Misterios Médicos: Zombies Vudú Haitianos

in GEMS5 years ago

Todos tenemos un período en nuestras vidas en el que creemos en la magia. Normalmente es durante la infancia, cuando estamos llenos de inocencia y nuestros ojos brillan al oír sobre San Nicolás, o el Ratón de los Dientes, hasta que inevitablemente nuestras creencias son destruidas y nuestras ilusiones aplastadas, bien sea porque alguien nos contó la verdad, la descubrimos por nuestra propia cuenta, o simplemente razonamos que tales seres no podrían existir. Supongo que la desilusión sólo se podría comparar a la de Yuri Gagarin cuando se convirtió en el primer hombre en viajar al espacio y confirmó que no había un Dios viviendo en los cielos, pero peor, porque al menos él no se encontró a sus padres allí arriba.


Sin embargo, hay algunos que continúan creyendo en magia, normalmente de una naturaleza más oscura y malévola, durante la edad adulta. La brujería es una práctica relativamente común en múltiples religiones, la mayoría con fuerte influencia africana o indígena, en donde se realizan rituales, rezos, e incluso sacrificios en el nombre de alguna deidad a cambio de buena fortuna, éxito personal, o en ocasiones, para perjudicar a un enemigo. Es cierto que hay algunas otras religiones, como el Wicca o el Neopaganismo, con elementos mágicos más benevolentes, pero que reconocer que su popularidad es mucho menor a la de sus variantes más maliciosas. Y hay una de ellas que, por su fama e impacto cultural, destaca por sobre las demás: el Vudú.


Personalmente soy bastante escéptico con todo lo que sea de origen religioso, y mucho más cuando se relaciona a la magia. Respeto a quienes aún la consideran real (a pesar de la evidencia en contra) pero considero que es una creencia arcaica que debió haber quedado atrás, como las “teorías” que estipulan que la tierra es plana y se encuentra en el centro de nuestra galaxia. Aun así, es cierto que en ocasiones nos encontramos con cosas bastante difíciles de explicar y que, por donde se vean, parecen tener al menos algunos elementos sobrenaturales. Tal es el caso que repasaremos hoy: Los zombies haitianos creados con vudú.

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Los zombies son un elemento siempre presente en nuestra cultura, popularizados en las décadas de los ’60 y ’70 y usados como una crítica social al consumismo. Hoy en día son unas de las criaturas más conocidas y usadas en todos los medios de entretenimiento, y ni hablar de su prevalencia como disfraz de Halloween (en serio, ten un poco de originalidad). En la mayoría de representaciones, son cadáveres revividos por algún virus, o en ocasiones sin explicación alguna, que se alimentan de los vivos, bien sea de su cerebro o de cualquier parte de su cuerpo. Qué ocurre con este alimento luego de ser ingerido es un verdadero misterio ya que no se les suele ver excretándolo (ni eructando, parece ser que el secreto para una buena digestión es estar un poco muerto). Se sabe que su fama se extendió mundialmente gracias a películas como La Noche de los Muertos Vivientes y su secuela El Amanecer de los Muertos, pero la palabra ha estado en uso desde muchos años antes de su primera mención en cualquier película. El caso de Haití destaca por sobre todos los demás, y es que ahí los zombies son considerados una realidad.


Si bien el primer uso conocido del concepto de “zombie” data de 1697 en la novela francesa Le Zombi du grand Pérou, ou La comtesse de Cocagne, en esta obra se refiere más a un fantasma incorpóreo que a un muerto viviente con hambre de carne humana. En la cultura haitiana, el término “zombi” o “zonbi” tiene un significado más parecido al que todos conocemos, pero con la especificación de que el cadáver es revivido mediante brujería o magia negra, normalmente para ser usado como esclavo en las plantaciones. El ritual para convertir a un humano en zombi normalmente es realizado por un Bokor; un brujo practicante de la religión Vudú, quien se dice es capaz de hacer magia negra, aunque también de actos benévolos.


En el vudú, se cree en el dualismo del alma: una parte (llamada Ti Bon Ange; pequeño buen ángel) es responsable de las funciones físicas, como la circulación o respiración, y otra (Gros Bon Ange, gran buen ángel) controla la personalidad y el carácter. El bokor es capaz de atrapar ambas partes del alma, haciendo de la persona un esclavo zombi corpóreo, o de crear un zombi astral, cuya alma está encerrada en una botella y trae éxito y fortuna a quien la posea. Ahora, seguro piensas que esta es la parte del post en donde digo que todo esto es falso y producto de mitos y supersticiones, pero la verdad es que hay bastante evidencia -legal incluso - de personas que “murieron” para luego resucitar. No estoy afirmando que los zombis son una realidad y que deberías tomar un curso online de vudú para resucitar a un esclavo que haga tu tarea, pero sí es cierto que tenemos que analizar toda la evidencia detenidamente para tratar de encontrar una explicación lógica a todo esto.


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La mayor parte de esta evidencia viene de las crónicas de un botanista canadiense llamado Wade Davis, quien en 1982 investigó la leyenda de los zombis haitianos en una expedición para el Museo Botánico de Harvard. Allí conoció a un bokor que, tras mucha persuasión y una cuantiosa compensación económica, le explicó el proceso de zombificación.


Todo comenzaba con una mezcla en polvo llamada coup de poudre, literalmente “golpe de polvo”. Los ingredientes del coup de poudre incluían una variedad de hierbas con supuestos poderes místicos, partes de animales, y huesos humanos, comúnmente de tumbas profanadas. La manera de administrarlo podía variar, desde frotarlo en la piel hasta diluirlo en un líquido y dispararlo en un dardo, pero los resultados eran los mismos: la rápida y aparente muerte de la víctima. Sin embargo, el bokor le admitió a Wade que en realidad no era letal; la mezcla sólo paralizaba a la persona y ocultaba sus signos vitales, disminuyendo su pulso y frecuencia respiratoria y aboliendo el sonido de sus latidos cardíacos, pero esto era suficiente para engañar a la mayoría de los doctores, quienes pronunciaban la muerte del paciente y, debido al calor y la escasez de morgues refrigeradas en las zonas más rurales de Haití, autorizaban el entierro del aparente cadáver escasas horas después. Algún tiempo tras la sepultura, posterior al retiro de los dolientes, el bokor desenterraba el cuerpo, y ahí comenzaba el ritual.


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Este antiguo rito vudú consistía en capturar el ti bon ange de la víctima, separando su alma en sus dos partes y creando a la vez dos tipos de zombis: el corpóreo, o zombi cadavre, y el ya mencionado zombi astral. La parte astral, o lo que antes había sido el ti bon ange, era entonces atrapada en un contenedor, y reemplazada por un loa; espíritus intermediarios entre el hombre y las deidades vudú, bajo el control del bokor. Uno o dos días después, se le administraba a la víctima una pasta hecha con un tubérculo conocido como ”pepino de zombi”, junto con batata y jarabe de azúcar, que revivía a la víctima y la mantenía en un estado servil, sin memoria, y casi sin rastros de su personalidad anterior. Así comenzaba la (no) vida del zombi; un cascarón vacío usado para mano de obra gratis, esclavizado en los sembradíos, completamente bajo el yugo del bokor, hasta que éste muriera. Sólo entonces el zombi quedaría en libertad, pudiendo finalmente regresar a su hogar y morir en paz.


Pero no todo eran leyendas e historias contadas por alguien que perfectamente podría ser un charlatán valiéndose de la credulidad de un joven recién graduado. Verán, lo que desencadenó la expedición fue una noticia que se hizo conocida mundialmente sobre Clairvius Narcisse, un hombre haitiano quien, en 1962, acudió a un hospital local quejándose de disnea (dificultad respiratoria) y fiebre alta. Dos días después, estaba muerto. Marie-Clare y Angelina, sus hermanas, identificaron el cuerpo posterior a la emisión de su certificado de defunción (aún guardado en los archivos del pueblo de l’Estere), y el día después fue enterrado en el cementerio local. Su historia no termina con su muerte, sin embargo, ya que 18 años después en 1980, Angelina estaba en el mercado cuando se le acercó un hombre conocido. Este se presentó como su fallecido hermano, y al examinarlo de cerca, no había dudas de que se trataba de él. Le contó cómo había sido envenenado, supuestamente por orden de su hermano con quien había tenido una disputa, y había caído en un estado de parálisis, pero aún consciente de todo. Escuchó cómo los doctores lo pronunciaban muerto, y a su familia llorando su deceso durante su sepultura. Estuvo atrapado en el ataúd hasta que fue exhumado por un bokor, quien lo amarró y amordazó para luego administrarle una pasta que, según él, lo robó de su voluntad para luchar y escaparse, sumiéndolo en un estado onírico. Por dos años estuvo así, trabajando como un esclavo en una plantación, hasta que su captor fue asesinado por otro zombi, y sólo así quedó en libertad. Apenado, y asustado de su hermano quien él pensaba había sido el causante de sus penurias, vagó sin rumbo por 16 años, viviendo como un vagabundo, hasta que se enteró de la muerte de su hermano y decidió que podía volver a casa sin correr peligro.


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Pero Wade, siendo un hombre de ciencia, se negó a aceptar esta versión supernatural de los hechos y se dedicó a buscar una explicación lógica y terrenal a todo lo que se había encontrado. Se dio cuenta de que muchos de los componentes, tanto del coup de poudre como de la pasta a base de pepino de zombi, tenían propiedades ya conocidas y estudiadas que podrían ser la clave para entender la verdad tras el arte de la zombificación. Adquirió e investigó los componentes del polvo zombi y se dio cuenta que habían 3 ingredientes que siempre se repetían: huesos o partes humanas, una variedad de plantas, y pez globo. Este último era de particular importancia, porque se sabe que contiene una poderosa toxina llamada tetradotoxina. La tetradotoxina, o TTX básicamente funciona impidiendo la transmisión del impulso eléctrico que generan las neuronas, llamado potencial de acción, bloqueando los canales de calcio (uno de los canales en las membranas de las células nerviosas a través de los cuales pasan electrolitos, como el calcio, sodio o potasio, con carga eléctrica). De esta manera, el potencial de acción no puede disparar el movimiento muscular, y se produce una parálisis, que en dosis suficientemente grandes puede llegar a afectar incluso el corazón y el diafragma (el principal músculo encargado de la respiración). La víctima mantiene su consciencia por unos momentos, pero al no haber actividad cardíaca ni respiratoria, al cabo de pocos minutos se corta el flujo de sangre y oxígeno al cerebro y se cae en una especie de coma. Afortunadamente, el efecto suele ser temporal y reversible, y la persona afectada puede recuperarse completamente si el efecto cede antes de que haya daño cerebral severo.


Como podemos ver, este efecto concuerda con lo que se supone que hace el coup de poudre, por lo que la aparente respuesta razonable sería que los demás ingredientes cumplían un pequeño o incluso nulo papel, y el estado de “muerte falsa” era causado por la TTX del pez globo. Teniendo ya una explicación con sentido (más allá de “un brujo lo hizo”) para uno de las fases de la zombificación, se decidió a analizar también los componentes de la pasta que usaban los bokor para revivir y esclavizar a sus víctimas, centrándose especialmente en el “pepino de zombi”, que no era más que una planta llamada Datura stramonium, común en zonas templadas, y altamente tóxica. Entre las sustancias constituyentes de la Datura se encuentran se encuentran la atropina, la hiosciamina, y la escopalamina (también conocida como hioscina o burundanga), capaces de provocar fuertes reacciones psicotrópicas, junto con un estado de delirio y desorientación. Habiendo descubierto esto, Wade planteó la primera parte de su teoría sobre la verdad de la zombificación vudú: El bokor envenenaba a la víctima con el coup de poudre a base de pez globo, y al hacer efecto la tetradotoxina, esta caía en un estado casi indistinguible a la muerte. Esperaba entonces al fin de los ritos funerarios, y desenterraba el cuerpo para darle una dosis de pasta creada principalmente con Datura. La combinación de los efectos psicotrópicos de esta planta, junto con la hipoxia (falta de oxigenación) cerebral causada tanto por la TTX como por el poco aire en el ataúd promedio, hacía que la víctima despertara confundida y en un estado de estupor, siendo fácilmente sucesible a sugestiones y manipulación psicológica por el supuesto hechicero, quien se aprovechaba de esto, junto con el daño cerebral causado por la hipoxia, para esclavizarlo y convencerlo de que había atrapado su alma, y por lo tanto, se encontraba ahora bajo su control.


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Sé que has tenido la imagen metal equivocada cada vez que has leído “pepino de zombi”, así que déjame ayudarte con una foto de una Datura stramonium



Pero existían fallas con su hipótesis. Primero, la dosis de TTX tenía que ser exacta para causar el efecto deseado; de agregar menos sólo provocaría cosquilleo y un estado de euforia, y una cantidad excesiva causaría la muerte definitiva, sin esperanza de “revivir”. Tras analizar varias muestras del polvo obtenidas durante la expedición en Haití, se encontró que la cantidad de tetradotoxina era inconsistente, y por lo tanto era poco probable que el proceso de zombificación ocurriera de manera regular y confiable. Otro problema era que la Datura, si bien causa desorientación, esta es sólo temporal, incapaz de mantener a una persona sin voluntad durante periodos prolongados. Quizás la hipoxia podría ayudar con esto, pero alguien con el suficiente nivel de daño para cerebral como para ser así de dócil no estaría muy capacitado para cualquier tipo de labor manual.


Pero entonces, ¿Cómo explicamos el caso de Clairvius Narcisse, y de otros aparentes ”zombis” documentados e identificados por sus familiares? Pues, tomamos en cuenta todos los factores anteriores, más uno de suma importancia: la creencia. Anteriormente hablé de los síndromes culturales; síndromes psicológicos ligados al folklore de un pueblo o a las creencias de una persona. Sabiendo que la fe de un individuo puede ser tan fuerte como para cambiar la percepción de su propio cuerpo e incluso causar síntomas físicos, no es descabellado pensar que la prevalencia de la cultura vudú en Haití, en la que los zombis son vistos como reales por una buena parte de la población, pueda afectar a una persona sometida al proceso de zombificación lo suficiente como para que genuinamente crea estar muerto, y bajo el control de otra persona, incapaz de rechazar sus órdenes porque sus propias creencias se lo impiden. Esto, ligado al uso de las toxinas y sustancias psicotrópicas anteriormente mencionadas, junto con el trauma psicológico que conlleva el ser enterrado vivo, sin duda alguna podría ser capaz de crear un estado parecido a la catatonia esquizofrénica, simulando la zombificación que podemos ver en obras de ficción, pero con más docilidad y menos muerte y canibalismo.


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Menos “cereeeebrooooos” y más “ayuda estoy siendo secuestrado por un esclavista”



En resumen, si bien es cierto que al visitar una plantación en Haití no te encontrarás con una mano de obra zombificada y esclavizada que sería la envidia de los dueños del plantaciones del sur estadounidense antes de la Guerra Civil, es más que posible que hayan existido zombis vudú, al menos en pequeñas cantidades, a lo largo de la historia de la nación. Sin embargo, la religión vudú no tiene nada que ver con esto, por lo menos no de manera sobrenatural. En las raras ocasiones en las que la dosis de tetradoxina fuera la adecuada, y la víctima fuera erróneamente pronunciada muerta y luego desenterrada a tiempo antes de morir por la falta de oxígeno en la ataúd, es posible que la mezcla de la experiencia por la que acaba de pasar, en combinación con sus fuertes creencias personales en la hechicería vudú, y seguramente algunas amenazas de muerte por parte del bokor (la vieja confiable, esa nunca falla) sean suficientes para lograr un proceso de ”zombificación”, no causado por magia negra, sino por trauma, manipulación psicológica, y el uso de drogas. Y difícilmente sería la primera vez que todos esos factores en conjunto causen un estado de docilidad, o incluso catatonia. Como podemos ver, incuso las más complejas situaciones tienen una explicación basada en la ciencia y alejada de lo sobrenatural. Aún no encontramos la respuesta a muchas incógnitas, ni el porqué de innumerables fenómenos, pero como siempre me gusta decir, el hecho que no tengamos explicaciones ahora no significa que no las tengamos nunca. Después de todo, y como ya dije en la introducción, hace algunos miles de años pensábamos que vivíamos en una tierra plana y el sol giraba a nuestro alrededor. Es cuestión de nunca desistir, y de buscar la verdad por compleja que sea.

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