—La verdad es que no estoy segura, esto es algo que me cuesta mucho, me da mucha vergüenza. Supongo que con una silla aquí en medio y, por favor, luz tenue será suficiente.—respondió ella con un hilo de voz.
No la vio convencida pero era algo que le apetecía mucho y, después de todo, no había sido idea suya. Apartó la pequeña mesa, preparó lo que le había pedido y se sentó mientras ella se preparaba en el baño.
La estancia era el típico salón de un piso, iluminado por un gran ventanal que daba a un pequeño balcón, ocultó tras unas finas cortinas blancas. Los únicos muebles presentes eran el sofá en tonos pastel, donde se encontraba, y justo en frente varios muebles con cajones, coronados por una bonita encimera de madera. Sobre ella descansaba el aparato de televisión y una pequeña lámpara decorativa. Toda la estancia tenía un agradable aroma aunque no era capaz de identificar cual.
Sofía tardaba en regresar. Llegó a imaginar que tal vez se había arrepentido, que la vergüenza la había vencido o, tal vez, sus pensamientos se habían perdido de nuevo en lo que había ocurrido. Sus últimas semanas no habían sido fáciles.
El fallecimiento de una amiga muy cercana la había golpeado recientemente. La había podido acompañar mientras esa enfermedad, diagnosticada tardíamente, la consumió en pocas semanas. Sus vidas hasta ese momento habían sido similares, esto las había unido mucho.
“Cuanto me ha faltado por vivir Sofía”. Todavía hoy esa frase, que varias veces le había escuchado durante sus últimos días, se le clavaba en el alma. A ella no el ocurriría, esas palabras impulsaron su necesidad de cambio. No sabía el tiempo que le quedaba pero estaba decidida a vivir.
Durante este proceso de crecimiento conoció a Ricardo. Le atrajo su alegría por la vida, a todo era capaz de encontrarle una parte positiva que le permitía disfrutarlo. Cuanto de eso le había faltado a ella a lo largo de su vida.
Cuando Ricardo escuchó abrirse la puerta del baño quedó expectante. Escuchó sus pasos por el pasillo, sonaban diferentes, firmes y seguros. La sorpresa fue mayúscula cuando la vio atravesar la puerta de la habitación. Si se la hubiese cruzado por la calle no estaba seguro de que la hubiese podido reconocer.
Ya habían tenido sexo, siempre agradable pero con algunos condicionantes: luz apagada, sexo “clásico” y muy poca iniciativa por su parte. De haberla tenido que definir lo habría hecho con calificativos del estilo a reprimida, beata,… Conocía parte de su pasado y sabía que tanto en su infancia como en las relaciones de pareja posteriores solo había conocido la represión. La mujer que tenía en frente no era esa.
No la creía capaz de ese cambio y realmente le habría costado imaginarla de la manera en que la tenía en frente. Había soltado su pelo y se había maquillado. En su cara destacaban esos preciosos labios, con un carmesí intenso, junto a la profundidad de sus ojos, incrementada por el rímel y la sombra de ojos. Quedó paralizado bajo la intensidad de la mirada que le dirigió al cruzar el dintel de la puerta.
Vestía una falda cortísima de cuero, a juego con sus labios. Un corsé negro de encaje le oprimía el pecho, incapaz de esconderlo bajo las transparencias, parecía formar parte de un body. Medias negras, sujetas por un ligero que se insinuaba bajo la falda, cubrían sus piernas para perderse dentro los zapatos que había elegido. También rojos, de tacón de aguja y finalizados en una punta redondeada. El conjunto lo completaba una pequeña chaqueta negra, estilo torera, que combinaba con el corsé.
No fue capaz de articular palabra mientras se le acercaba clavando los ojos sobre él. Exhibía una sonrisa pícara que tampoco le era familiar. Al alcanzar su altura intentó verbalizar unas palabras pero ella, colocando el dedo índice sobre sus labios, lo impidió. En ese momento percibió su olor, era completamente diferente. Tonos a clavo y vainilla lo embriagaron llevándolo a un estado casi hipnótico. Sofía era dueña de la situación desde el momento en el que había entrado en la habitación y lo sabía.
Se giró, dándole la espalda se dirigió al reproductor de música. Una canción comenzó a escucharse nada más ponerlo en marcha. Ricardo se dio cuenta de que nada era aleatorio o improvisado, todo había sido preparado. La supuesta timidez que había mostrado Sofía minutos antes no habían sido más que una máscara. Acompañada por los primeros compases de la música Sofía aumentó la intensidad de la luz. Esta vez no quería esconderse.
Se situó detrás de la silla, Ricardo la había colocado en medio de la habitación, bajó el rostro y mirando lateralmente lo ocultó con el pelo. Se tomó unos segundos para respirar, pensaba que ese era el momento, el punto de inflexión entre su yo pasado y la futura Sofía. El ritmo de la música se intensificó y sincronizada con él sacudió la cabeza dejando su cabello atrás. Clavó los ojos en los de Ricardo haciendo un escalofrío recorriese su espalda y le erizara la piel.
Completamente empoderada se había liberado de cualquier cadena. Esta vez se sabía deseada, segura de su atractivo, de su cuerpo y de su nuevo yo. Lo había planeado todo hasta ese justo momento. A partir de ahí solo quería dejarse llevar por la música y eso comenzó a hacer.
Se dejó envolver por los sonidos dando libertad a su cuerpo para que siguiese el ritmo. Jugaba con la silla subiendo y apoyando una de sus piernas al asiento mientras hacía vibrar las caderas, rodeándola, inclinándose sobre ella para mostrar su cuerpo, … Todo de forma pausada pero sensual permitiendo que Ricardo pudiese apreciar cada detalle. Él la observada con atención embelesado en cada uno de sus movimientos, siguiendo las sugerentes formas que era capaz de dibujar en su baile.
Bajo esos ojos que la miraban con deseo y sorpresa Sofía experimento algo nuevo, sus movimientos empezaron a generarle un agradable cosquilleo sobre la piel. La temperatura corporal se le empezaba a incrementar así como el ritmo cardiaco y la frecuencia de su respiración. Sin saber porqué toda la situación comenzó a excitarla, a producirle placer.
Poco a poco las vibraciones de la música se convirtieron en caricias sobre su piel. Su abdomen, sus piernas, toda su espalda se veía recorrida por el sonido dejándole la piel de gallina. Ahora ya era un intenso calor el que comenzaba a subir desde el centro de su cuerpo. El cosquilleo se intensificaba con cada uno de sus gestos. Estaba sorprendida, era algo nuevo que no llegaba a comprender. Solo sabía que no quería parar, deseaba más.
Todas estas sensaciones formaban parte del cambio que estaba iniciando por lo que se limitó a sentir. Cerrando los ojos continuó danzando alrededor de la silla, notando como esa excitación continuaba aumentando y le dejaba los pezones erectos. Sus fosas nasales se ensanchaban permitiéndole impulsar un poco más de aire fresco dentro de sí para aliviar ese fuego que ardía en ella.
Sabía que Ricardo la observaba, estaba hipnotizado. Dejó caer la chaqueta por su espalda de forma sensual y la hizo a un lado. El pecho quedó a la vista entre las transparencias, tiraba a generoso y aún se mantenía firme pese a superar la treintena. Los pezones se le habían puesto erectos bajo el corsé y eran más que evidente. Abrió los ojos mirando directamente a Ricardo y comprobó que también los había notado a través de las transparencias de la prenda. No podía dejar de mirarlos.
El deseo contenido de Ricardo se le veía en los ojos y esto aumentó su excitación. Se acercó a él y percibió el dulce aroma a regaliz que siempre dejaba en su piel el gel que utilizaba al ducharse, a ella le encantaba. Tomó su brazo le elevó la mano hasta alcanzar el pecho. Recorrida por una corriente eléctrica, que la atravesaba desde el pecho hasta la nuca, arqueó la espalda al notar la calidez de su mano sobre el corsé. Ricardo recorrió su seno lentamente, pellizcándole el pezón con suavidad al pasar sobre él. Ese gesto le produjo una nueva oleada de placer que la hizo gemir. Ricardo comenzó a subir la otra mano intentando alcanzar el otro seno. Sofía lo detuvo y dueña de la situación dio dos pasos atrás separándose de él.
Este control recién adoptado la llevó a un punto sin retorno. Ya no era solo su piel, su pecho, los pezones o el calor que la abrasaba. Ahora también su sexo, impulsado por el aumento de pulsaciones, comenzaba a palpitar. Alcanzó de nuevo la silla y colocó su pierna derecha sobre ella. Bajó la cremallera de la falda, que corría sobre su muslo izquierdo. Al soltarla la dejó caer al suelo y dándose la vuelta se inclinó sobre la silla para apartarla. Elevando las caderas, en este gesto medido, ofreció la vista de sus nalgas a Ricardo.
Él, deseando saltar del sofá ante esas vistas, no se dio cuenta de lo que ocurría. Mientras Sofía mantenía esa postura, apoyada en la silla con la mano izquierda y siguiendo con sus caderas el ritmo de la música, comenzó a acariciar y presionar sus pezones con la mano que acababa de retirar la falta del suelo. Esto le hacía palpitar todo su sexo, sintiendo como aumentaban sus fluidos. A la vez que su boca se abría para permitir el paso de más aire, sus labios vaginales buscaban separarse un poco para ganar espacio. Su cuerpo le pedía más y ella no le quería negar nada. Gemía imperceptiblemente con cada exhalación mientras continuaba estimulándose.
Se elevó y dándose la vuelta desabrochó los cierres inferiores del body dejando su vulva libre. Estaba desatada, nunca había sentido tanto calor interior. Quería más, soltó también los botones delanteros que oprimían el pecho que se acomodó una vez liberado de la prenda. Ya no lo ocultó, volvió a dedicarse a sus pezones, primero lentamente, luego con intensidad, apretándose el pecho, sintiendo cada roce, cada caricia. Su cara reflejaba el intenso placer que le producía.
Sus fluidos incontrolados afloraban entre los labios vaginales. Obviando por completo donde o con quien estaba cerró los ojos. Subió la pierna derecha sobre la silla y, frente a Ricardo, bajó la mano hasta su vulva. No tenía prisa solo quería disfrutar. Colocó sus dedos indicé y corazón a ambos lados del clítoris. Ejerciendo una leve presión sobre él lo acarició lentamente, acompañando el movimiento con una leve flexión de rodilla que hacía subir y bajar ligeramente todo su cuerpo al ritmo que su mano marcaba. No era la situación que habría podido imaginar pero esta era la nueva Sofía que no se privaría nada de lo que su cuerpo pidiese.
Volvió a darse la vuelta y subiéndose de rodillas a la silla elevó las caderas. Con el sexo completamente expuesto a los ojos de Ricardo acercó de nuevo su mano y con el índice separó sus labios menores. Este gesto le produjo una oleada de placer que la recorrió desde sus hombros hasta la planta de los pies. La contracción de su abdomen la hizo gemir con intensidad. Volvió a repetir el movimiento varias veces extendiéndolo hasta su clítoris, humedeciendo sus dedos mientras las sensaciones la oprimían contra la silla.
Deseaba más, lo quería dentro de si y comenzó a introducir la falange de su dedo corazón en la vagina. La descarga de placer la dejó sin respiración haciéndola enmudecer. Lentamente fue profundizando a la vez que el placer se intensificaba. Estaba muy excitada, muy húmeda, notando cada milímetro que ese dedo ocupaba sobre las paredes de su vagina. Quería más, su cuerpo pedía más presión, más intensidad. No podía contenerse y paso a introducir un segundo dedo. Movía sus caderas al ritmo de su mano, facilitando la penetración y aumentando el placer que la envolvía.
Todo su cuerpo vibraba y ella gemía incontroladamente, nunca había estado tan excitada. Su mano se movía sin miramientos, intenso, duro, buscando más profundidad. Todo el cuerpo acompañaba las acometidas, dibujando, desde la cabeza a los pies, el movimiento oscilatorio de una ola marina.
Sofía estaba cerca al orgasmo, uno diferente a cualquier que ella se hubiese podido proporcionar en el pasado. Con los ojos cerrados se levantó. Volteándose de nuevo se sentó en la silla, elevó su pierna derecha y apoyó el tacón de su zapato junto a la nalga. Esto le permitía acceso completo a lo más profundo de su cuerpo. No podía detenerse, sólo existía lo que estaba sintiendo. Ahora mientras una mano sobaba el pecho y jugaba con sus pezones los dedos de la otra acariciaban los labios y el clítoris. Su mano fue ganando en intensidad con movimientos cada vez más rápidos.
Explotó entre gemidos de la forma más intensa que hubiese sentido nunca. Todo su cuerpo se tensó con violencia arqueando la espalda, sintiendo como con cada pulso de su vagina el placer la recorría en todas direcciones. En cada oleada sus músculos se contraían llevándola incluso a notar la presión que los dedos de sus pies ejercían sobre los zapatos que vestían.
Quedó rendida con todas esas sensaciones, con el placer que estaba experimentando, sin respiración. Poco a poco su pecho permitió la entrada de aire mientras bajaban la intensidad de las oleadas que tanto la hacían disfrutar. Lentamente disminuyeron las contracciones y fue recuperando el control de su cuerpo. Tenía la impresión de que acababa de descubrirlo.
Abriendo los ojos se encontró a Ricardo en pie de frente a ella, deseándola, conteniéndose...
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@hivewatchers is this a plagarism? I see something odd on the presentation (a pseudonism) the whole pics taken from other people and not giving credict and i just find weird odd edges everywhere i look to this account. Is it just me or is plagarism?
Hi.
The photos have been sourced.
The text looks like it may be plagiarism. If you find the source, please report it here:
https://hivewatchers.com/reports/new
Ok, i will keep an eye out, so far, is all clean.