It was a sunny afternoon at the Temaikén Biopark. The air smelled of nature and the murmur of families mixed with the sounds of animals. Among all of them, a deep and powerful sound began to stand out: the howl of a howler monkey.
The visitors stopped, some looking around in curiosity. A small child, holding his mother's hand, asked in amazement:
"Mom, what is that?"
"It's a howler monkey," she replied, pointing to the top of a tree in the primate enclosure.
There he was, a majestic dark-furred monkey, with his throat inflated as he emitted his characteristic roar. His call reverberated in the air, like an echo from the jungle brought to the zoo.
Some tourists took out their cell phones to record it; others simply watched it, amazed by the power of that sound. In the group of monkeys, another monkey answered him, and for a moment, it seemed that the entire zoo fell silent to listen to that ancient dialogue.
The magic of the animal kingdom was manifested in its maximum expression, reminding everyone that, even if they were in a biopark, nature always had its own language, strong and vibrant.
Era una tarde soleada en el Bioparque Temaikén. El aire olía a naturaleza y el murmullo de las familias se mezclaba con los sonidos de los animales. Entre todos, un sonido grave y poderoso comenzó a destacar: el aullido de un mono aullador.
Los visitantes se detuvieron, algunos mirando alrededor con curiosidad. Un niño pequeño, agarrado de la mano de su madre, preguntó con asombro:
—Mamá, ¿qué es eso?
—Es un mono aullador —respondió ella, señalando la copa de un árbol en el recinto de los primates.
Ahí estaba él, un majestuoso mono de pelaje oscuro, con la garganta inflada mientras emitía su característico rugido. Su llamada retumbaba en el ambiente, como un eco de la selva traído hasta el zoológico.
Algunos turistas sacaron sus celulares para grabarlo; otros simplemente lo observaron, maravillados por la potencia de aquel sonido. En el grupo de monos, otro ejemplar le respondió, y por un momento, pareció que el zoo entero quedaba en silencio para escuchar aquel diálogo ancestral.
La magia del reino animal se manifestaba en su máxima expresión, recordando a todos que, aunque estuvieran en un bioparque, la naturaleza siempre tenía su propio lenguaje, fuerte y vibrante.