imagen creada con Copilot y editada en Canva.com
Había una vez, en un pequeño pueblo de Japón, dos hermanos llamados Hiro y Yuki. Hiro era el mayor y le gustaba mucho jugar al fútbol, correr por el campo y trepar a los árboles. Yuki era la menor y le encantaba leer libros, pintar con acuarelas y hacer origami. Los dos se querían mucho, pero tenían una gran diferencia: Hiro odiaba bañarse y Yuki adoraba hacerlo.
Cada noche, cuando su madre les decía que era hora de ir al baño, Hiro se escondía debajo de la cama, detrás de las cortinas o dentro del armario. Yuki, en cambio, iba corriendo al baño, se metía en la bañera y se ponía a cantar mientras se lavaba el pelo, la cara y el cuerpo. Su madre tenía que buscar a Hiro por toda la casa y arrastrarlo al baño, donde él se resistía a entrar en el agua y se quejaba de que estaba muy caliente, muy fría o muy jabonosa.
Hiro, tienes que bañarte todos los días - le decía su madre -. Es bueno para tu salud y tu higiene. Además, así no olerás mal y no tendrás piojos ni gérmenes.
No me gusta bañarme - respondía Hiro -. Es aburrido y me quita tiempo para jugar. Además, no huelo mal ni tengo piojos ni gérmenes. Eso son tonterías.
No son tonterías, Hiro - le decía Yuki -. Si no te bañas, te ensucias y te enfermas. Y también molestas a los demás con tu olor y tu aspecto. ¿No ves que nadie quiere jugar contigo en el recreo?
No me importa lo que digan los demás - decía Hiro -. Yo soy feliz así. Y tú eres una tonta por bañarte tanto. Te vas a arrugar la piel y te vas a quedar sin agua.
Así pasaban los días, y Hiro seguía sin bañarse y Yuki seguía bañándose. Hasta que una noche, ocurrió algo extraordinario. Mientras los dos hermanos dormían en sus camas, oyeron un ruido extraño que venía del baño. Era como un chapoteo, seguido de un gruñido y un golpe. Hiro y Yuki se levantaron asustados y fueron a ver qué pasaba. Al llegar al baño, se quedaron boquiabiertos. En la bañera, había un enorme monstruo verde, con escamas, colmillos, garras y ojos rojos. El monstruo los miró y les dijo:
Hola, niños. Soy el Monstruo del Baño. He venido a visitaros porque me han dicho que uno de vosotros no se baña nunca y el otro se baña siempre. ¿Es eso cierto?
Sí, es cierto - dijo Yuki, temblando de miedo -. Yo me baño todos los días y mi hermano Hiro no se baña nunca.
Pues eso está muy mal - dijo el Monstruo del Baño -. El que no se baña nunca se convierte en un monstruo como yo, y el que se baña siempre se convierte en una princesa o un príncipe. Así que he venido a llevármelo a él y a dejarla a ella.
¿Qué? - exclamó Hiro -. ¿Te vas a llevarme a mí y a dejar a mi hermana? ¿Por qué?
Porque así son las reglas - dijo el Monstruo del Baño -. El que no se baña nunca tiene que venir conmigo al Reino de la Suciedad, donde todo está lleno de basura, barro y mal olor. Y el que se baña siempre tiene que quedarse en el Reino de la Limpieza, donde todo está lleno de flores, agua y buen olor.
Pero yo no quiero ir al Reino de la Suciedad - dijo Hiro -. Yo quiero quedarme con mi hermana y mi madre.
Y yo no quiero quedarme sola en el Reino de la Limpieza - dijo Yuki -. Yo quiero estar con mi hermano y mi madre.
Lo siento, niños - dijo el Monstruo del Baño -. No hay vuelta atrás. Ya está decidido. Ahora, Hiro, ven conmigo. Te voy a llevar a la bañera y te voy a dar un buen baño de suciedad.
El Monstruo del Baño agarró a Hiro por el brazo y lo arrastró hacia la bañera. Hiro se resistió y gritó, pero el monstruo era más fuerte que él. Yuki corrió a ayudar a su hermano, pero el monstruo la empujó y la hizo caer al suelo. El monstruo metió a Hiro en la bañera, donde el agua estaba turbia y hedionda. Hiro se tapó la nariz y cerró los ojos, mientras el monstruo le frotaba con un cepillo lleno de pelos y mugre.
¡Basta, basta! - gritaba Hiro -. ¡Déjame salir de aquí! ¡Esto es horrible!
No, no - decía el Monstruo del Baño -. Esto es lo que te mereces por no bañarte nunca. Ahora vas a ver lo que se siente estar sucio de verdad.
El Monstruo del Baño siguió bañando a Hiro con suciedad, hasta que lo dejó completamente verde, escamoso y maloliente. Luego, lo sacó de la bañera y lo miró con satisfacción.
Muy bien, Hiro - dijo el Monstruo del Baño -. Ahora sí que eres un monstruo como yo. Estás listo para ir al Reino de la Suciedad. Allí te esperan muchos amigos monstruos que tampoco se bañan nunca. Te lo vas a pasar muy bien con ellos.
No, no - decía Hiro -. Yo no quiero ir al Reino de la Suciedad. Yo no quiero ser un monstruo. Yo quiero ser un niño normal. Por favor, devuélveme a mi forma anterior.
Lo siento, Hiro - dijo el Monstruo del Baño -. No hay marcha atrás. Una vez que te has convertido en un monstruo, no puedes volver a ser un niño. Así que no te resistas y ven conmigo. Te voy a llevar a mi mundo, donde nadie te molestará por no bañarte.
El Monstruo del Baño cogió a Hiro y lo metió en una bolsa de basura. Luego, se dirigió a la ventana y la abrió. Yuki se levantó del suelo y corrió hacia su hermano, pero era demasiado tarde. El Monstruo del Baño saltó por la ventana con Hiro en la bolsa y desapareció en la noche.
- ¡Hiro, Hiro! - gritaba Yuki -. ¡No te vayas! ¡Vuelve! ¡Te quiero!
Pero Hiro no podía oírla. Estaba dentro de la bolsa, llorando y arrepintiéndose de no haberse bañado nunca. Se dio cuenta de que había perdido a su familia, a sus amigos y a su vida por su capricho. Y se preguntó si algún día volvería a ver a su hermana y a su madre.
Yuki se quedó en la ventana, sollozando y esperando que su hermano regresara. Se dio cuenta de que había perdido a su compañero de juegos, a su confidente y a su protector por su obsesión. Y se preguntó si algún día volvería a abrazar a su hermano y a su madre.
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