Carta para Amada

in Hivewriters7 days ago


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Con la mirada apartada de la lucha, recordaba con dificultad aquella figura tenue de una mujer, tu figura, Amada, que poco a poco se desvanecía entre el oscuro y profundo abismo de mis pensamientos.

Tu risa apenas era un eco de la alegría de tiempos pasados, cuando la novedad de nuestra unión hacía parecer todo maravilloso. Una mariposa jugando en tu cabello, una brisa suave moviendo tu vestido, el tintineo de la cuchara del té de la tarde, la leve mordida que dabas a tus labios cuando pellizcaba tus mejillas.

Ahora todos esos recuerdos se toman de la mano y caminan lejos de mí, despidiéndose al avanzar, confundiéndose con las horrendas voces que retumban a mi alrededor.

Ni siquiera la pequeña ave que picotea rastrojos ofrece suficiente teatro para apagar la tristeza. El peligro es más que una palabra. Es una fiera real, sedienta de sangre y vidas, que camina sobre el aire y se desplaza con rapidez entre los mortales. No necesita blandir espada alguna, no muestra sus colmillos matizados con un aliento a muerte, porque no los tiene. No necesita apretar a su presa entre sus garras, porque usa su poder de forma más sutil... más encantadora.

Una música suave se esparce como neblina fría por el campo. Un llamado al orgullo, a erguir las cabezas ofendidas por las palabras vacías del enemigo. Es agua fresca que corre por la barba sedienta del guerrero, y lo hace caminar sobre lava ardiente de espinos finos y pétalos de pedernal.

Los cortes se vuelven caricias, los rasguños, besos ardientes, los golpes, saludos cordiales en una plaza pública.

Ni la ira ni el odio se perciben como enemigos, a pesar de sus constantes ataques. El llanto y la miseria se tornan estelas, polvareda de corceles que galopan furiosos en dirección al miedo.

Un privilegio de nobles fue recibir la visita de señores. La propuesta de gloria y riquezas, de honor y reconocimiento a cambio de un simple servicio, de un esfuerzo de hombres, de una tarea monumental... de un sacrificio.

Un manto púrpura me colocaron al hombro, un bastón tallado, en mi mano derecha. Una insignia en mi pecho, decreto de autoridad sobre todo ojo que la viera. La vida de cientos de seguidores colocaron en una bolsa y la amarraron a mi caballo. La vida engañada de cientos de hombres... cientos de hombres engañados con las mismas promesas de gloria y riquezas.

Jamás pensamos en el pasar del tiempo. Se acabó como agua en un desierto y como hielo en verano. Se esfumó tan rápido como la noche justo antes de amanecer. Se apagó como carbón hundido en el mar.

Apenas tuve oportunidad de sentir tus caricias y de calentar mis noches con tus abrazos. Apenas pude componer un par de canciones a tu belleza y dedicar mis versos a tu piel. Fui arrancado por el llamado del falso deber, fui atraído por la amarga miel de la guerra. Me alejaron de los campos de trigo donde el atardecer es más acogedor, para sembrarme en los trillos de la lucha para producir miedo.

Ahora, estoy en un valle de lodo y rocas, mirando frente a frente al enemigo, consciente de lo que podría ser mi última cabalgata.

Todo hombre da una mirada atrás cuando su próximo paso es incierto. Una despedida tácita, un adiós en forma de añoranza.

El ave levanta vuelo, los gritos de lucha me despiertan del idílico sueño. Debo continuar mi camino, Amada. Golpeado por el resentimiento de no estar contigo, esperanzado con la idea de volver a verte, engañado por las promesas de victoria y triunfo.



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Me encantan las cartas, me encanta esta carta que no empaña el amor aún cuando desata los lazos. Es hermosa