Otro lunes con sabor amargo,
con el sueño atrasado en la mochila
de las cosas pendientes,
con mi cara de zombie
que no sé dejar en casa,
con las esperanzas puestas
en el café de una taza.
Otro lunes de horas extras.
Lo posible y lo imposible
me juegan malas cartas:
la ruta a pie, el servidor caído,
Movistar sube la renta
(como siempre) sin previo aviso.
Otro lunes de mierda.
Sin dulce, sin recompensa;
con la batería en diez
y la luz fugada,
con una lista de cosas
pospuestas para mañana.
Pero me miran feo,
con mala cara,
si voy diciendo: