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El sonido del gallo cantando le indicaba que el sol acababa de salir, aún no quería abrir los ojos, quería escucharlo cantar otra vez.
Kikiri kí, kikiri kí - gritó muy animado contestándole a su gran amigo. Y de un brinco saltó de la cama, fue hacia la planta de abajo, le encantaba bajar las escaleras de su pequeña buhardilla, le hacía sentir como en una casa de duendes de esas que leía en los cuentos cuando era pequeño. Se acerco a la cocina y cogió ese bol de madera que había acabado de hacer la semana pasada. Cortó una manzana, un plátano y salió al jardín a ver si el fresal había dado alguna fresa, estaba de suerte cinco fresas ya maduras estaban listas para comer, las añadió al bol.
Justo fuera de la casa tenía un gran tronco cortado a modo de taburete, le gustaba sentarse ahí a desayunar y ver como los primeros rayos de sol alumbraban el bello paisaje. Después de tomar su desayuno, se dispuso a visitar a sus gallinas, era un día soleado así que tocaba disfrutarlo les abrió la puerta del gallinero para que pudieran correr libres a sus anchas. Mientras el le echaría un vistazo al huerto, era hora de amarrar algunas tomateras, cosechar unas lechugas y regar algunos arboles. Tarareando aquella canción con una sonrisa en los labios y mucho amor en el corazón, echaba este campesino su adorable mañana
Que emocionante poema- El canto del gallo, el señor campesino ciertamente adora este momento.
Sii es de los mejores sonidos de este mundo.