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Paciente N° 15. Disconforme
Realmente no es un deseo describir esta sensación; tan común es que un pensamiento lujurioso lleva a pecar, a desencadenar la estupidez humana o desinterés. Estoy envuelto, albergar este sentir me impugna de fatiga y estrés, no me he querido concentrar en ello, pero evitar, cayendo en la negación que sé que no me beneficia en nada, es casi imposible. No quiero afectar a nadie, pero su sintonía me causa náuseas y repugna, saber que mi desarrollo personal depende de que un error del pasado me hace tener deber u obligación sobre ello.
Alguna vez en mi vida tuve energía, porque como humanos, sentimos la necesidad de afecto biológico de otra persona, que te hace tener noción de un pensamiento erróneo; “¿Qué quieres?”. Podemos llenar el placer carnal, pero más allá de eso, solo queremos satisfacernos a nosotros mismo… “¿Y ya?”. Así de simple somos, estaba con ella y quería brindarle el placer sentimental o espiritual, pero pese a que lo hacía nunca pude verla con otros ojos, cada vez que intentaba esa conexión sólo veía una mente plana, no exploraba el conocimiento, solo quedaba dentro de un círculo, lo cotidiano.
No suele gustarme juzgar, pero mi incomodidad de no poder experimentar otros deseos externos a los carnales era una situación agobiante, me recordaba una historia de un señor que decía:
“Hago unos huertos extremadamente grandes, la mayoría del año recojo frutos en cantidades increíblemente excesivas, que sobraba de la venta como para su consumo propio. Ante este gran progreso, estuve perdiendo diez años de mi vida cultivando, sin ninguna causa, ni motivos algunos, solo por satisfacer mi deseo propio. Gracias a esa época tediosa, entendí que el problema nunca fue dónde, ni como, era el porqué. Mi meta en específica no era alguna, solo deseo el poder de generar más, intentar saciar las ambiciones humanas”
Perdemos nuestra capacidad de usar lo que en realidad nos mueven, las motivaciones, algo que suena con gran sencillez. Algunas personas logran obtener muchas cosas sin esto, pero al final no están conforme, igual que yo en este preciso instante. En el colapso, en que la obsesión de uno es un pecado del interés sin iniciativa, tener la razón sin algún motivo.