En la actualidad la humanidad está atravesando uno de los mayores retos de su historia debido a la pandemia de COVID-19 que compromete la vida de millones de personas. Aunque esta pandemia no está ni remotamente cerca de amenazar la existencia de la raza humana en el planeta, ha hecho relucir un tema que ya casi todos conocían: Nosotros somos la verdadera plaga.
Cada año aumentan las emisiones de gases de efecto invernadero deteriorando cada vez más al planeta y las razas que en él habitan. Debido a la cada vez más intensa actividad humana este proceso parece irreversible y el calentamiento global terminará acabando con la vida tal y cómo la conocemos en unos cuantos siglos.
No obstante, el daño causado por los humanos al planeta y sus especies, todavía es reversible como ha quedado evidenciado durante el confinamiento de millones de personas debido al COVID-19. La cuarentena ha ocasionado que la economía mundial aminore su frenético ritmo lo que a su vez ha permitido que se reduzca la contaminación en todo el mundo.
Como resultado el planeta Tierra y las especies que lo habitan han sido los principales beneficiados de la pandemia. De hecho, el COVID-19 es una enfermedad casi exclusiva de los humanos, un virus que está haciendo que se recupere nuestro amado planeta.
Ahora las aves han vuelto a surcar los cielos de las grandes ciudades que durante años han estado contaminados. Los animales silvestres están tomando los espacios que durante siglos les correspondieron y las especies en peligro de extinción comienzan a crecer nuevamente.
Aunque el efecto no será inmediato de seguir el confinamiento, el planeta comenzaría a recuperarse y reducir gradualmente el calentamiento global hasta un punto donde incluso los polos de la tierra podrían empezar a recuperar masa, lo que beneficiaria significativamente, no solo a las especies que allí viven, sino a todo el mundo.
Lamentablemente,el confinamiento no es un acto voluntario para salvar al planeta y este respiro que está teniendo la tierra es solo la calma ante de la tempestad. Dentro de unos meses cuando la actividad económica mundial se reactive, la contaminación seguirá creciendo a niveles nunca antes vistos y todos los beneficios ambientales que han dejado meses de confinamiento, se perderán en cuestión de días.
Como si se tratara de una película de extraterrestres, la especie humana es una especie parásita que se alimenta de todo su entorno hasta dejarlo sin vida antes de buscar otra fuente de alimentación. En la actualidad hay más esfuerzos concentrados en conquistar el espacio y así obtener nuevos recursos que en salvar nuestro propio planeta.
La pandemia ha evidenciado lo frágil que podemos llegar a ser y cómo la vida que conocemos nos puede cambiar de un momento a otro por completo. Afortunadamente para nuestra especie, esta pandemia acabará dentro algunos meses, el problema es que no deje ningún aprendizaje en los líderes mundiales.
Este no es un problema que pueda ser resuelto por los ciudadanos promedios, sino que dependerá de la ambición y política de los líderes mundiales, ¿Cuál será el destino de este planeta que afrontarán los humanos en el futuro?.
Quizás dentro de 300 o 400 años los humanos que habiten en un mundo con la naturaleza devastada y con niveles de contaminación impensables, se pregunten con tristeza, ¿Por qué nuestros antepasados no hicieron nada para salvar un planeta que lo tenía todo?, un planeta que ahora tiene su tiempo contado.
Es buen momento para reflexionar y cambiar nuestra forma de actuar en el planeta