Sofia was nine years old when she visited the Temaikèn Biopark for the first time. She loved animals and dreamed of being a veterinarian, but nothing had prepared her for what she was about to experience.
As she arrived at the White Tiger enclosure, her eyes widened in amazement. There, among the vegetation and rocks, a majestic tiger rested, its white fur shining in the sun. Its blue gaze caught her immediately.
"His name is Shiro," said a nearby keeper. "It means 'white' in Japanese."
Sofia fell silent, watching him. At that instant, Shiro raised his head and looked directly at her. She felt a strange connection, as if the tiger was trying to tell her something.
That night, in her dreams, Sofia met Shiro again. But this time, he spoke:
"Protect those who have no voice. Someday, we will meet again."
The next morning, Sofia woke up with her heart racing. Her visit to Temaikèn had not only left her with an incredible memory, but also a purpose. From that day on, she knew that her destiny was to help animals.
Years later, she became a veterinarian and worked in big cat conservation. And one day, at another sanctuary, she saw a white tiger again. It wasn't Shiro, but when she looked into his eyes, she felt the same whisper in her heart.
Sofía tenía nueve años cuando visitó el Bioparque Temaikèn por primera vez. Amaba los animales y soñaba con ser veterinaria, pero nada la había preparado para lo que estaba a punto de vivir.
Al llegar al recinto del Tigre Blanco, sus ojos se abrieron de asombro. Allí, entre la vegetación y las rocas, un majestuoso tigre descansaba con su pelaje blanco resplandeciendo bajo el sol. Su mirada azul la atrapó de inmediato.
—Se llama Shiro —dijo un cuidador cercano—. Significa "blanco" en japonés.
Sofía se quedó en silencio, observándolo. En ese instante, Shiro levantó la cabeza y la miró directamente. Ella sintió una extraña conexión, como si el tigre intentara decirle algo.
Esa noche, en sueños, Sofía volvió a encontrarse con Shiro. Pero esta vez, él habló:
—Protege a los que no tienen voz. Algún día, nos volveremos a encontrar.
A la mañana siguiente, Sofía despertó con el corazón acelerado. Su visita a Temaikèn no solo le había dejado un recuerdo increíble, sino también un propósito. Desde ese día, supo que su destino era ayudar a los animales.
Años después, se convirtió en veterinaria y trabajó en la conservación de grandes felinos. Y un día, en otro santuario, volvió a ver a un tigre blanco. No era Shiro, pero cuando lo miró a los ojos, sintió el mismo susurro en su corazón.
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