Al entrar en la universidad me di cuenta de que automáticamente comencé a copiar e imitar conductas de Alfredo y sus grupos de amigos. Y sin darme cuenta estaba formando por primera vez un grupo de amigos. Tenía otras personas con quienes conversar y salir además de Andrea y Alfredo. No era un grupo como el de él, pero era un grupo de amigos.
Había algo que me parecía insuficiente, yo quería algo más, no era solamente una amistad, algo que estaba fuera de mi alcance al parecer. Una tarde, en el centro comercial, me encontré con Andrea que tenía meses que no veía. Ella se había ido a estudiar la universidad a otra ciudad. Esa tarde fuimos al cine, hablamos y, como ya tenía un celular, ella me dio su número. Estuvimos en contacto hasta la siguiente vez que volvió a la ciudad tres semanas después, y volvimos a salir. Sin darnos cuenta esto comenzó a ser nuestra forma de encontrarnos. Cada vez que ella volvía nos veíamos, íbamos al cine y luego a comer.
No fue hasta la séptima u octava vez que me percate de que siempre me pregunta por Alfredo y quiere hablar de él. Yo no tenía respuesta para ella. Se veía sorprendida al saber que ya no teníamos contacto desde hace meses. Estaba algo anonada frente a nuestra separación. Luego seguimos con nuestras conversaciones habituales de nuestros encuentros: la película, libros, series, etc. Realmente Andrea no era como los demás en el grupo de amigos. Es más ella se había graduado con honores en el liceo, fue la que dio el discurso de grado. Tuvo el mejor promedio. Para mí fue una sorpresa que pudiera ocultar muy bien su verdadera personalidad.
Esa noche no pude dormir, el nombre de Alfredo resonaba en mi cabeza. Al levantarme de la cama para ir al baño miré de reojo la libreta en mi biblioteca. No pude aguantar la tentación y comencé a leer todos los apuntes, a repasarlos lentamente. Al día siguiente volví a ver a Andrea. Tenía una sensación de nervios que no había tenido antes. Un descontrol de mi cuerpo inexplicable: un trémulo me recorría el cuerpo entero. Ella se acercó a mí con su perfume de Chanel, el del día de graduación. Recordé su vestido. Y vi sus labios, sutil brillo que se había aplicado, el cabello suelto y recién secado y planchado. Nunca antes se había arreglado tanto para mí. Se había arreglado y pintado las uñas, también. Estaba radiante. En mi cabeza, no sé por qué, resonaba la voz de Alfredo y comenzaba a recordar las expresiones suyas y la de alguno de sus amigos, algunas cosas que había leído en la libreta. Mi tono de voz cambió un poco y Andrea pensó que estaba bromeando y se reía. Comencé a decir chiste, cosa atípica en mí. Ella se reía a carcajadas, y la pasamos estupendo esa tarde. Recuerdo que caminábamos por el malecón tomados de la mano, mientras caía el sol. Nos abrazamos al llegar la noche, hubo un beso de despedida.
Después de ese día las cosas comenzaron a cambiar para mí. Había un yo nuevo que tomaba el control de las cosas y de las situaciones que mi yo normal no podía. Era un Alfredo, ese Alfredo que en sus momentos envidié y me dedique a estudiarlo meticulosamente.
Lastimosamente Andrea y yo no volvimos a vernos hasta seis meses después de aquel beso. La universidad la había absorbido y no podía venir a la ciudad. Para cuando volví yo tenía carro, y podíamos ir para donde quisiéramos, no solo al cine y luego a comer. Así que había planeado ir a la playa, salir un poco a las afuera de la ciudad donde las playas son más cristalinas.
Al encontrarnos en el cine, las cosas no fueron de lo mejor. Al parecer Andrea quería ver a Alfredo y o a mí, a Samuel. Las cosas en la cena se volvieron un tanto aburridas, nuestros temas de conversación ya no eran interesantes para ella. Definitivamente, Andrea era la Andrea que en apariencia se veía. No la que yo había conocido en el último año. Yo comencé a entristecerme viendo lo que pasaba, fue entonces cuando Alfredo tomó posesión de mí, como si se encendiera un interruptor, justo en el momento que todo se tornaba más incómodo y silencioso.
Ella comenzaba a reír, se alegraba, y las cosas cambiaron. Nos fuimos de fiesta después de comer. Una amiga de ella estaba haciendo un pequeño reencuentro. Pasamos la noche bailando y tomando, cosa que Samuel nunca antes había hecho.
Los planes de la playa se vieron agradados cuando de repente estaba las amigas de Andrea con nosotros. Quisieron continuar la fiesta. Casi no habíamos dormido. Algunas de ellas nos veían con asombro, o tal vez veían a Samuel siendo Alfredo y se sorprendían. Si escuche a una de ellas preguntarse si éramos novios, ella contestó que no. Tambaleé por un momento, pero Alfredo me siguió sosteniendo.
En medio de nuestras conversaciones, siempre salía a relucir Alfredo, no el Alfredo que imitaba yo, sino el real. Y eso me hervía un poco la sangre. Me llenaba de celos e ira por momentos. Yo no quería seguir compitiendo con él. Era un enfrentamiento constante que no me dejaba en paz. Entonces, la noche del domingo decidí visitarlo, para ver cómo estaba y si seguía siendo el mismo.
Cuando llegué Andrea estaba en su casa. Ella se fue al momento que yo llegué. No sabía qué hacía allí. Ella se hizo la que no me había visto durante todo el fin de semana. Resulta que ellos habían estado saliendo durante todo este tiempo. Alfredo me lo confesó, fue como volver a ser los mejores amigos. Me contó todo: el divorcio de sus padres, el problema de alcohol en el que se había metido, tuvo un accidente hace seis meses que fue cuando volvió a contactar con Andrea. Hay pasado malos momentos y al parecer sus amigos lo abandonaron y Andrea fue la única que estuvo para él. Él estaba haciendo unas terapias en la ciudad donde Andrea estudiaba y se había mudado. Que todo ese tiempo ellos habían estado juntos. Me confesó que Andrea le había dicho que comenzó a juntarse conmigo porque yo le recordaba a él. Es que ella siempre ha estado enamorada de él, pero él de ella no. Que la quería, pero que él no sentía lo mismo que ella. Terminaron hace unas semanas, antes de que él volviera a la ciudad. Ella vino a buscarlo. Reconoció que no le extrañaba que viniera a buscarme. Él sabía que habíamos pasado el fin de semana juntos. Así como también sabía lo del beso que nos dimos aquella noche en el malecón. Me abrazó y me pidió perdón, me dijo que lo sentía, y fue sincero.
Yo lo asesiné. Lo apuñalé con un cuchillo de mesa hasta el cansancio. Es que yo quería ser Alfredo, quería que Andrea estuviese enamorada de mí, porque yo estaba enamorado de ella. Si Alfredo seguí con vida, ella nunca se iba a enamorar de mi Alfredo, porque siempre sería un sustituto. Y yo quería ser el verdadero Alfredo, y para eso tenía que existir uno solo; Yo.
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