Fuente
Dicen que, en la Edad Media, las brujas fueron las que desataron la peste negra; sin embargo, fueron los sacerdotes quienes encendieron el infierno, mientras los hijos de Dios, dándole la espalda a la humanidad, cerraban sus ojos para orar en cajas vacías.
Ahora bien, ¿Quiénes eran las brujas? En aquel entonces, en un mundo dominado por la ignorancia de los barones que se mezclaba con el fetichismo religioso, se solía creer que las primeras mujeres científicas, médicas, astrólogas, botánicas, filósofas, entre otras, hacían pactos con satanás para adquirir conocimientos prohibidos sobre la naturaleza y el cuerpo.
En el siglo XII, con el decreto Ad Abolendam del papa Lucio III en 1184, la Santa Iglesia Católica instaura la Santa Inquisición. La cual da inicio al genocidio de miles de mujeres acusadas de brujería, mujeres que se resistían a ser esposas y madres sumisas, mujeres que rompían con las cadenas de la sociedad patriarcal. Cuando el hombre sintió que estaba en peligro su poder dominador y, con ello, sus privilegios, en todos los aspectos de la vida, debido a la mujer, vio a una nueva Eva, a la cual llamó “bruja”.
Las brujas eran acusadas socialmente de ser la causa de todos los males sociales, lo cual conllevo a legitimar el genocidio y la tortura en nombre de Dios. Durante los oscuros siglos XIV y XVII las hogueras brillaban más que el sol, mientras que el fuerte olor a muerte, que emanaba de los crucifijos, hacía del mundo un cementerio.
Era tanta la maldad en los hijos de Dios que no les bastaba con arrebatarle la vida a las mujeres, sino que además las forzaban, mediante el tormento y sufrimiento del cuerpo, a dar un falso testimonio de inculpación para así poder morir rápido en una hoguera (esta confesión justificaba la condena).
El 19 de mayo de 1487 el papa Inocencio VIII aprueba el tratado sobre brujas y, a su vez, manual de derecho inquisitorial "Malleus maleficarum - El martillo de los malvados" (conocido como el Martillo de las brujas), escrito por los dominicos Heinrich Kramer y Jakob Sprenger, en donde se determina que las brujas merecen los peores castigos que cualquier criminal que habite la faz de la tierra, pues las faltas de estas son tan atroces que superan los pecados y caída de los ángeles del mal.
Me gustaría pensar que la caza de brujas hace muchos años ha terminado; sin embargo, creo que algunas personas aún estamos llenos de prejuicios y estereotipos que nos impiden crear y vivir nuevas realidades sociales.
Hay nuevas formas de vivir la sexualidad, de construir la familia, de relacionarnos con la naturaleza, de educar y aprender, de pensar el sistema económico, de hacer ciencia, entre otras cosas, que usualmente determinamos como desarrollos de vida ingenuos y perjudiciales para la sociedad establecida.
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