Hace unas semanas visité la otra Marbella, la menos conocida y más hermosa de todas, la del vecino del pueblo, la que se abre al visitante con los brazos abiertos y la que no mira tu status social para aceptarte, la vieja y hermosa ciudad que no se aleja de la moderna y cosmopolita pero que su encanto te hace estar en otro lugar cuando realmente estás en el mismo, no te olvides de visitarla cuando vengas por la provincia, merece la pena y su gastronomía se disfruta el doble.
Y es que la Marbella de los 70 cambió la vida de este precioso pueblo pesquero, la convirtió en el centro de diversión de la llamada Jet Set mundial y de tanta realeza europea que aún es inaccesible para cualquier bolsillo si no te alejas un poco de las zona exclusivas o de las urbanizaciones de lujo, son apenas unas pocas calles las que dibujan el casco antiguo de la vieja Marbella.
Sus calles recuerdan al zoco marroquí lógicamente embellecido y occidentalizado pero con el aire de sus orígenes musulmanes, la ciudad estuvo rodeada de murallas y aún conserva en la parte más alta alguna de ellas que parecen intactas a pesar de los siglos vividos. En definitiva y por suerte los pueblos andaluces así hayan intentado mejorarse, modernizarse y adecuarse al turismo o a la opulencia de otros tiempos han mantenido intacto su esencia que por otra parte hoy día vende tanto al turismo como lo que se intentó a base de miles de millones en inversiones, curioso cómo todo lo tradicional llama más la atención en estos lugares que el propio desarrollo.
No fue fácil recuperar la tradición al rápido crecimiento demográfico donde la mitad de los residentes son familias de otros países europeos e incluso de otros continentes por su conocido nombre a nivel mundial, los años 70 transformaron la ciudad y su entorno, a nadie le interesaban los barrios más humildes, todos acudían a la Milla de Oro en busca de fiestas de lujo rodeadas de glamour y diversión. Pero sí, mientras tanto los vecinos seguían con su vida, manteniendo vivos los barrios, cuidando las costumbres como la Semana Santa, la Navidad o el verano más tradicional de playa y barbacoa, mantuvieron vivos los comercios y los mejoraron para que todos los bolsillos pudieran acceder a ellos y lo han conseguido, de hecho ahora todas las clases sociales cenan juntos en los mismos locales, unos piden vino francés
y otros vino local o nacional pero en definitiva ya no hay tanta distancia física y el mundo lo agradece.
Pueblos que vuelven a nuestra Andalucía. Mañana más...

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