La vida es un gran número de altibajos y experiencias que se van acumulando, a tal punto de forjar nuestro carácter. Algunos hemos alcanzado mucho, otros quizás no piensen de manera tan positiva, sin embargo, esas experiencias son la que definen el tipo de persona que en realidad eres.
En lo personal, cuando cierro mis ojos y me dejo llevar por los recuerdos como un viendo suave que golpea sobre mi conciencia, puedo visualizar aquel niño que un día fui. Ese que le gustaba correr y reír a carcajadas con los chamos de la cuadra, ese a quien el sol le solía tostar la piel, ya que las partidas más divertidas se daban a las 2 de la tarde, cuando el sol había alcanzado su máximo esplendor, ese a quien los callos de los pies se habían desaparecido producto de que el futbol era mejor jugarlo descalzo, sintiendo cada quemón del asfalto caliente, pero disfrutando con ojos de asombro lo hermoso que era la vida.
Sin duda, ese tiempo era maravilloso, cada hora o cada nube en el cielo, era un nuevo cuento por inventar y una nueva travesura por hacer. Allí, los días eran largo, pero las noches, aunque cortas nos seguía invitando a la diversión en compañía de la niñez de esa época tan trascendental.
Sin duda, el pensar en la niñez me llena de emociones y nostalgia, ya que me doy cuenta de la gran ventaja que mi yo niño, tenía sobre mi yo adulto y me estoy refiriendo a que él no le temía al futuro y solo se preocupaba por vivir apasionadamente cada día, ya que el mañana era tan lejano y distante que no tenía cavidad en su mente.
Sobre mi cabeza no existían los limites, nos creemos súper héroes y de allí, cada ocurrencia que nos atrevíamos hacer. Recuerdo bien como subía a las arboles más elevados del pueblo, solo para sentir la adrenalina de ver un mundo entero bajo mis pies.
Me atrevería a decir, que mis grandes profesores fueron las chancletas de mi madre, esa que ya habían adquirido una afinidad muy íntima con mis piernas, y que eran las responsables de establecer un límite en cada invento o idea descabellada sobre mi niñez. Pero, más allá de ello, cada caída, cada rodilla raspada, producto de la bicicleta, era una gran acción disfrazada que solo la vida plena nos estaba permitiendo experimentar y que quedaría guardado en mi corazón como una cicatriz que me recordaba que, aunque caiga, siempre puedo volver a levantarme.
Como bien dice el viejo refrán “lo único que te llevas son las experiencias vividas”. Aún recuerdo aquella vez que mis primos y yo decidimos ir a tumbar mango dentro de un hospital, con tanto mango en la zona fuimos a ese y solo porque estaba prohibido, ya sobre el árbol, los de seguridad nos descubrieron y en nuestro afán de bajarnos terminamos tumbando un panal de abejas, los resultados para nuestro rostro fueron traumáticos, tanto que no recuerdo cuantas de esas abejas dejaron su aguijón sobre mí.
Y como si nada hubiese pasado, solo bastaran de dos días para seguir con nuestras andanzas. De modo que, si hoy pudiera sentarme frente a ese niño, lo miraría con nostalgia, le diría que aproveche su tiempo y que disfrute al máximo esos grandes momentos que la vida le está regalando.
Sin duda, le diría “crecerás y muchas cosas van a cambiar, ya no habrá tantos momentos para jugar y si muchos para preocuparse, llegaran días oscuros y complicados y quizás esos días te hagan dudar de ti mismo, pero más allá de eso, nunca pierdas la fe y esa chisa que te hace único e increíble.”
Le reforzaría la idea de seguir aprendiendo, pero le diría que lo haga sin prisa, ya que las mejores lecciones no siempre se consiguen en la escuela. Le reforzaría la necesidad de seguir sonriendo, más allá de lo oscuro y difícil que se ponga el camino. Estoy seguro que en ese reencuentro habría muchas interrogantes y dadas por conversar. Pero al final del camino, ese niño, aún está dentro de nosotros y solo nos queda agradecerle por las maravillas que nos permitió vivir y que me ha permitido ser quien soy.
ENGLISH VERSION
Life is a great number of ups and downs and experiences that accumulate to the point of forging our character. Some of us have achieved a lot, others may not think so positively, however, those experiences are what define the kind of person you really are.
Personally, when I close my eyes and I let myself be carried away by the memories like a soft wind that hits my conscience, I can visualize the child I once was. The one who liked to run and laugh out loud with the kids on the block, the one whose skin used to be toasted by the sun, since the most fun games were played at 2 o'clock in the afternoon, when the sun had reached its maximum splendor, the one whose feet corns had disappeared because soccer was better played barefoot, feeling every burn of the hot asphalt, but enjoying with amazed eyes how beautiful life was.
Undoubtedly, that time was wonderful, every hour or every cloud in the sky, was a new story to invent and a new mischief to do. There, the days were long, but the nights, although short, still invited us to have fun in the company of the children of that transcendental time.
Undoubtedly, thinking about childhood fills me with emotions and nostalgia, since I realize the great advantage that my child self had over my adult self, and I am referring to the fact that he was not afraid of the future and only cared about living passionately every day, since tomorrow was so far away and distant that it had no place in his mind.
In my head there were no limits, we thought we were super heroes and from there, every idea we dared to do. I remember well how I used to climb the highest trees in town, just to feel the adrenaline of seeing a whole world under my feet.
I would dare to say that my great teachers were my mother's flip-flops, which had already acquired a very intimate affinity with my legs, and were responsible for setting a limit in every invention or crazy idea about my childhood. But, beyond that, every fall, every scraped knee, product of the bicycle, was a great disguised action that only the full life was allowing us to experience and that would be kept in my heart as a scar that reminded me that, even if I fall, I can always get up again.
As the old saying goes “the only thing you take with you are the experiences you have lived”. I still remember the time when my cousins and I decided to go mango picking inside a hospital, with so many mangoes in the area we went to that one and only because it was forbidden, already on the tree, the security discovered us and in our eagerness to get down we ended up knocking down a honeycomb of bees, the results for our face were traumatic, so much so that I do not remember how many of those bees left their sting on me.
And as if nothing had happened, only two days were enough to continue with our adventures. So, if I could sit in front of that child today, I would look at him with nostalgia, I would tell him to make the most of his time and to enjoy to the maximum those great moments that life is giving him.
Without a doubt, I would tell him “you will grow and many things will change, there will no longer be so many moments to play and many to worry about, dark and complicated days will come and maybe those days will make you doubt yourself, but beyond that, never lose faith and that chisa that makes you unique and incredible.”
I would reinforce to him the idea of continuing to learn, but I would tell him to do so without rushing, as the best lessons don't always come from school. I would reinforce the need to keep smiling, no matter how dark and difficult the road gets. I am sure that in that reunion there would be a lot of questions and givens to talk about. But at the end of the road, that child is still within us and we can only thank him for the wonders he allowed us to live and that has allowed me to be who I am.
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Que hermosas letras para darnos un recorrido de tu feliz infancia y es muy cierto que recordar es vivir, es lo que reflejas en tu ecrito, esas vivencias son iniolvidables. Saludos.
Un enfoque pleno positivo y que refleja la realidad de adultos que en ocasiones olvidan ser niños.
no tengo hp, pero hay !pizza 😀
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