Saludo Hivers,
Si me agrada una lectura por el interesante contenido y excelente conocimiento que aporta, es probable que realice dos o más revisiones de forma analítica para comprender mejor las ideas que presenta su autor; un hábito similar he desarrollado al observar ciertos aspectos del medio en que me encuentro, si llama mi atención elementos u objetos que me guste apreciar por su belleza, valor social, cultural, tecnológico o natural, puedo pasar mucho tiempo apreciándolo y tratando de entender su significado; esto me ocurre con los colores naturales y artificiales de la época navideña.
Mi amiga Sheylicar, quien vive en Madrid y con quien compartí alegres momentos durante esta navidad; fue una ejemplar compañera al colaborarme en la culinaria jornada de hacer hallacas venezolanas para comer durante la cena de noche buena y días posteriores.
Ella comparó el llamativo color rojo naranja con el simbólico policromado que realza el horizonte madrileño al caer las 18:00 horas con el esplendoroso fenómeno fotoquímico efecto Mie; su analógico comentario no podía ser más oportuno cuando el amplio ventanal de mi apartamento permitía deleitar la vista con este hermoso carnaval de colores que parecían empalmar el confín celeste con el lejano horizonte al este de Madrid.
La armonía del color aviva el ambiente
Mi amiga al igual que yo, también es de Venezuela y por tanto compartimos costumbres gastronómicas, sobre todo cuando se trata de platos típicos como la hallaca, pan de jamón y ensalada de pollo. Aunque tenía una parte del trabajo adelantado, faltaba mucho por hacer porque hacer hallacas es todo un arte que supone un considerable trabajo.
Un poco de música criolla, unas copas de vino y los llamativos colores rojo, naranja, amarillo y verde que se encontraban bien distribuidos en ingredientes, objetos y ambiente físico natural, fue un estupendo complemento para desarrollar esta alegre jornada de cocina.
Comer hallacas con pan de jamón y ensalada de pollo siempre será un verdadero placer; sin embargo, cuando existe un colorido entusiasmo para preparar uno mismo su plato típico, es otra cosa. Bien podíamos haber revisado anuncios publicitarios y promociones hechas por compatriotas que se encuentran en Madrid y ofrecen este servicio gastronómico; no obstante, para mi amiga y yo no era excitante, por eso preferimos recordar cómo se disfruta este hermoso momento de preparación; mejor aún, reír porque el pan quedó con mucho relleno y se pasó un par de minutos en el horno; además, hacer la comparación de estas hallacas con las de nuestras madres o abuelas. Para mí, toda esta linda vivencia llena de colores, es parte fundamental de la navidad.
El ambiente y su relación con el estado de ánimo
Mi amiga Sheylicar y yo, extrañamos el tropical clima del oriente de Venezuela, sus mares, playas, montañas, llanuras y generosos cursos de agua dulce que abrazan los valles recorriendo cientos de kilómetros y rematan sus aguas en las cuencas oceánicas.
¿Cómo no extrañar una navidad en mi tierra natal? Las hojas de banana que se utilizan para envolver las hallacas, son cortadas en el fondo de la casa por mi padre, quien es un eterno agricultor. En este 2022 que comienza, planificaré pasar noche buena y recibir el año próximo desde el calor de mi hogar patrio en Venezuela. Gusto en compartir el color de la navidad desde mi punto de vista. Un abrazo fraterno.
If I like a reading because of the interesting content and excellent knowledge it provides, it is likely that I will make two or more analytical reviews to better understand the ideas presented by its author; a similar habit I have developed when observing certain aspects of the environment in which I find myself, if elements or objects that I like to appreciate for their beauty, social, cultural, technological or natural value catch my attention, I can spend much time appreciating it and trying to understand its meaning; this happens to me with the natural and artificial colors of the Christmas season.
My friend Sheylicar, who lives in Madrid and with whom I shared joyful moments during this Christmas; she was an exemplary companion in collaborating with me in the culinary journey of making Venezuelan hallacas to eat during the Christmas Eve dinner and the following days.
She compared the striking orange-red color with the symbolic polychrome that enhances the Madrid skyline at 6:00 p.m. with the splendorous photochemical phenomenon of the Mie effect; her analogical comment could not have been more timely when the large window of my apartment allowed me to delight my eyes with this beautiful carnival of colors that seemed to join the celestial boundary with the distant horizon east of Madrid.
The harmony of color enlivens the atmosphere
My friend, like me, is also from Venezuela and therefore we share gastronomic customs, especially when it comes to typical dishes such as hallaca, ham bread and chicken salad. Although I had some of the work done, there was still a lot to do because making hallacas is an art that involves a lot of work.
A little Creole music, a few glasses of wine and the striking red, orange, yellow and green colors that were well distributed in ingredients, objects and natural physical environment, was a great complement to develop this joyful day of cooking.
Eating hallacas with ham bread and chicken salad will always be a real pleasure; however, when there is a colorful enthusiasm to prepare one's own typical dish, it is something else. We could well have reviewed advertisements and promotions made by compatriots who are in Madrid and offer this gastronomic service; however, for my friend and I it was not exciting, so we preferred to remember how to enjoy this beautiful moment of preparation; better yet, to laugh because the bread was very filling and spent a couple of minutes in the oven; also, to make the comparison of these hallacas with those of our mothers or grandmothers. For me, all this beautiful experience full of colors, is a fundamental part of Christmas.
The environment and its relationship with mood.
My friend Sheylicar and I miss the tropical climate of eastern Venezuela, its seas, beaches, mountains, plains and generous freshwater streams that embrace the valleys for hundreds of kilometers and end their waters in the ocean basins.
How can I not miss Christmas in my homeland? The banana leaves used to wrap the hallacas are cut in the back of the house by my father, who is an eternal farmer. In this 2022 that begins, I will plan to spend Christmas Eve and welcome the coming year from the warmth of my homeland in Venezuela. I am pleased to share the color of Christmas from my point of view. A fraternal embrace.
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