Siendo niño (unos 8 años aproximadamente) presenciaba que mis hermanas y mi madre se sentaban ciertas noches a ver en la televisión una serie que se llamaba La caldera del diablo (“Peyton Place”, en inglés), que transmitieron a finales de la década del 60. No tenía edad para comprender nada de lo que esa comedia-drama (especie de telenovela) estadounidense presentaba y tampoco me dejaban verla. Pero algunos rostros podían fijarse, y allí vi por primera vez a Mia Farrow, un rostro delicado que quedó grabado en mi memoria.
Hoy, 9 de febrero, Mia Farrow cumple 80 años, y quiero con este modesto post rendirle mi tributo.
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Cuando era un joven volví a reencontrar aquel atrayente rostro en uno de los más fuertes filmes de suspenso y terror que vi entonces, el clásico de Roman Polanski, El bebé de Rosmary (también titulado como “La semilla del diablo”). El filme es de 1968, pero yo lo vería pasados unos 10 años, quizás. El personaje de la esposa y madre, Rosmary, es interpretado inolvidablemente por Mia Farrow, trasmitiendo esa sensación de sospecha, miedo, dolor y decisión que supone la conducta del personaje.
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Luego actuaría en otros filmes, pero yo la seguiría especialmente, siempre con admiración, en varias de las realizaciones del cineasta estadounidense Woody Allen, uno de mis directores favoritos. Con Allen, Mia Farrow tuvo una relación amorosa de varios años, que terminó con una ruptura deshonrosa para él (pero eso es otra historia).
Lo cierto es que Mia Farrow fue protagonista en alrededor de diez filmes dirigidos por Allen, entre el drama y la comedia, en los que generalmente interpreta personajes femeninos —novias, amantes, esposas, solteras— problematizados de algún modo, que tienen vidas conflictuadas por situaciones amorosas, de incomunicación, incomprensión, soledad, etc. Entre ellos puedo nombrar ahora Broadway Danny Rose (1984), Hannah y sus hermanas (1986), Septiembre (1987), Alice (1990), Maridos y mujeres (1992).
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De todos los filmes de Woody Allen protagonizados por Mia Farrow, mi preferido es La Rosa Púrpura del Cairo, uno de los filmes más ingeniosos y lúdicos del cineasta estadounidense. Es una comedia, aunque de tono melancólico, en el que Farrow protagoniza a Cecilia, una esposa maltratada por el desamor de su marido —todo un patán—, que, en la década del 30, busca refugiarse en el cine, asistiendo todos los días a la sala próxima. Luego de ver varias veces el mismo filme, titulado como el de Allen (“La Rosa Púrpura del Cairo”), se produce un evento fantástico: el personaje que tantas veces ha admirado sale de la pantalla y vive con ella una aventura que alegra provisionalmente la vida de Cecilia, aunque vuelva a la tristeza al final.
La interpretación única que hace Mia Farrow de su personaje en este filme nos embelesa (casi como Cecilia con su personaje ensoñado). Sin mayores movimientos, es su mirada, su sonrisa, su tierna voz, la que nos encanta. Creo que es un personaje que pasará a la memorable historia del cine. Este inteligente filme de Allen, que recuerdo, siempre lo trabajaba con mis alumnos de Semiótica Audiovisual en la Universidad de Oriente, pues es una obra maestra de la metaficción.
Celebremos a Mia Farrow en sus 80 años.
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