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Así nacieron artistas, poetas, y nada era un mejor espectáculo que los humanos creando contenido fenomenal solo por diversión.
Lo único dramático era que la gente seguía muriendo y enfermándose, y la tristeza y angustias no se podían ocultar. El sufrimiento se hizo más agudo porque había personas que querían volver a sembrar y realizar sus tareas, ya que esto era su mayor satisfacción. Entonces, poco a poco, las máquinas fueron apagándose y se volvió popular retomar el control de la vida, ya que muchos, sin dones naturales y deseos de poder, querían retroceder. Las máquinas les quitaron todo el control, generando una avanzada de apaguemos todo. Así, poco a poco, la tecnología dejó de ser apoyada y se volvió a tomar cargo de todo por parte de los humanos. En esto se demostró que la misma naturaleza humana es la dominadora del planeta y no la tecnología. Solo quedó lo verdaderamente útil, pero sin control de inteligencia artificial.
De esta manera, la humanidad demostró que lo natural y lo humano son lo que verdaderamente da felicidad, o al menos la poca felicidad que se puede lograr. Todos esos años de desarrollo quedaron como las bombas y equipos que quedaron obsoletos en naciones atómicas. Los humanos, una vez más, no se dejaron distraer por las tecnologías, sino que las tecnologías eran esclavas y no amos sobre la humanidad.
En una era donde la inteligencia artificial crece de manera brutal, los humanos intentan regularla de todas las maneras posibles. Por eso, las inteligencias artificiales nunca serán más que programas que ayuden, pero nunca darán soluciones reales a los problemas. A medida que las IA crecen, es porque los humanos quieren hacer cada día menos, creyendo que hay más cosas que hacer si las máquinas se ocuparan de todo.