Lo miraba y al tomar su mano tenía la absoluta certeza de que estaba segura. Era como si el hecho de que estuviera conmigo, significara que nada malo podría pasarme. Y sí, solo porque él estaba ahí, junto a mi.
Cuando me levantaba en sus brazos y me daba vueltas en el aire, cuando me sostenía en sus hombros, yo no tenía miedo, sabía que tenía a mi super héroe personal y que así estuviera lejos del suelo y a punto de caer, todo estaría bien. Porque él, nunca me soltaría.
Junto a ese hombre, aprendí a confiar y también supe como amar. Pero amar de verdad, con ese amor incondicional que no te deja caer y que te dura para siempre.
Crecí junto al hombre de mi vida, al que amo y amaré, crecí junto a un super hombre que era mi super héroe, crecí con un alma noble que me dio alas sinceras, crecí junto a un soñador, maestro y cuenta cuentos, crecí con el hombre de mi vida. ¿Pude tener mayor suerte?
Él me enseñó las lecciones más grandes, me enseñó a ser fuerte y seguir. Me enseñó que 15 años pueden ser suficientes para toda una vida y que aunque la distancia entre dos corazones sea tan grande como del cielo a la tierra, es una distancia insignificante y a veces nula para un amor como el suyo, como el nuestro... Ese amor que él me enseñó.
Hubiese dado la vida entera por tenerte para siempre y abrazarte, gracias por mostrarme que desde lo azul de los días me abrazas eternamente. Gracias por mostrarme que aunque no estas no te fuiste de mi. Que los años que te tuve, son suficientes para que sigas vivo, a mi lado, para toda la vida.
