La nostalgia me embarga en días como hoy. Me alegra ver a quienes felicitan a sus padres, me duele el alma por aquellos que no tuvieron a los suyos y me identifico de cierta forma con aquellos que los perdieron.
Y digo “de cierta forma” porque hay quienes pasaron años al lado de los suyos, que aprendieron de ellos y los disfrutaron a más no poder antes de la partida inminente o inesperada. Luego están los que se identificaran con mi historia.
Para mí, una de las cosas más tristes es no recordar a papá por mi cuenta. Ni su rostro, su voz o su amor. Solo lo recuerdo a través de los demás, de fotos, de historias.
Fueron otros y no mis propios recuerdos los que me enseñaron el hombre, el amigo, el esposo y el padre que fue. Fueron las fotos las que al compararlas me mostraron cuánto nos parecíamos. Fueron las historias las que me permitieron saber de sus aventuras, sus locuras, sus aciertos y desaciertos. Fueron sus cartas las que me mostraron su talento innato, su aprecio por la poesía. Fueron sus letras, sus ojos y las memorias ajenas las que me hicieron saber cuánto me amaba.
Pero sí fueron mis inquietudes, mi dolor y mis lágrimas las que me acompañaron por años, noches de pesadillas relacionadas con su partida, noches eternas de llantos desconsolados, llanos de confusión y agonía porque no lo entendía; no entendía por qué, por qué yo, por qué nosotros, por qué tan pronto.
Fueron mi ira y mi tristeza las que me atormentaron, las que me impedían aceptar que él no estaba y no estaría más, nublaron mi juicio y mermaban constantemente mi felicidad. Se adueñaban de mí, especialmente en las noches cuando la soledad se hacía más real, más insostenible, inconsolable.
Lo perdí demasiado pronto.
Y aunque sé que lo sentí alguna vez, no recuerdo lo que se siente tener un papá. Y duele.
Hay días que duele más que otros. Hoy por ejemplo, el dolor me abruma. Hoy siento de nuevo su perdida y me duele no recordarle como se lo merece.
Lo perdí demasiado pronto.
Pero lo que me cuentan de él, me lo tatúo en el alma para no olvidarlo jamás.
Lo amo y todo lo que se relaciona con él, con nosotros, lo atesoro.
Incluso estas palabras, este desahogo.
Me heredo tanto, que incluso a veces siento que me heredo la fortaleza para vivir sin él.
Gracias por leer.
Disculpen si se les aguó mucho el guarapo pero realmente quería compartir lo que escribí para papá.
Feliz día a los suyos. ❤️