The days unfold like an endless skein of tasks, commitments and affections. Every morning, when I open my eyes, I feel the weight of a world that seems to expand without limits. I am a mother, a worker, a daughter, a partner... and the list goes on.
Motherhood has been the greatest gift and at the same time, the most demanding. Taking care of a three year old little girl is a task that absorbs my entire being. Her laughter is my favorite melody, her hugs, my refuge. But it is also true that parenting demands constant dedication, an unyielding patience and an energy that I sometimes feel drained.
Added to this is my work life. The eight-hour workdays, the endless meetings, the goals to accomplish.... A whole parallel universe that demands my attention and my time. The feeling of not reaching everything is a constant. The pending tasks pile up like a mountain, and guilt stalks me every time I feel I neglect any of my responsibilities.
Debt, that long shadow that haunts so many of us, is also part of my reality. Economic pressure is an additional factor that increases stress and anxiety. And if that were not enough, I have the commitment to take care of my mother, a woman who has been my pillar and to whom I must now reciprocate.
In the midst of this organized chaos, I am also a partner. Keeping the flame of love alive in the midst of so many obligations is a challenge. I long for those moments alone with my partner, those spaces where we can disconnect and reconnect. But everyday life, with its unforeseen events and urgencies, often prevents us from fully enjoying our relationship.
In spite of everything, every morning I wake up with the determination to move forward. I know that I am not the only woman living this reality, that many mothers around the world face similar challenges. And it is precisely this collective awareness that gives me strength and hope.
Motherhood has taught me the importance of prioritizing, delegating, asking for help. I have learned to accept my limitations and celebrate the small triumphs. And although I sometimes feel overwhelmed, I know that I am doing my best.
I am a woman in constant evolution, seeking to find a balance between her multiple roles. And although the road is not always easy, I am convinced that every step I take brings me closer to happiness.
SPANISH VERSION
Los días se desenvuelven como una madeja interminable de tareas, compromisos y afectos. Cada mañana, al abrir los ojos, siento el peso de un mundo que parece expandirse sin límites. Soy madre, trabajadora, hija, pareja... y la lista sigue.
La maternidad ha sido el regalo más grande y al mismo tiempo, el más demandante. Cuidar de una pequeña de tres años es una tarea que absorbe todo mi ser. Su risa es mi melodía favorita, sus abrazos, mi refugio. Pero también es cierto que la crianza exige una dedicación constante, una paciencia a prueba de todo y una energía que a veces siento que se agota.
A esto se suma mi vida laboral. Las jornadas de más de ocho horas, las reuniones interminables, las metas por cumplir... Todo un universo paralelo que demanda mi atención y mi tiempo. La sensación de no alcanzar a todo es una constante. Los pendientes se acumulan como una montaña, y la culpa me acecha cada vez que siento que descuido alguna de mis responsabilidades.
Las deudas, esa sombra alargada que nos persigue a tantos, también forman parte de mi realidad. La presión económica es un factor adicional que incrementa el estrés y la ansiedad. Y por si fuera poco, tengo el compromiso de cuidar de mi madre, una mujer que ha sido mi pilar y a quien ahora debo corresponder.
En medio de este caos organizado, también soy pareja. Mantener viva la llama del amor en medio de tantas obligaciones es todo un desafío. Anhelo esos momentos a solas con mi pareja, esos espacios donde podamos desconectar y reconectar. Pero la vida cotidiana, con sus imprevistos y urgencias, a menudo nos impide disfrutar plenamente de nuestra relación.
A pesar de todo, cada mañana me levanto con la determinación de seguir adelante. Sé que no soy la única mujer que vive esta realidad, que muchas madres en el mundo enfrentan desafíos similares. Y es precisamente esta conciencia colectiva la que me brinda fuerza y esperanza.
La maternidad me ha enseñado la importancia de priorizar, de delegar, de pedir ayuda. He aprendido a aceptar mis limitaciones y a celebrar los pequeños triunfos. Y aunque a veces me siento abrumada, sé que estoy dando lo mejor de mí.
Soy una mujer en constante evolución, que busca encontrar un equilibrio entre sus múltiples roles. Y aunque el camino no siempre es fácil, estoy convencida de que cada paso que doy me acerca a la felicidad.
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La maternidad, un ro lleno de obligaciones y satisfacciones. lo importante es valorar los mejores momentos a pesar de las dificultades
Siempre dando lo mejor, todo por la bella sonrisa de mi niña