La autenticidad es un valor fundamental en la vida de cualquier persona, pese a vivir en un mundo donde las apariencias a menudo prevalecen sobre la realidad, ser auténtico se convierte en un acto de valentía y de vergüenza algunas veces, porque la autenticidad implica ser fiel a uno mismo, a nuestras creencias, emociones y valores, sin dejarse influir por las expectativas externas.
Desde mi experiencia personal, he aprendido que ser directo y honesto es una de las formas más efectivas de relacionarse con los demás, ya que no me gusta la falsedad; prefiero la claridad, incluso si a veces puede resultar incómoda o la persona problema por decirle al resto sus verdades aunque estás personas muchas veces no están preparadas para asumir verdades y esto es un problema de la sociedad actual.
La vida está llena de interacciones en las que, a menudo, nos encontramos usando "máscaras" que pueden ser una forma de protegernos, de adaptarnos a las circunstancias o de encajar en un grupo, aún asi, el uso constante de estas máscaras puede llevar a una desconexión con nuestra verdadera esencia, porque cuando nos ocultamos detrás de una fachada, corremos el riesgo de perder nuestra identidad y en última instancia, nuestra felicidad.
La autenticidad de un ser humano le permite construir relaciones más profundas y significativas, basadas en la confianza y la sinceridad, sin nada que ocultar.
Ser directo no siempre es fácil, ya que a veces, la verdad puede ser dolorosa, tanto para quien la dice como para quien la recibe, sin embargo, creo firmemente que la honestidad es un regalo que podemos ofrecer a los demás, al ser auténticos, no solo nos liberamos de la carga de mantener una imagen falsa, sino que también inspiramos a otros a hacer lo mismo.
La autenticidad crea un espacio seguro donde las personas pueden ser vulnerables y compartir sus verdaderos sentimientos y pensamientos, El Dalai Lama, en su sabiduría, nos recuerda que "la verdadera fuente de la felicidad es la paz interior". esta paz interior solo puede alcanzarse cuando somos sinceros con nosotros mismos y con los demás, cuando vivimos de acuerdo con nuestra verdad, experimentamos una profunda satisfacción que no puede ser reemplazada por la aprobación externa.
Es importante reconocer que ser auténtico no significa ser hiriente o desconsiderado, la honestidad debe ir acompañada de empatía y respeto, porque la forma en que comunicamos nuestra verdad puede marcar la diferencia entre construir puentes o levantar muros, la autenticidad no se trata de desnudarse emocionalmente sin filtro, sino de encontrar un equilibrio entre ser fiel a uno mismo y ser sensible a las necesidades de los demás.
En la vida diaria, a menudo nos encontramos en situaciones en las que sentimos la presión de usar una máscara, ya sea en el trabajo, en reuniones sociales o incluso en nuestras relaciones más cercanas, la tentación de ocultar nuestro verdadero yo puede ser fuerte, pero es crucial recordar que aunque las máscaras pueden ser útiles en ciertos momentos, no deben convertirse en nuestra forma habitual de interactuar con el mundo.
La autenticidad es un viaje, no un destino, y cada paso que damos hacia la verdad nos acerca más a una vida plena y satisfactoria, me gustaría compartir una frase divertida que refleja cómo a menudo usamos estas máscaras en nuestra vida diaria:"A veces me pregunto si las personas usan máscaras para ocultar su lado 'debe' o si simplemente olvidaron que la vida no es un carnaval" esta reflexión nos invita a cuestionar nuestras propias actitudes y a considerar si estamos viviendo de manera auténtica o si, por el contrario, nos hemos dejado llevar por la corriente de las expectativas ajenas.
Fotografía principal editada en Canva.
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Nos vemos en mi próxima publicación.