"Superman en el camino // Superman ahead" by FedericoMP is licensed under CC BY-SA 2.0
Hace un rato que no me paso por aquí. Pero ya estoy de vuelta. En mi defensa debo decir que he estado enfrascado en otros proyectos. Nunca de brazos cruzados. Ahora, vuelvo a Hive como el culo inquieto que se acaba asentando en una especie de equilibrio envolvente sobre todo lo que ha comenzado y que, de algún modo, ha encontrado la forma de compaginar para que sea posible avanzar en todo a la vez; sin prisa pero sin pausa.
Hoy os traigo algo que, además, creo que es un buen día para traer. Es algo así como un jueves de entusiasmo. El día de la semana idóneo para recordar y abrazar el entusiasmo en todas sus formas. No olvidar esa sensación que muchas veces perdemos por el frenético ir y venir de la vida. El porqué de que para mí el día del entusiasmo sea el jueves es una historia que les contaré otro día.
Lo que hoy les traigo es algo que por circunstancias he tenido la oportunidad de confirmar personalmente. Y lo cierto es que tras haberlo vivido nunca habría podido encontrar mejores palabras para explicarlo que las de Jack Kerouac en su libro 'En el camino' que ahora mismo estoy leyendo. Me queda poco más de la mitad de una obra para el recuerdo. Ningún libro nos deja indiferente y cada uno lo hace a su manera. Este no es una obra maestra de la literatura. No es un García Márquez. Pero lo que cuenta sí es una historia para sentirla.
En mi caso lo que viví fue el mito de la filosofía de vida de los negros. Y por el amor de Dios que nadie malinterprete que use la palabra 'negro' para referirme a las personas de color. No creo que sea un problema ya que yo soy blanco y punto. En ninguno de los casos es peyorativo, bajo mi punto de vista, y por si no hubiera quedado claro en la primera frase de este párrafo estoy seguro de que ahora no cabe duda de ello.
El barrio negro de Denver fue escenario de un paseo triste y solitario emprendido por un Sal perdido y desamparado. Sal no es otro que el propio Jack Kerouac, cuyo nombre real y el de sus amigos no aparece en el libro. Usa otros nombres para referirse a ellos y a sí mismo.
En aquel momento mencionó algo que yo mismo tuve la oportunidad de descubrir hablando con amigos venidos de distintas partes de África: los 'problemas de blancos' existen. Sal vagaba por las calles del barrio negro de Denver sumido en un pozo de infelicidad con el que ninguno de los negros de aquel lugar se hubiera sentido identificado. Muy al contrario, en aquel barrio tan humilde reinaba un estado de felicidad colectiva. Sal se dio cuenta en ese momento de las oportunidades que había perdido por ver la vida como un blanco. Se empeñó en lograr el éxito de los blancos olvidando que la felicidad no tiene color y el éxito no es necesariamente compatible con la última.
Creo que la felicidad no tiene color porque no depende de la forma en que la percibas sino de cuánto escuchas a tu interior. Los negros, por suerte o por desgracia, han entendido esto mejor que nadie. Si bien África es un continente azotado por la pobreza, la población de los países de cultura occidental presenta cada vez más problemas mentales relacionados con la ansiedad o la depresión. Y creo que ahora es un buen momento para sacar a colación una pregunta que una vez me hizo uno de estos amigos a los que tanto aprecio: ¿alguna vez has visto a un negro suicidarse? Nosotros no tenemos vuestros problemas. No nos preocupan las cosas que os preocupan a vosotros.
Si llego a escribir esto al principio, se me hubiera tomado por imbécil. Puede que con razón. Pero desde luego, llegados a este punto, es una pregunta que interesante. Evidentemente no por el hecho de ser negro, pues los hay que viven en un mundo totalmente occidental, compartiendo, pues, los problemas y preocupaciones de los blancos. ¿Está nuestro estilo de vida acabando con nosotros? Sé que hay muchos hivers hispanoamericanos y la cultura de este maravilloso lugar del mundo es, también, occidental. Me interesa mucho vuestra opinión.
Ahora no puedo sino reproducir, finalmente, este fragmento tan poderoso que quiero compartir con vosotros.
Al atardecer malva caminé con todos los músculos doloridos entre las luces de la 27 y Welton en la parte negra de Denver. Y quería ser negro, considerando que lo mejor que podría ofrecerme el mundo de los blancos no me proporcionaba un éxtasis suficiente, ni bastante vida, ni alegría, diversión, oscuridad, música; tampoco bastante noche. Me detuve en un puesto donde un hombre vendía chicles en bolsas de papel; compré una bolsa y me la comí paseando por las oscuras calles misteriosas. Quería ser un mexicano de Denver, e incluso un pobre japonés agobiado de trabajo, lo que fuera menos lo que era de un modo tan triste: un hombre blanco desilusionado. Toda mi vida había tenido ambiciones blancas; por ello había abandonado a una mujer tan buena como Terry en el valle de San Joaquín. Pasé por delante de los sombríos porches de las casas de los mexicanos y los negros; había voces suaves, ocasionalmente la morena rodilla de una chica misteriosa y sensual; y detrás de emparrados y rosales, oscuras caras de hombres. Niños sentados como sabios en viejas mecedoras. Un grupo de mujeres negras se acercó, y una de las más jóvenes se destacó de las mayores y se dirigió rápidamente hacia mí.
- ¡Hola, Joe! - Y súbitamente vio que yo no era Joe, y dio la vuelta corriendo y quise ser Joe.
Pero era únicamente yo mismo, Sal Paradise, triste, callejeando en aquella oscuridad violeta una noche insoportablemente agradable y deseando charlar con los felices, cordiales y en éxtasis negros de América. Aquellos miserables barrios me recordaron a Dean y Marylou, que desde su infancia conocían estas calles tan bien. ¡Cuánto deseé encontrarme con ellos!
Abajo, entre la 23 y Welton, unos chicos jugaban un partido de baloncesto bajo unos focos que también iluminaban el gasógeno. Una gran multitud alborotaba a cada jugada. Los jóvenes y extraños héroes eran de todo tipo: blancos, negros, mexicanos, indios puros, y jugaban con gran seriedad. Sólo eran chicos de los descampados en camiseta y pantalón corto. En toda mi vida de deportista jamás me había permitido hacer algo así; jugar frente a las familias y amiguitas y chicos del vecindario, de noche, bajo las luces del alumbrado público; siempre lo había hecho en el colegio y la universidad, a la hora anunciada, con solemnidad; ninguna alegría juvenil, nada de la alegría humana que tenía esto. Ahora ya era demasiado tarde. Cerca tenía a un viejo negro que parecía contemplar el partido todas las noches. Junto a él estaba un anciano vagabundo blanco; después una familia mexicana, después unas chicas, unos chicos..., ¡la humanidad entera! El pivot se parecía a Dean. Una rubia muy guapa sentada cerca de mí era como Marylou. Así era la noche de Denver; yo no hacía más que morir.
Al otro lado de la calle las familias de negros se sentaban en las escaleras de delante de sus casas y charlaban y miraban la noche estrellada a través de los árboles o simplemente tomaban el fresco y a veces miraban el partido. Pasaban muchos coches por la calle, se detenían en la esquina cuando las luces se ponían rojas. Había excitación y el aire estaba lleno de la vibración de una vida auténticamente feliz que no sabía nada de las ocupaciones, de las tristezas de los blancos y de todo eso. El anciano negro tenía una lata de cerveza en el bolsillo de la chaqueta y la abrió; el anciano blanco contempló con envidia la lata y se rebuscó en los bolsillos para ver si podía comprarse también él una. ¡Me estaba muriendo! Me alejé de allí.
Fui a ver a una chica bastante rica que conocía. Por la mañana sacó un billete de cien dólares de su media de seda y dijo:
- Has estado hablándome de un viaje a San Francisco; ya que quieres ir, coge este dinero, vete y diviértete.
Así que todos mis problemas quedaron solucionados y cogí un coche en la agencia de viajes por once dólares para ayudar a pagar la gasolina y salí zumbando a través del país.
'En el camino', Jack Kerouac, editorial ANAGRAMA, S.A., 1989, Colección Compactos.
Espero hayáis disfrutado leyendo tanto como yo escribiendo.
Un abrazo a todos y en especial a los amigos de @la-colmena, @alebrijes, @aliento, @curangel, @hispapro, @celfmagazine, @templo y @curaciones-fh.