Lovo you. —POEMA—

in Cervantes4 years ago (edited)

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Todas las noches son iguales, frías, llenas de una nieve espesa que alcanza a arropar con su manto blanco todo el bosque montañoso que me rodea.
Me encuentro en una pequeña cueva oscura cómo la muerte a la mitad de la nada dónde las aves dejaron de cantar hace mucho y el silbido del viento arrastra a su paso miedo y desesperación, el invierno aún no acaba, parece qué jamás lo hará.
¿Yo? Cómo de costumbre —y con el estómago vacío de hecho—, espero que la luna —MI LUNA—, salga para poder aullarle apasionadamente con un grito del alma arrastrante de toda pena, que LA AMO... Qué su luz y su existir arrulla mis largas madrugadas en soledad, qué aquel suave y delicado resplandor incandescente es lo que significa la luz de un faro para un barco antes de aparcar en el muelle y qué su sola presencia, allí, en lo alto, estática, pálida y muchas veces apañada por las nubes tormentosas, crean la paz suficiente para rezagar todo aquel pensamiento ahogado de melancolía y tristeza.

Comienzo a pensar que de verdad, odio el invierno. El bosque me resulta aterrador sin su luz, los días son eternos, lluviosos y la nieve está en todas partes, mi pelaje no aguanta tanto frío. Salir a cazar se torna cada vez más dificil, mi manada está muy lejos y dispersa, definitivamente he perdido su rastro. Los humanos también tienen hambre y se mantienen en cacería continua, en busca de quizás un oso, una liebre o quizás un lobo cómo yo. Con armas largas, arcos y flechas me están acechando y podría jurar que quieren herirme, yo nunca les he hecho daño —ni sé quienes son esos parásitos inmundos qué ya bastante destrucción han causado a nuestra hábitat—, ven mi muerte como su trofeo, conmigo saciarán su hambre pero me prometo que no les daré el gusto.

Mi única salida es dirigirme hacia el norte al amanecer, sin rumbo, pero allá debo ir, no sé si pueda huir con tanta tempestad, aún así tengo fe de que llegaré, cueste lo que cueste. La luna nace en esa dirección, sé que está de ese lado y me está esperando, mantendré mi dirección fija sin mirar hacia atrás.

Ya el cálido Sol comienza a despedirse de todos, su hora acabó y mi amada está por hacer su aparición.
Avanzan las horas y no la veo, sólo se alcanzan a distinguir esas diminutas y «titilantes» lucecitas blancas —siempre he pesando que son pedacitos de ella y que mi querida luna me los deja regaditos por doquier para que yo los cuente uno a uno antes de dormir y de esa forma ayudarme con mi tortuoso e insoportable insomnio, Dios cómo la amo—.

¿Qué habrá pasado? Tengo rato «acicalándome» en mi preparación vespertina acostumbrada, para aullarle a la luna y decirle que LA AMO pero, aún no aparece en el cielo, me estoy poniendo nervioso, tengo miedo de no volverla a ver.

– ¿Qué haría yo sin ella?, me digo mientras apoyo mi cabeza sobre mis patas y me acuesto sobre una piedra al borde de un precipicio, esperando que aparezca pronto. Para mi suerte y ánimo, sintiéndome ya somnoliento, la presencia de una pequeña minina blanca de pelaje abundante y sedoso, con una lunita rosada tatuada en su frente, aparece de entre los árboles y se acuesta a mi lado, ronroneando y dándome su calor, puedo sentir dentro de mí que, es ella, mi luna amada. ¡Vaya que me sorprende! Ha descendido de lo más alto del firmamento para estar aqui conmigo y escuchar de muy cerca, cuánto la amo.

~Fin.

Las fotos y el contenido es de mi autoría.