
Las mejores aventuras empiezan sin planes. Caminar sin rumbo por una ciudad nueva, dejar que los detalles me sorprendan y encontrar pequeños rincones que nadie más nota. Hoy fue uno de esos días en los que el sol brillaba justo en el punto perfecto y el viento traía consigo historias de otras personas.
A veces no hace falta un destino fijo, solo la curiosidad de ver qué hay más allá de la siguiente esquina. ¿Te animas a una caminata sin rumbo?
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