Fuente
Con el grato recuerdo grato de nuestra cuerdita: Raúl Aular Flores, Iván Coelles,
Rubén Coelles, el Chato Cáceres, Humberto Maldonado,
Pipo Flores, Peruchito González, Graciliano Aponte, Jorge Roldan
y el viejo Mosquera…
Yo preguntaría: ¿Dónde andarán estos muchachos de entonces?
Para aquellos que son coherentes con la definición de que todo pasado fue mejor, o sencillamente reconocen que existen hombres mayores que aún reaccionamos con espíritu joven y que el sentimiento de tristeza y emoción muchas veces se juntan en uno solo; les presentamos esta imagen de la Villa de Cura bonita de los años 50 parecida a un largo bostezo. Cuando eso la urbe escasamente alcanzaba las veinte mil almas.
El testimonio que presentamos es la calle Real o calle Bolívar villacurana con sus tiendas y almacenes de ventas al mayor y negocios de modestas economías. La calle principal que trajinamos desde la infancia, porque naturalmente fuimos conocedores de la gratos espacios del pueblo de dónde venimos. La anduvimos y desandamos, tanto de día como de media noche, o tal vez a la hora en que se oía el desafinado canto de los gallos en una madrugada cuando comenzaba el frío. La Villa era un pueblo grande de solo cuatro grandes y exquisitas barriadas convertida ahora en ciudad, de escasos automóviles; muy raro era encontrar un malandro en sus calles, toda cosa turbia lo pagaba el pobre "cabezaeguaracha" que lo que parecía era un espectro; no había ni una sola tronera o hueco en el piso, al menos en esta calle como se sabe la más importante. No hay duda que hoy se le está queriendo a La Villa pero sus problemas parecen multiplicarse.
En primer plano a la izquierda se observa el famoso Hotel Continental, de la familia Cuenca, un sitio de alojamiento de viajeros, con su restaurante de comida criolla, siempre abierto y lleno de clientes. A su lado la Talabartería Venezuela y casa de habitación de don Francisco Pérez Rodríguez, desde la calle se veía el accionar de los operarios: Pablito Vegas, Cesar Licón, Félix Tabares, Morocho Colmenares, Elías Flores, entre otros.
Y al frente de la talabartería puede verse la librería Las Novedades de doña Vicenta de La Rosa de Manzo, casada con don Eduardo Manzo Fuentes, dueño de la hacienda El Ocumo. Su casona era negocio de papelería, distribuidor de libros y periódicos y a la vez sellado oficial del 5 y 6, siempre la acompañaban en el negocio tres de sus encantadores hijas: Carmen, Beatriz y Mirna. Este matrimonio villacurano tuvo un total de once muchachas bellas y gentiles, las restantes ocho no nos costó mucho averiguar sus nombres: Nina, Servilia, Nerva, Guillermina, Lastenia, Flor, Elena y Abilia.
Y más adelante en el mismo rumbo, en toda la esquina, la colosal tienda La Favorita propiedad de don Hernán Zamora, atendida por su dueño; sus empleados eran Juan Bautista Pérez Zamora y José Garrido, y diagonal, la famosa tienda La Fortuna del judío don David Sananes, vendedora de telas modernas importadas, el cacique David siempre andaba bien vestido con sus elásticas. Detrás del mostrador atendían sus empleados Carlos Díaz y Eustaquio Martínez.
En la otra esquina en el cruce de la doctor Morales la farmacia Moderna de don Rogelio Tavío Tosta, en los tiempos cuando enfermarse era barato, tenía como dependiente al joven Eliseo Briceño, despachando las fórmulas médicas, a quien recordamos como el hombre amable y excelente amigo.
La mayoría de estas casas hoy en día desaparecieron parcial o totalmente del rostro de la ciudad. No puedo pasar desapercibido que el auto blanco estacionado a la derecha es un flamante carro Chevrolet sedàn modelo 52, que sacado de la agencia concesionaria costaba alrededor de doce mil bolívares, de los antiguos. (Lo que cuesta hoy un pan de piquito).
En la Villa de aquellos días conocimos dos de estos automóviles recién estrenados, uno de la bionalista Andreina Matute Padrón y el otro perteneciente al comerciante Juan Pancho Rodríguez. La divisa norteamericana se conseguía libremente en el Banco Carabobo o Banco Provincial –los únicos Bancos que existían en la época- en bolívares 3.35 por dólar..
A un lado se puede apreciar la célebre cara de muchacho grande de Ismael Correa “Correíta”, musculoso, con su inseparable sonrisa de niño, dirigiendo sus ojos al cielo que a veces se torna de gris a violeta, de calzones bombaches y pasos ligeros. Se le consideró como el último pregonero del pueblo, a quien se le oía la vocería de las noticias de los periódicos por las calles, para después contar los centavos y mediecitos producto de la venta.
Sobre la foto no logramos precisar a qué conmemoración corresponde, puede ser el desfile celebrado en ocasión de una fecha patria o Día de la Bandera Nacional.. Pudiese ser de un “2 de diciembre”, la fecha escogida en la época perezjimenista para desfilar en la llamada Semana de la Patria..
Obsérvese la Bandera Nacional de siete estrellas, flamante, encabezando la marcha, cuyo uso era de obligatorio cumplimiento enarbolarla en los días patrios en las ventanas de las casas particulares al frente de los comercios y en las oficinas públicas, so pena de hacerse acreedor de unos días de arresto en la comandancia de policía, o una multa segura por parte del Concejo Municipal.
¡Que bella! aquella solitaria calle principal con un silencio sepulcral, con su calor de mediodía que rompía el macadam, sin actividad buhoneril . No existían casas de abastos ni supermercados chinos, ni aglomeración de gente, ni el laberinto de personas haciendo cola buscando llegar primero para comprar alimentos.
La siempre asertiva profesora Milagro Almenar todavía era una escolar, pero debe recordar que los únicos tiros que se escuchaban en el perímetro de la población y el olor a pólvora, eran ocasionales por el estallido de los cohetes que disparaba a las nubes Ramoncito Trujillo, en los desfiles, en la retreta, en navidad, paseos de música y en los toros coleados.
A pesar del tiempo transcurrido aún se mantiene en nuestra memoria esta estampa que marcaba la nostálgica vida cotidiana de aquella antigua Villa de Cura bonita.
La foto que hemos seleccionado la tomó mi hermano Raúl Carrasquel, pertenece al álbum familiar, en buen resguardo de la profesora Gilda Carrasquel.
La Villa de San Luís, invierno de 2019
Publicado en mi blog de blogger: https://letrasdeoscarcarrasquel.blogspot.com/2016/08/un-retrato-de-la-villa-de-cura-vieja.html
Hola, oscaroef , Conozci un poco la Viilla de Cura bonita de la que hablas porque pasaba por la via principal de viaje hacia Puerto Ordaz por la via del LLano. Se veia limpia, y dinamica por el transito y todos los negocios que funcionaban activamente en esa epoco el desarrollo. Y conozco la Villa de hoy, porque vivo en Maracay y la he visitado rcientemente y da tristeza ver muchos negocios cerrados con poca actividad humana. Que bueno que tu vivistes ahi y disfrutastes de esa hermosa epoca de progreso. Gracias.
Hola, @justinmar. Gracias por tu grata visita a mi blog. Agradezco mucho tu reflexión, lo que nos mueve a pensar de tu vínculo de afecto hacia una ciudad que ayer fue atractiva, creo que tuviste oportunidad de mirar sus adentros, tanto su espacio físico como su gente siempre sincera y amable con aquel que llega buscando su belleza. Es grato saludarte tenemos mucho más que contar sobre ella. Gracias
Hola @oscaroef, La vida es asi y a nosotros nos tocó ver ls dos versiones. Ojala que pronto pueda ser mejor. Saludos.
¡Felicitaciones!
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