Nunca le negaré la comida a nadie

in GEMS5 years ago (edited)
Jorge había terminado su maestría en Kiev; eran tantos los años en Ucrania que deseaba regresar a su país, pero su objetivo era regresar a Venezuela con el doctorado, así que respiró tres veces y tomó las fuerzas suficientes para continuar; eran por lo menos tres años más; de ese modo completaría cerca de diez años lejos de su casa.

Pero la única manera de poder realizar ese sueño era mantener la beca, porque estaba escaso de recursos económicos, pero tenía los bolsillos llenos de sueños. Viajó a Moscú con el dinero suficiente como para una semana, aunque estaba convencido de que en tres días todo quedaría solucionado.

El invierno moscovita es como una sabana de hielo, los árboles parecen llorar de soledad, desnudos de hojas; cuando sopla la brisa entra en relación directa con los huesos, pero la nieve es tierna al caer, como maripositas blancas que juegan con los rostros de la gente.



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Era el Moscú de los años 90, con avenidas tan grandes como solitarias, con un tránsito de personas que se refugiaba en el metro, que más bien parecía un museo blindado contra ataques aéreos.

Pero pasaron más de 10 días y Jorge no podía aún solucionar el problema de su beca, y para decirlo en el mejor venezolano: “Se le acabó la plata".

Es el día número 12; está Jorge en el estación del metro con toda la documentación lista, ahora sí podría iniciar su doctorado en kiev dentro de un mes; pero el tren ya partió, y él no llegó a tiempo; el próximo saldrá el día de mañana, y no tiene dónde quedarse, además tiene hambre, mucha hambre.

Jorge había sido un gimnasta de la selección nacional de Venezuela, entrenó conmigo en sus inicios, y me acompañó en algunos eventos internacionales. Con el tiempo nos hicimos amigos, casi familia; venía mucho a Cumaná donde pasábamos momentos inolvidables.

Solo tenía el boleto, caminó de un lado a otro como esperando que del cielo bajara alguna solución.



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Pensó en Caracas:

Allá uno puede amanecer bajo cualquier puente, pero aquí no; te mataría el frío; cualquiera te da algo de comer, pero aquí nadie te dará comida. Se sacudió la cabeza para salir de esos pensamientos; una pareja de jóvenes comían pan negro con té, les dijo que tenía hambre que, por favor, le dieran un pedazo de pan.

No solo no le dieron, sino que ni siquiera le contestaron.

Ahora también tenía mucha sed. Allí sintió ganas de gritar, de llorar. Recordó que había sido vendedor de diarios desde niño, que había crecido en un barrio duro, que algo pasaría, pero que de hambre no se iba a morir en Moscú.

Un joven de mediana estatura, trigueño, de pelo muy lacio, con rasgos hindúes, se paró a su lado. Jorge trató de abordarlo con la mayor tranquilidad posible, no quería demostrarle su angustia:

-Disculpe, ¿usted habla español?

-Sí, claro, soy venezolano -le respondió el joven.

Jorge, sin decir palabras, casi a punto de desvanecerse, se abrazó al recién llegado, y comenzó a llorar en su hombro.

-Dígame, ¿qué le pasa? -le dijo sorprendido -¿En qué puedo ayudarlo?

-Soy venezolano y me estoy muriendo del hambre -fue lo único que Jorge atinó a decir.

El joven demostraba mucha diligencia al atenderlo, le dio agua sin permitir que se la tomará apresuradamente, luego de darle algunos caramelos le dijo: “Tranquilo, no te preocupes, yo soy estudiante de medicina, dentro de un momento vamos a comer”.

Salieron del metro rumbo a un restaurante, luego de que Jorge comió y estaba calmado comenzaron a conversar.

Lo primero fue la pregunta obligada entre dos venezolanos que se encuentran en el extranjero: “¿De dónde eres tú?"

El joven contesto rápidamente:

-De Cumaná, del estado Sucre.

-¿De Cumaná? -dijo Jorge sorprendido -¿Tú, por casualidad, no conoces allá a un entrenador de gimnasia que se llama Carlos Acosta?

-¿Cómo que si lo conozco? -Ese fue mi entrenador de gimnasia.

Luis Machado había practicado gimnasia conmigo en Cumaná, hizo el curso de entrenador, y quería continuar esos estudios en San Petersburgo, pero luego se decidió por la carrera de medicina.

Y estaba en la estación esperando el metro que lo llevaría hasta allá, pero mi vida está llena de esas cosas, y digo mi vida, porque ellos son parte de ese entramado.

Cómo se mueven las fuerzas del mundo, qué energías se atraen, cómo chocan los caracoles, cómo giran las monedas, para que dos alumnos míos, entre millones de personas, se encuentren en esas circunstancias.

Ahora Luis y Jorge se quedaron unos días más a celebrar el encuentro, me nombraron hasta rabiar, decían que de esa manera me chillarían los oídos.

Luis le dio dinero a Jorge, tanto que él no quería aceptarlo.

-No sé cuándo podré pagártelo -le dijo.

-Si algún día nos vemos en Cumaná; tú pagas -respondió Luis, mientras tomaba el tren para San Petersburgo.

Horas más tarde partió Jorge para kiev, pensando muchas cosas.

-Nunca le negaré la comida nadie -se dijo en silencio.



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A veces la empatía es una cuestión también de experiencias. Saludos.

Estoy de acuerdo querida amiga.
Gracias por su visita.
Saludos.

Emocionante relato y cuando crees que nada bueno va a pasar, algo "mágico" sucede, dejando esperanza en el ambiente.

Gracias amigos de talentclub.
Pareciera que en esas esquinas de la vida, en esas pequeñas vetas de la madera, está sentado El noble creador, tomándose un café con algún harto pana, dispuestos a darnos una mano.
Me siento homenajeado por su atención.

Como suelen pensar algunos y yo cada día estoy más de acuerdo con ellos, nada ocurre porque sí y al final, hasta es muy posible que Paulo Coelho tenga razón y el Universo esté conspirando constantemente, quizás no para darnos a todos lo que queremos, pero sí, al menos, como para acudir en nuestro auxilio cuando lo necesitamos. Las descripciones me parecen realmente buenas, pero me quedo con esta frase, que me parece tan genial, que por sí misma la resume todo: 'Cómo se mueven las fuerzas del mundo, qué energías se atraen, cómo chocan los caracoles, cómo giran las monedas, para que dos alumnos míos, entre millones de personas, se encuentren en esas circunstancias'. Como siempre, mi estimado amigo, muy buen relato. Un abrazo

Mi amigo de Madrid, harto pana, poeta de las hermosas imágenes:
Siempre agradecido por recibir tus comentarios, más que agradecido contento.
normalmente das en el clavo de la frase que a mí también más me gusta.
Recuerdo ahora un un poema que escribió Borges para una versión del I king :
"El porvenir están revocable como el rígido ayer. No hay una cosa que no sea una letra silenciosa
De la eterna escritura indescifrable
Cuyo libro es el tiempo. Quién se aleja de su casa ya vuelto. Nuestra vida es la senda futura y recorrida.
El rigor ha tendido la madeja.
No te arredres. La ergástula es oscura, la firme trama es de incesante hierro, pero en algún recodo de tu encierro
Puede haber una luz, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha.
Pero en la grieta está Dios que acecha."
Sirva también este poema del gran maestro, como un regalo mío, de inicio de semana, para que tomes fuerzas y nos continue regalando su palabra, y las bellas imágenes que recoge en el camino.