De nuevo me acerco para saludarles, queridos amigos de Hive Blog, con la expectativa de la lectura que puedan dar a este breve escrito que dedico al yo interno, pues cada uno de nosotros acude a sí mismo para encontrar la llave que lo conduzca del presente al futuro esperado.
Bruno necesitaba la llave que le abriera las puertas del éxito, aunque en ese año no le había ido nada mal en los negocios, requería el empuje inmediato a las grandes oportunidades financieras. Había hecho como los marinos cuando entienden que el barco se hunde, lanzó al agua todo el peso que tuvo a rastras: amistades tóxicas, deudas viejas, desorden en la casa, estudios dejados a medias, es decir cerró ciclos, tomó decisiones importantes, se puso al día con todo, y aun así sentía que faltaba algo por hacer, como mirarse un poco en su interior.
Fue a su niñez y se vio en los brazos de su madre que tiernamente le cantaba una hermosa canción de cuna mientras lo amamantaba. Obviamente exageró sus recuerdos, ya que de esto nada tenía en su mente, pero su imaginación lo llevaba y lo traía con gran velocidad entre el pasado y el presente, también al futuro, que era el motivo de su búsqueda. Al detenerse en un par de años después de aquella imagen, venían sensaciones y pensamientos que se repetían con frecuencia. Se volvió reiterativo creer que no era hijo de su mamá, que quizás como era en aquel entonces enfermera de la maternidad del hospital del pueblo, algo le decía que ella lo había adoptado de alguien que no lo pudo tener a su lado.
Cada vez cuando se miraba al espejo siendo niño, sentía que aquel no era él, o por lo menos el que todos creían que era. Su abuela le llegó a comentar que antes de él nacería un bebé hermoso pero que lamentablemente murió un día antes de nacer, dentro del vientre, esto le sorprendió y enseguida buscó la respuesta de su madre, quien tristemente le contó que su primer parto trajo a un ángel que antes debió partir de regreso en tren porque en el cielo lo necesitaban. Bruno pensó en aquello como algo injusto, pues deseaba tener un hermano con el cual pudiera jugar, pero el suyo no llegó a tener su partida de nacimiento como la de él. Semanas después su abuela le reveló que el angelito nonato se llamó Bruno, y al poco tiempo también su abuelita se estaría montando en el mismo vagón.
En el campo santo descansa su hermano Bruno y a su lado la abuela que revelaba lo que su madre quizás callaba por prudencia al dolor. Ambos ángeles tienen lápidas con sus nombres, y allí Bruno todavía se observa como ante su propio espejo, piensa que es él quien yace y no su hermano, o que probablemente sea él el mismo que dio a luz por primera vez su madre y tuvo ahora una nueva oportunidad. Dicen que los nombres vienen con un sello que marca a quien lo lleva, como Bruno que tiene a cuestas uno con su mismo apellido además –Tal vez hoy yo sería otro ¿soy yo mismo mi propia llave? - pensó Bruno viéndose en la tierra, en el mármol frío, en el silencio de la tarde de un domingo cualquiera en que los ángeles lo reciben con amor.
Está muy bueno.
@paolasatenea gracias por la visita! ♡
@lett1973 excelente escrito. Siempre disfruto tus creaciones.
Gracias amigo nel.alex! 🙂