En esta vida los momentos de desánimo son como las épocas de lluvia, inevitables. No importa cuánto nos esforcemos por seguir hacia adelante, siempre ocurre algo que nos hace querer quedarnos tirados en la lona de este ring de boxeo que solemos llamar vida; ante estos escenarios, he construido una especie de contraataque, cuando me siento triste y me hallo sin ganas de hacer absolutamente nada productivo, con frecuencia recurro a mi álbum de fotos y mientras me adentro en él, mi estado de ánimo cambia sorprendentemente.
Observo mis fotografías y me visualizo junto a personas que estimo, en episodios felices de mi vida y aun cuando en ocasiones la nostalgia me inunde el corazón, me recargo automáticamente de buenas energías porque me contagio con mi felicidad pasada. Quizá lo encuentres un poco extraño, pero es algo que práctico desde hace mucho tiempo y siempre me resulta provechoso. Encuentro apropiado recordar lo exageradamente bueno que ha sido Dios conmigo, como sus cuidados y favores me han guardado durante toda mi vida y lo seguirán haciendo, realmente es un hecho que me llena de alegría.
A continuación, una serie de eventos pasados que me dibujan una sonrisa en el presente de solo recordarlos:
Una infancia muy feliz.
La foto de aquí abajo es solo uno de los tantos recuerdos que atesoro de mi niñez. Fue un día del niño bastante especial con los hermanos que Dios me obsequio en esta vida. Creo que soy una mujer feliz gracias a las bonitas experiencias que he podido experimentar desde muy pequeña.

Vueltas de felicidad.
Desde que estaba en el vientre de mi madre viajaba sin cesar, por ende, desde que tengo uso de consciencia he estado viajando y conociendo, me encanta. No puedo evitar contagiarme con mi sonrisa, completamente libre, sin temores.

Lecciones que enriquecen.
Aun cuando resulte difícil de entender, admiro muchísimo a mi versión adolescente, era muy disciplinada, constante y determinante. Me encantaba participar en competencias de conocimiento y prepararme con anticipación. Son actividades que hoy en día recuerdo con cierta nostalgia pero que sin duda me dibujan una sonrisa en el rostro, porque me recuerdan quien no quiero dejar de ser.

Corazones rotos sonrientes.
A tan solo dos días de haber perdido a un gran hombre, ahí estábamos, sonriendo... y debo aclarar que genuinamente. Subimos la montaña para rememorar de algún modo lo que fue la vida de nuestro amado paito. Lo recuerdo como un día extraordinario, donde entre risas y anécdotas recobramos fuerzas para enfrentar la ausencia de un ser querido, que sin duda recordaremos por siempre como aquel hombre que se sacrificó para brindarnos una mejor vida.

Sacrificios que valen la pena.
La foto que continuación comparto, es memoria de una época bonita de la universidad, los dos primeros semestres de la carrera, no fue nada sencillo aprobarlos, pero siempre recuerdo esa experiencia con satisfacción, porque realmente disfruté el aprendizaje, con todo y lo mucho que tuve que esforzarme. Siempre que veo esta foto, me traslado a aquellos días y recuerdo porque quiero ser una profesional de terapia ocupacional.

Días movidos.
Esta foto es de un período bastante agitado de mi vida, pero que no por eso fue menos enriquecedor. Añoro esos días, no importa el costo.

En este punto, tengo el corazón bastante consternado.Aquellos días fueron bastante fuertes, tuvimos que asumir cambios que nos causaban dolor y seguir hacia adelante con la frente en alto.
Si bien la vida nos golpea con dureza en ocasiones, también nos brinda la oportunidad de ser felices y decido aferrarme a eso en esta oportunidad. Mi corazón se llena de gratitud por todas y cada una de las experiencias, por la capacidad de sonreír con el corazón herido, lo que sin duda lo he ido adquiriendo con el tiempo.
Amor mío, si vas a mirar atrás, que sea para recordar lo que vale la pena atesorar, aquello que nos reconecte con nuestra esencia y nos motive a continuar hacia el futuro.