Hola amigos de #Hive, la Historia Original de hoy en forma de “Retahíla”, con palabras extrañas, o muy poco usadas, inician con la letra B. Al final les colocaré el mismo relato, resaltando el significado de cada una de éstas extrañas palabras, en forma de “Prosa”.
Espero que disfruten, tanto como yo, del maravilloso mundo del Vocabulario Español.
DON BONIFACIO Y SUS BOLUDECES
Éste es Bonifacio. Un pequeño hombre que tenía una bemba, un belfo y un pequeño barrillo. Era blandengue y una birria.
Usaba un bombacho, unas babuchas, un bisoñé, de color bermejo, y un bombín. Pero él se creía un bellaco que estaba bonachón.
Sobre la banasta, que estaba al lado de un bargueño, tenía una bandolera que usaba en caso de emergencias.
Se sentaba en una butaca y utilizaba betún para bruñir sus borceguíes, que luego guardaba cuidadosamente en una buchaca.
Vivía en una barraca, bífida, con una buharda, que parecía un bohío, a orillas de un barranco, rodeada de begonias y buganvillas, con un espacio baldío y un barbecho.
Al fondo tenía un pequeño borrico, que había adquirido en una bicoca. Un bicharraco algo belicoso que mantenía amarrado de un barrote junto a los balaustres, con un techo de broza, que en cada bufido del viento, se desarmaba por la barricada que había hecho.
Como no era bacán ni contaba con muchos boatos, siempre buscaba la manera de bandearse y bregar a diario.
Colocaba el bagaje y los bártulos sobre la baca de su pequeño bólido, que lo dejaba todo baldado al bajarse. Éste tenía un badajo que emitía una especie de baliza, que le advertía cuando se acercaba alguna borrasca en un día brumoso y de los próximos baches.
Siempre se paraba a comer en la casona de Doña Betania. Pero un buen día tomó un buche del brebaje, formando un berrinche por la bazofia que le sirvió.
En una ocasión, al salir del trabajo, pasó por el bar del pueblo. El barman le sirvió su bebida favorita en un barreño, limpiando el mostrador a cada rato con una bayeta.
El barman como tenía un barrunto, le advirtió que no quería baladronadas. En poco tiempo, Don Bonifacio ya estaba beodo, balbuceaba y se bamboleaba.
Le dio por besuquear a todos los presentes, por lo que se armó tremenda bronca. Entre la barahúnda y todo el barullo, se dio cuenta que había cometido tremenda barrabasada. Aprovechó la baza, pero por salir de bulla del lugar, se proporcionó un fuerte batacazo, por voltear a ver a la beldad de mujer que venía entrando.
¡Qué bochorno tan grande! Por bravuconear y brear a los clientes, ahora es la befa de todos.
Sin embargo, recibió baluarte de algunos pueblerinos, pues solo había sido algo banal y que él no quería basurear a nadie por sus boludeces.
Don Bonifacio pidió disculpas por haberse comportado como un botarate. Tomó un birome y firmó un acuerdo, que el próximo bienio no iba a beber hasta blasonar, sino que sería más cuidadoso.
FIN
DON BONIFACIO Y SUS TONTERÍAS
Éste es Bonifacio. Un pequeño hombre que tenía una boca gruesa, un labio inferior abultado y un pequeño grano en el rostro. Era de poco carácter y una persona fea.
Usaba un calzón ancho que se ciñe debajo de las pantorrillas, unas zapatillas, una peluca, de color rubio cobrizo, y un sombrero hongo. Pero él se creía un pícaro que estaba buenazo.
Sobre el cesto, que estaba al lado de un mueble de madera con cajoncillos, tenía una correa cruzada por el pecho en la que se cuelga un arma que usaba en caso de emergencias.
Se sentaba en un asiento con brazos y utilizaba crema para sacarle brillo a sus botas, que luego guardaba cuidadosamente en una bolsa.
Vivía en una casa tosca, dividida en dos, con una ventana en el tejado, que parecía un cabaña, a orillas de un precipicio, rodeada de plantas de flores rosadas y plantas trepadoras de flores moradas, con un espacio sin cultivar y un campo que se dejó de cultivar.
Al fondo tenía un pequeño asno, que había adquirido en una ganga. Un animalucho algo agresivo que mantenía amarrado de una barra gruesa junto a las columnillas de las barandillas, con un techo de paja, que en cada resoplido del viento, se desarmaba por el parapeto que había hecho.
Como no era rico ni contaba con muchos lujos, siempre buscaba la manera de ingeniárselas y trabajar mucho a diario.
Colocaba el equipaje y los trastos sobre la parte superior de su pequeño automóvil muy rápido, que lo dejaba todo tullido al bajarse. Éste tenía una pieza que hacía sonar la campana que emitía una especie de señal sonora, que le advertía cuando se acercaba alguna tempestad en un día nebuloso y de los próximos hoyos en la carretera.
Siempre se paraba a comer en la casona de Doña Betania. Pero un buen día tomó una bocanada de líquido de la bebida mala, formando una rabieta por la comida mala que le sirvió.
En una ocasión, al salir del trabajo, pasó por el bar del pueblo. El camarero del bar le sirvió su bebida favorita en una vasija de barro, limpiando el mostrador a cada rato con un trapo de fregar.
El camarero del bar como tenía un presentimiento, le advirtió que no quería bravuconerías. En poco tiempo, Don Bonifacio ya estaba borracho, articulaba mal y se movía de un lado a otro en el mismo sitio.
Le dio por besar a todos los presentes, por lo que se armó tremenda disputa ruidosa. Entre el alboroto y toda la confusión, se dio cuenta que había cometido tremenda burrada. Aprovechó la oportunidad, pero por salir de prisa del lugar, se proporcionó una fuerte caída, por voltear a ver a la hermosura de mujer que venía entrando.
¡Qué vergüenza tan grande! Por dárselas de valiente y molestar a los clientes, ahora es la burla de todos.
Sin embargo, recibió defensa de algunos pueblerinos, pues solo había sido algo trivial y que él no quería humillar a nadie por sus tonterías.
Don Bonifacio pidió disculpas por haberse comportado como un idiota. Tomó un bolígrafo y firmó un acuerdo, que el próximo período de dos años no iba a beber hasta jactarse, sino que sería más cuidadoso.
FIN
Disfruta de la Serie Completa:
Hasta la próxima historia.
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