ENGLISH
There are places that captivate with their beauty and others that are idealized because of the memories they hold. I believe that Plaza Fabián de Jesús Díaz, in Valencia, Venezuela, embodies both.
The first time I visited this plaza was when I was a teenager, and it was because I went to visit a classmate regarding her thesis.
I remember telling her, “You live in front of a very beautiful plaza,” and she said nothing.
What I really liked about the plaza were its fountains and the fact that it was full of koi fish and turtles—something that remains true to this day, even though in the photos I’m sharing, the fountains weren’t working.
Later, I found myself coinciding with the plaza often because it’s a regular venue for cultural events, something I also enjoy. By the way, the plaza has an art gallery where I even had the opportunity to present a lecture on my photographic work.
From concerts to fairs and festivals.
It’s also an ideal place for exercising, which I started doing over the years. Recently, an outdoor gym was reopened there, and it really has all the basics to work out well.
Plaza Prebo, as it’s also known, has pathways specifically designed for exercise enthusiasts.
Even for those walking their pets.
In the afternoons, the atmosphere is lively, family-oriented, and wholesome.
Sometimes I go there to unwind and walk. I enjoy seeing how everyone coexists in a public space that brings them together—like a shared appointment that, while not explicit, happens indirectly.
The plaza caters to all tastes: from exercise and art to parents, Christians preaching, caretakers and their playful pets, families celebrating their teenage daughter’s birthday, music lovers enjoying the amphitheater, police officers at the station who sometimes play ping-pong with visitors, and even couples sitting together to mend their problems or show some affection.
I think one of Venezuela’s defining traits, as a culturally diverse country, is the way people with completely opposite tastes can coexist. And not only can they coexist without bothering each other, but they also get involved. Of course, it’s not everywhere and all the time, but it does happen.
And any place that achieves this deserves to be visited, especially when the world becomes more complicated than it ought to be, much like existence itself.
ESPAÑOL
Hay lugares que gustan por su belleza y otros que son idealizados por los recuerdos. Creo que la Plaza Fabián de Jesús Díaz, en Valencia, Venezuela, refleja ambos polos.
La primera vez que fui a esta plaza fue cuando era adolescente, y fue porque visité a una compañera de clases por la tesis.
Recuerdo que le dije: “Vives frente a una plaza muy bonita”, y ella no dijo nada.
Lo que me gustó mucho de la plaza fueron sus fuentes y el hecho de que estaba repleta de peces koi y tortugas, algo que se mantiene hasta el sol de hoy, a pesar de que en las fotos que comparto no estaban funcionando.
Después de esto, empecé a coincidir con el lugar porque ha sido un punto recurrente para eventos culturales, algo que también me gusta. Por cierto, la plaza tiene una galería de arte, donde incluso tuve la oportunidad de presentar una ponencia sobre mi trabajo fotográfico.
Desde conciertos, ferias o festivales.
También es ideal para ejercitarse, algo que empecé a hacer con el tiempo. Recientemente, reinauguraron un gimnasio al aire libre, y la verdad tiene todo lo básico para ejercitarse bien.
La Plaza Prebo, como también se le conoce, tiene unas caminerías con un diseño propio para los amantes del ejercicio.
Incluso para quienes pasean a sus mascotas.
Realmente, el ambiente por las tardes es muy animado, familiar y sano.
A veces voy hasta allá para distraerme y caminar. Me gusta ver cómo todos coexisten en un espacio público que los reúne, como si se tratara de una cita en común, y aunque no lo sea explícitamente, lo hace al menos de manera indirecta.
La plaza es para todos los gustos, desde el ejercicio, el arte, el padre o madre de familia, el cristiano que va a predicar, los cuidadores y sus mascotas que corretean, la familia que festeja el cumpleaños de su hija adolescente, los amantes de la música en la concha acústica, los policías que están en el módulo y a veces juegan ping-pong con los visitantes, o incluso las parejas que se sientan a arreglar sus problemas, o darse un poco de cariño.
La plaza también ha sido rehabilitada en los últimos años, algo que mucha gente aplaude como si se tratara de una mega obra, que al final es mera responsabilidad de la alcaldía y que es su trabajo. Pero bueno, eso es objeto de otro tema que no vale la pena discutir aquí y no viene al caso.
Es necesario que los espacios públicos estén habilitados para el esparcimiento, y así es este.
Tal vez no sea un lugar que a simple vista sea mágico, o tenga la arquitectura más impresionante del mundo, pero a veces lo especial va más allá de eso.
Creo que una de las características de Venezuela, como país diverso en cuanto a cultura, es que pueden converger diferentes personas con gustos totalmente opuestos. Y no solamente es que pueden estar sin molestarse, sino que también se involucran. Evidentemente, no es en todos lados y a todo momento, pero sí que sucede.
Y el lugar que logre eso debe ser visitado, y mucho más cuando el mundo se vuelve un poco más complicado de lo que debería ser, como la existencia misma.
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