Lluvia en la colina

in GEMS5 years ago


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Del cielo el agua caía con fuerza en la ciudad. Las calles estaban casi desbordándose y los pobres transeúntes que quedaban terminaban con el agua por las rodillas. Los toldos en la parte delantera de las tiendas se encontraban repletos de personas que esperaban que terminara aquel diluvio.

Una joven llegó corriendo e intentó entrar en el pequeño toldo de la panadería, pero nadie la abría paso, así que se lanzó a la carretera y con todo el esfuerzo que pudo arrastró sus pies entre el rio de agua que parecía querer tumbarla, y así siguió andando hasta llegar a una parada de autobús también repleta.

Pero refugiarse ya era inútil para aquella muchacha, que había quedado empapada por la poca amabilidad de aquella ciudad, a los cinco minutos llegó un autobús que se dirigía al sector donde vivía y como todos los demás hizo cola para embarcarse.
Pero al llegar a la puerta el cobrador le prohibió la entrada. “Estas mojada, así no subirás”, Le espetó. Así que, sin dudarlo, la chica se arrojó nuevamente a la lluvia y emprendió el camino a su casa.

Durante quince minutos estuvo caminando debajo de la fría lluvia, el peso de su ropa le hacía ir más lento, pero eso no la detuvo, hizo lo imposible por llegar. Mientras subía la colina donde vivía, el agua le golpeaba en las rodillas y la arrastraba de vez en cuando por la calzada llena de lodo. En una oportunidad, resbaló y cayó sobre el morral que colgaba de su espalda, quedando toda su espalda de color marrón.

Frustrada, se sacudió las manos y continuó, ya solo faltaban unas calles. A su lado pasaban los vehículos y mucha más agua era salpicada a su cuerpo. Pero aquella chica solo tenía el objetivo de llegar a la pequeña casa encima de la colina.

Y así lo hizo, llegó después de cincuenta minutos de lucha contra el agua. Abrió la puerta de golpe y entró en aquella pequeña casia, que estaba casi tan mojada por dentro como por fuera.

No se detuvo en quitarse los zapatos ni la ropa para no ensuciar el interior, al final de cuentas sería ella misma quien limpiaría aquel desastre luego. Solo corrió a la única habitación que había en aquel lugar. Era pequeña, en su interior solo había espacio para dos pequeñas camas individuales y un mueblecido sobre el que reposaba un televisor, el cual estaba encendido a todo volumen y transmitían y alegre programa de música. Encendió las luces y en una de las camas lo que parecía un montón de ropa se agitó temblando.

“Estoy aquí, no tienes porque temer, ya llegué” Dijo la chica a aquel bulto. Poco a poco, la tela se fue descubriendo y se rebeló una cara muy arrugada. Cuando los ojos lagañosos vieron a aquella muchacha, en una boca de labios delgados se mostró una sonrisa ausente de dientes, y con entusiasmo salió completamente de debajo de las sábanas a abrazarla.

“Demoraste niña, demoraste, se cae el cielo y me aplastará”, dijo la señora abrazando a su la mojada muchacha.

“No te aplastará abuela, aquí estoy yo para cuidarte”. Y eso hacía cada día, cuidar a su abuela, protegiéndola de sí misma y de su débil mente enferma. Siempre estaba en riesgo, e incluso las pocas horas que aquella muchacha se ausentaba eran riesgosas para la salud de su amada abuelita. Pero no tenía otra opción, por eso siempre corría intentando apresurarse, intentando estar con esa persona que tanto había cuidado de ella y que hoy la necesitaba cada instante.

Porque así era el amor, incondicional. Para ella solo importaba estar al lado de aquella que quería tanto.

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