“Tú estás y yo vuelvo a nacer, y cuando estás yo me gozo de esa paz que tú me das”. Así dice una canción que interpreta Papo Rivera que no he podido sacarme de la cabeza esta semana.
Pasé muchos años buscando esta canción sin saber cómo se llamaba y quien la interpretaba. Había algo en ella que me llamaba mucho la atención. Aún no sé bien qué es. Hay partes de la letra que no me gustan, sin embargo no he perdido el gusto por ella. Buscándole alguna explicación ahora, creo que la melodía me parece muy buena, en combinación con la voz de Papo.
De cualquier modo, lo que dice la canción me ha provocado una reflexión. Esta canción es cristiana, y nos cuenta cómo con la presencia de Dios, todo se ilumina. Yo pensaba en lo grato que es sentirse así, inclusive por encima del motivo que te lo dispare. Esa sensación de que todo está bien, en su sitio y completo. Esa sensación de paz que solo la alineación con el espíritu puede proporcionar.
A veces, te sientes así de pleno en compañía de tu pareja, tu hijo(a) o tu perro. Otras veces la sensación la provoca alguna actividad placentera o hobby. El enamoramiento tiene también potencial de hacerte sentir caminando entre nubes. Esa plenitud es como la describe Jorge Bucay: “ir de novio con la vida”.
El origen de esa sensación de plenitud en realidad no es externa, sin embargo, como hemos aprendido otra cosa, la buscamos en estímulos fuera de nosotros. El único problema que tiene eso (y no es un problema menor), es que cuando el incentivo externo desaparece o cambia (lo que ocurrirá irremediablemente), nuestro estado de ánimo muta con ese movimiento. Eso deja a merced de los vaivenes de la vida el cómo nos sentimos.
Yo creo que nos podemos apoyar en esta suerte de “señuelos” fuera de nosotros siempre que tengamos plena comprensión que en realidad son eso: facsímiles razonables de lo que podemos conseguir en nuestro fuero interno. Podemos usarlos a nuestro favor porque el principal objetivo es conseguir la emoción positiva de la que estoy hablando: plenitud, paz, amor, felicidad. ¿Hay algo o alguien que te dispara esta sensación? Aprovéchalo con conciencia y disfruta la expansión que sientes en tu corazón.
Mientras, ve practicando que la sola existencia, la vida misma, este juego que llamamos vivir, solo eso, paga la entrada. La cantidad de factores que han tenido que juntarse para que estés aquí leyendo esto son innumerables. Tú lo decidiste, tú querías. Tu grandeza no cabe en este cuerpo y aun así te proyectas en él porque la mera experiencia te parece fascinante. Como dice Emilio Carrillo, esta dimensión es el “no va más” de la exploración de las emociones humanas.
“Tú estás y yo me siento nuevo, tú estás y yo vuelvo a nacer”. Ese “tú” no es alguien fuera de ti, eres tú mismo lo que es capaz de proporcionarte esa sensación de felicidad perenne. Tu alma, tu espíritu, tu conexión con la vida en pleno. “Cuando estás, yo me gozo de esa paz que tú me das”. El “cuando estás” tiene que ver con estar presente, sin culpa por el pasado (que ya no existe) y sin ansiedad por el futuro (que como no ha sido experimentado, tampoco existe). Cuando estás, cuando eres, la consecuencia irremediable es sentir esa paz de la que habla la canción: “el fuego que me acaricia, el pan que me da la vida, el agua de mi sequía”.
En palabras de Diego Dreyfus, ten cojones y AMA. A ti, a todo lo que se mueva. Ama el presente, las flores, el canto de los pájaros. Ama lo que te divierte, a tus hijos, a tu pareja, a la potencial pareja, a tu gato, a tus padres, a tus hermanos. Esa es la puerta de entrada y el camino hacia esa plenitud. AMA.
Gustavo León
#LaFelicidadEsPortatil