Bajo el temblor de las horas
Ese día celebraban sus 20 años de matrimonio. Desde muy temprano, los invitados comenzaron a llegar y a llenar la sala. La música, la risa y las charlas se entretejían entre los asistentes. Los anfitriones, sonrientes, iban de un lado a otro, atendiendo, conversando: participando amenamente de la celebración que ofrecían.
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No faltó quién les pidiera la "receta" para mantener un matrimonio por tan largo tiempo: el secreto que guardaban para sobrevivir a la cotidianidad y la rutina de los días. Los dos sonreían y respondían con evasivas, y hasta con explicaciones tontas que buscaban confundir a la gente.O::0::O
El tiempo avanzaba y la celebración llegaba a su máximo apogeo. La casa completamente iluminada estaba llena de ruidos. Vibraban las paredes y los invitados, quienes no se cansaban de elogiar la bonita pareja que hacían: hijos bien educados, trabajos exitosos y vacaciones tres veces al año.O::0::O
Al comienzo de la madrugada, los invitados comenzaron a irse. De repente, a pesar de la música, el silencio tenso comenzó a sentirse. Separados, el hombre comenzó a recoger cosas, la mujer también hizo lo mismo. Creció una mudez en ellos, una indiferencia conocida y como siempre, sin despedirse, cada uno se fue a su habitación satisfechos de haber mantenido la mentira.
No faltó quién les pidiera la "receta" para mantener un matrimonio por tan largo tiempo: el secreto que guardaban para sobrevivir a la cotidianidad y la rutina de los días. Los dos sonreían y respondían con evasivas, y hasta con explicaciones tontas que buscaban confundir a la gente.
El tiempo avanzaba y la celebración llegaba a su máximo apogeo. La casa completamente iluminada estaba llena de ruidos. Vibraban las paredes y los invitados, quienes no se cansaban de elogiar la bonita pareja que hacían: hijos bien educados, trabajos exitosos y vacaciones tres veces al año.
Al comienzo de la madrugada, los invitados comenzaron a irse. De repente, a pesar de la música, el silencio tenso comenzó a sentirse. Separados, el hombre comenzó a recoger cosas, la mujer también hizo lo mismo. Creció una mudez en ellos, una indiferencia conocida y como siempre, sin despedirse, cada uno se fue a su habitación satisfechos de haber mantenido la mentira.
Me encantó. Suele pasar en muchos matrimonios. Qué triste debe ser vivir así. Saludos.