Tan poderoso es el silencio, que puede hacer temblar hasta al más valiente. Como le suelo decir a mis hijos "A veces hay que saber cuándo callar", una sola palabra puede bastar para desatar tormentas. Parece que del dolor aprendemos más y es que nos acostumbramos a no sentir con cada centímetro de nuestra piel, estamos tan automatizados que no es sino hasta el borde de ese abismo que entendemos por qué llegamos hasta ese punto. Excelente forma tienes de escribir, saludos.
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