjoying all that, the voices did not stop and the memories came back; the blows, the insults, the mockery and the betrayal. They were voices that strangled me at night, where I imagined someone would come into my room and beat me relentlessly, like they did to Sam. The guilt for what he went through will never go away, knowing that I was the beginning of many evils, the expense wasted in therapies by my mother, the abandonment of my father and the hatred of my relatives. I couldn't take it anymore, it was something I would not succumb to, that appealing and so calming idea, one that would change the world of many for the better.

The sunrise on the terrace was my ritual after consuming three boxes of cigarettes in the early morning, the sun's rays at that time always gave me a breath to follow, but the experience has eaten me so that the endurance of my knuckles has dissipated, and the fight against that cloud on my back was over. I knew that the spasm would never go away, that it would remain until the day I died, and so it did. I said goodbye to my mother before she went to sleep with a tight hug, a kiss on the forehead and with the utmost gratitude for having been patient with me. It was time, the light touching my feet at the edge of the building, the last cigarette in my mouth and my eyes on the horizon, knowing that I could finally rest.


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