Saludos, comunidad cervantina
Comparto por acá algunas fotografías, impresiones y reflexiones de los últimos meses sobre esta ciudad.
Llegué en diciembre a la capital de Colombia, temida y odiada por muchos, pero debo decir que esta ciudad es sinónimo de Letras, para quienes nos apasionan las humanidades y la lingüistica, tenemos siempre en la cabeza el Instituto Caro y Cuervo, el Fondo de Cultura Económica y la Casa de Poesía Silva. Es reconfortante estar en esta ciudad para alguien que ha visto la decadencia de la Casa de las Letras Andrés Bello en Caracas, y el fracaso del mundo editorial por aquellos lares, gracias a la concreción del socialismo del siglo xxi (risas). Por el contrario, acá hay muchísimas editoriales, vivas y florecientes; a pesar de lo difícil que ha sido siempre la perspectiva económica de ese mundo en nuestras sociedades altamente capitalistas.
Ni hablar de la comida, la cantidad y calidad basta para querer quedarse por siempre, para quienes vivimos lo que era no poder encontrar un pan en una panadería o considerar la mortadela, los garbanzos y las sardinas comida de millonarios. Por supuesto este lugar tiene los males de América latina en cuanto a desigualdad, desempleo, inseguridad; pero creo que también tiene unas oportunidades que abren perspectivas de supervivencia mucho más aceptables que en otras ciudades. En general he observado mayor acceso a los servicios básicos y mejor calidad en los mismos. Si necesitan internet para trabajar, esto es un paraíso, en comparación con Caracas.
Plaza de Bolívar
Muchas perspectivas hay para juzgar nuestras experiencias, yo, solo tengo una limitada visión, sé de la extendida xenofobia y de los males que ha exportado mi país. La senda bolivariana no es realmente una herencia, ni una cultura general en nuestras naciones, pintadas por el mismo tricolor, ni siquiera una sombra, sino un brumoso recuerdo de épocas ya olvidadas. En cierto sentido todos somos expatriados. Confieso que no siento orgullo nacionalista. Prefiero ser anarquista, creo que lo soy desde que tengo consciencia. Pero es inevitable que estos pensamientos y contradicciones le sobrevengan a uno en estos lugares históricos.
Es una ciudad enorme, con imponentes vistas. Es un poco perturbador para mí pensar la cantidad de ciudades a una gran altura que gozan de grandes planicies.
En el Bar El Quijote
Bogotá tiene demasiados sitios encantadores. Claro, como toda ciudad latinoamericana está llena de contrastes, contradicciones, marcas de clase. Sin embargo, sus atributos culturales e históricos son realmente dignos de reseña. Su casco histórico está muy bien conservado a pesar del daño que pueden sufrir las estructuras por la humedad y los temblores. La oferta cultural es vastísima. He conocido a mucha gente acá con un nivel de lectura extremadamente bueno, sin duda esto se debe a estar expuestos a un entorno que propicia esos hábitos. Aunque, muchos de ellos, fastidiados de su ciudad, dicen que no hay nada qué hacer acá, con sorna insisten en que no se puede hacer nada interesante, pero sé que es un fenómeno muy común de anquilosamiento. Las costumbres, las rutinas producen estancamiento, y la gente no es consciente de ello. Ignoran lo que se hace en su propia ciudad, las actividades que hay en las librerías, casas culturales, universidades, museos y bares. En ocasiones también puede ser la soberbia, o los problemas de egos entre los círculos intelectuales los que producen esas reacciones de rechazo hacia esas actividades. No conocen lo que es verse realmente privado de todas estas posibilidades porque no han vivido la realidad de uno en su país de origen.
El hermoso Parkway, nicho de hipsters y bohemios
Transmilenio o transmilleno, como le dicen acá.
Me encanta haber podido recuperar la vida nocturna, de manera muy modesta, es decir, poder salir a pasear al perro, tomar una cervecita antes de volver a casa por la noche. Son cosas que había perdido hace años y ahora las comienzo a recuperar. Siento que me han quitado gran parte de mi vida, pero lo importante es no centrarse en lo que se perdió sino considerar cada día el resurgir de un nuevo yo, siempre mutable, impermanente, que se puede reanimar y reconstruir. No hay que apegarse al viejo yo y a lo que existe, sino pensar en todo como un devenir eterno, un cambio constante con muchas cosas nuevas por venir. Perdonen el discurso de autoayuda.
Está claro que no puedo resumir en un solo artículo toda una cantidad de viviencias, de pros y de contras, pero iré haciéndolo en varias publicaciones.
Gracias por leerme y por el apoyo. Todas las fotos las tomé con mi teléfono.
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