Como actor he aprendido que la identidad es la cosa más frágil que existe. Basta una visión aguda para descubrir que aquello que llamamos personalidad no es más que humo de colores, espejismos. En esencia, este oficio requiere de mucha sensibilidad e inteligencia, y si a eso le añades empatía, podría catalogarse como un trabajo espiritual.
El actor es un ladrón de gestos:
nada escapa de su ojo
Para él no existe voz, ni otro,
ni vida que no pueda ser su atavío
Pero también puede ir más allá:
Revelarnos a los dioses
ocultos detrás de la máscara,
invocar a nuestros demonios,
ser padre, madre,
ladrón o asesino,
dolorosamente humano
Extraer del amor un puñal envenenado
y odiar con la terrible fuerza de mil flores
El actor es una mentira que se desnuda,
una verdad que se maquilla.
Espero el poema haya sido de su agrado. Cualquier sugerencia, opinión o comentario, serán bien recibidos. ¡Nos vemos pronto!
Gracias, bello poema para los que nos dedicamos a la actuación.