Hola respetados seguidores de CERVANTES, reciban un gran saludo. Hoy es mi primera publicación en esta comunidad, compartiré con ustedes una poderosa reflexión relacionada con las comparaciones, en este caso cuando tienes la tendencia a vivir comparándote con los demás.
Desde muy pequeña siempre he sido delgada, como muchos dicen “flaquita”, esta contextura es hereditaria, ya que gran parte de mi familia materna es delgada, esta característica no me importaba cuando era pequeña, pero cuando entré en la adolescencia hizo su entrada triunfal a mi vida el compararme con mis demás compañeras de colegio. Creo recordar que desde primer año de bachillerato, empezó este pésimo hábito en mí, pero no surgió de manera espontanea, nació con los apodo y “chalequeos”, ahora llamados bullying que mis compañeros me tenían.
Las chicas de mi salón eran curvilíneas, a su corta edad (1era año de bachillerato) empezaban a asomar sus anchas caderas y a medida que avanzaba los años, sus cuerpos fueron cambiando, para ellas afortunadamente a favor de los gustos de los chicos.
Mientras yo, seguí delgadita, no engordaba en lo absoluto, la ropa de moda para esa época era muy difícil de conseguir mi talla, por lo tanto no me vestía muy bien, mi madre hacía lo imposible por ayudarme a sentirme bien, recuerdo sus palabras de aliento, claro cuando estamos en esa edad, lo que nos dicen nuestros padres no nos ayuda mucho (cuando se refiere a belleza física), total, siempre nos dirán lo que queremos escuchar y además creemos que como nos ven con los ojos del amor, sus palabras buscan suavizar el dolor y la incomodidad que sufrimos en esa etapa de vida, además de buscar mas fortalecer nuestra autovaloración.
Seguimos en mi adolescencia, pero la gota que derramó el vaso, fue cuando empezaron los apodos, uno que nunca olvidaré era “te pareces a Olivia, la de Popeye” (los de mi época saben de quien les hablo), cada vez que escuchaba este nombre me sentía terrible, la imagen de esa chica inmediatamente aparecía en mi mente, pero con mi cara jajajaja, y peor aún cuando me llamaban así delante del chico de mi salón que tanto me gustaba, de verdad que la crueldad de los niños o jóvenes no tiene límites jajajaja.
Por supuesto, al ver que mi cuerpo nada que se desarrollaba, tenía que recurrir a artilugios que mejoraran mi apariencia, por ejemplo, me colocaba medias dentro del sostén o brassiero, con esto “aumentaba el tamaño de mis pechos”, o debajo de mi pantalón tenía un mono deportivo u otro pantalón para verme mas gordita, en fin, que sufrimiento esa época, en vez de disfrutarla, era una tortura china, jajajaja.
Obviamente, todas estas situaciones inevitablemente generaron en mi el inevitable hecho tener que compararme con mis amigas de colegio, quería ser como ellas, naturalmente “hermosas”, y digo hermosas, porque en mi mente ellas lo eran, por el hecho de ser rellenitas y bonitas, características que yo no veía en mi.
Realmente fue una gran lucha interna, no fue un año, fueron varios años de esconder mi desagrado en mi apariencia física, no les puedo negar que no me afectó, porque si pasó, pero afortunadamente no al punto de no querer ir más al colegio, de verdad no llegue a ese nivel de desesperación, pero como les expliqué si buscaba buscaba la manera aunque sea rupestre de cambiar mi apariencia, pero de igual manera fue un problema silencioso, no lo demostraba en mi colegio, ante los demás compañeros, la única que sabía de mi situación era mi mamá y mi hermana, que gracias a Dios siempre estuvieron allí brindándome apoyo, quizás gracias a ellas, las consecuencias no llegaron lejos.
Hoy día entiendo que las comparaciones son dañinas, todo este problema radica o surge en nuestros pensamientos, si desde pequeña, no solo mi mamá, sino en el colegio, hubiese existido materias o clases donde los profesores tocaran este tipo de problemáticas, pues creo que quizás, los efectos no solo en mí, sino también en las demás chicas o chicos que lo padecían, aminorarían, del mismo modo, si en cada hogar hubiesen padres que educaran a sus hijos sobre el valor del respeto a los demás, el aceptar las diferencias individuales, e inclusive explicar que existen personas físicamente diferentes, que tienen el mismo gran valor humano, considero que una gran parte del problema estaría resuelto.
Otra forma de disminuir en los adolescentes los complejo derivados por la apariencia física, es cambiando la forma de ver y de expresar la belleza en los medios de comunicación y redes sociales, si bien es cierto que aún persiste la tendencia de que la mujer bella es delgada pero con nalgas y senos grandes, también es cierto que puede ser curvilínea, lo que los hombres llaman “Un Mujerón”, es decir, características muy especificas que si las mujeres no las poseemos, “no valemos para la sociedad”, somos un cero a la izquierda.
Ahora bien, mientras lo anteriormente expuesto, no cambie, lo que si podemos hacer y luchar por que se dé, es ir trabajando la conciencia de los niños desde pequeños, y cuando hablo desde pequeños me refiero, a la edad de los 5 años en adelante, momento en que los niños empiezan a relacionar los que escuchan y ven y en base a esa información comienzan a formarse su propio criterio, como todos sabemos, la mente de los niños son unas esponjas, absorben, tanto lo bueno como lo malo.
En manos de nosotros los adultos esta cómo moldeamos los pensamientos de nuestros niños, su balanza se inclinará donde nuestras palabras y acciones los guíen, por lo tanto cuando esos niños sean adolescentes y adultos no serán, esas personas que dañarán las emociones de otros, ni mucho menos serán aquellos a quienes el boylling los arrastrará a un foso sin fondo, pudiendo traer problemas psicológicos mayores, y cuando hablo de consecuencias mayores, me refiero a bulimia, anorexia, baja autoestima, e incluso depresión y suicidios.
Afortunadamente en mi caso no fue así, si creo que pudo lesionar mi auto estima, así como también la confianza en mí misma, quizás afectándome hasta mi época de universidad, luego pude realizarme una operación de aumento de tamaño de senos, lo cual me ayudó bastante, pero lo que terminó de borrar todos mis complejos fue el saber que soy creación de Dios y por si fuera poco soy Su hija, soy creación especial, única e irrepetible, que para El soy hermosa y de gran valor, más que el de las piedras preciosas.
PROVERBIOS 31:10
Mujer ejemplar no es fácil hallarla; ¡vale más que las piedras preciosas!
Con el apoyo de la familia.
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